Otros, en cambio, han tenido el beneplácito de Lucifer -con el que han simpatizado hasta convertirlo en símbolo de la banda- para mantenerse en una eterna juventud y ofrecer su ‘rock’ durante décadas. Es el caso de los australianos AC/DC que, de nuevo, volvieron a hacer temblar Barcelona.
Sabedores de que seguramente será su última gira y, por tanto, su última visita a la ciudad condal, hasta 50.000 seguidores llenaron el Estadi Olímpic Lluis Companys para vibrar con la voz de Brian Johnson y botar con la electrizante guitarra del ídolo de la banda, Angus Young, en una nueva noche mágica. El único miembro fundador de AC/DC sobre el escenario (tras la retirada de su hermano Malcolm, con demencia diagnosticada) volvió a lucir intratable pese a sus 60 años. Vestido como lo ha hecho durante 40 años con la banda, de colegial, tal y como venía de niño de la escuela en Sidney, con corbata, pantalón corto y una americana, esta vez, de ante rojo que poco aguantó sobre sus hombros, Young se sigue echando la banda a cuestas para hacer temblar cualquiera de los escenarios que pisa sin que se note la ausencia de Malcolm por su sobrino Stevie Young ni el cambio en la batería entre Phil Rudd por un viejo conocido, Chris Slade.
A lo largo de las dos horas que duró el ‘show’ -espectacular, con un sonido excelente y una iluminación sumisa al rock’-, la banda fue ‘hit’ tras ‘hit’ rememorando, así, sus momentos más memorables. De hecho, tan solo tocaron tres canciones de su último disco: el ‘single’, Rock or Bust, con la que abrieron el concierto; ‘Play Ball’ y ‘Baptism by Fire’. El resto, obras de leyenda que se sucedían una a una, sin encadenar canciones, pero sin pausa para el respiro de un respetable que no cesó de saltar. Lo hacían con las pantallas en blanco y negro para ‘Back in Black’, con los cuernos de color en ‘Hell ain’t a bad place to be’ y con la emoción rota en ‘Shoot to thrill’.
Cuarenta años electrizantes
Los estruendos no cesaron con ‘Dirty deeds done dirt cheap’ ni, obviamente, con ‘Thunderstruck’, introducida como es habitual por todo el estadio gritando ‘thunder’ al cielo. Era el momento de subir los voltios del escenario con uno de los lemas del primer álbum cantado todavía por el desaparecido Bon Scott: ‘High Voltage’. Se echaría de menos de aquel disco, The Jack, la única de las grandes que no sonaría aquella noche y que solía acabar con Angus Young en calzoncillos.
No faltó, en cambio, ‘Rock’n’roll train’ que sobrevive del pasado trabajo para estar ya entre las grandes; ‘Hell’s bells’ y la espectacular campana colgando de lo alto del escenario; ‘Whole lotta Rosie’ con su estimada muñeca gigante sobre la decena de ‘buffers’ del escenario; ‘You shook me all night long’ para el delirio de todos; ‘Shot down in flames’ y, como no, ‘Let there be rock’, que ponía punto y final al segundo tramo del ‘show’ con un solo de Angus Young que duraría más de diez minutos con sus ‘riffs’ diabólicos y eternos.
Ya en los bises del concierto, dos regalos más como marca la tradición: ‘Highway to Hell’, que con fuego real abría el camino al infierno; y ‘For Those About to Rock’, más conocida como ‘We salute you’, que con sus habituales cañones británicos dispararon al cielo para poner un cierre en perfecta consonancia con los 50.000 fieles que pedían ‘Fire’ mientras la música acababa con un ‘show’ pirotécnico a modo de despedida.
No necesitaron sorprender ni improvisar. AC/DC son ya únicos y eternos del ‘rock’ y lo volvieron a demostrar en Barcelona, cinco años después de su última visita. Ya entonces, con la gira de ‘Black Ice’, todo apuntaba al cierre del telón: la enfermedad de Malcolm y la edad de Johnson eran los principales motivos, pero el éxito cosechado les ha hecho regresar con una nueva vuelta al mundo. Esta vez, sí, podría ser la última, aunque el público les volverá a plantear la duda. Ellos decidirán si nos vemos en los estadios o en el infierno; en el fondo, como dice la canción, ‘no es un mal sitio para estar’.