Cultura

“Bach para pobres”, novela de juventud escrita en la madurez de Manuel Calderón

Joan Carles Valero | Miércoles 24 de junio de 2015
Debut literario del periodista de L’Hospitalet que fue director del Aula de Cultura de Bellvitge

La impronta de Manuel Calderón (1957), periodista especializado en Cultura, permanece en el instituto Torras i Bages de L’Hospilatet y en los barrios Sant Josep y Bellvitge de la misma ciudad. Fueron puntos cardinales en su vida, junto a la Universidad Central de Barcelona, donde cursó la licenciatura de Filosofía. Unomasuno Editores acaba de publicar “Bach para pobres”, el debut literario de Calderón, una novela de juventud escrita con la destreza que otorga la madurez y el conocimiento tras muchos años vividos con intensidad y con la perspectiva que tiene el trabajar en distintas secciones culturales de algunos de los principales periódicos españoles.

Aunque lleva veinte años viviendo en Madrid, Calderón nunca ha cortado el cordón umbilical que le une a L’Hospitalet desde que llegara siendo niño al barrio de La Torrassa procedente de Córdoba, y empezara la aventura de un adolescente que aspira a ser poeta y descubre la vida real, la sentimental y la política, en el instituto del barrio de Can Serra. La influencia de los profesores Boldú (filosofía) y Osorio (historia) le elevaron sobre los hombros de gigantes como Platón, Aristóteles, Heráclito y los más recientes Kant o Nietzsche, entre otros. En las aulas de ese instituto se activó contra la ejecución por garrote vil del joven anarquista Salvador Puig Antich, muerte que se antojó para demostrar al mundo cómo España conservaba sus artes de matar, y eso que había “estallado” el “mayo francés”, lo que le convenció de que la vida siempre se impone a la muerte, no importa el lugar ni la cultura.

La ventana del sótano
El virus del conocimiento quedó inoculado en aquel Calderón adolescente que llegó a ser un héroe para sus compañeros de bachillerato por su determinación en contra de la entonces novedosa selectividad. Su sacrificio mereció el reconocimiento de sus amigos, que le regalaron una guitarra con la que nunca llegó a emular musicalmente su virtuosismo literario. En el patio del Torras i Bages se yergue incólume “Apeiron”, el nombre del árbol que a mediados de los 70 plantó junto a la pista de balonmano. Más tarde llegaron sus hijas Laura e Irene y ahora, su primera novela.

Mientras cursaba el bachillerato, la iniciación laboral de Manuel transcurrió en un taller de bombillas situado en un sótano del barrio de Pubilla Casas. Los sótanos son el nivel más oscuro y húmedo de un edificio. En el que Calderón trabajó a destajo había una minúscula ventana junto al techo por la que apenas entraba la luz natural, pero desde la que se podía divisar hasta los tobillos de los peatones, pudiendo adivinar su condición social e incluso su personalidad por el tipo de zapatos que calzaban. En aquella catacumba laboral de minúscula ventana indiscreta, el autor de “Bach para pobres” empezó a adoptar bouquet literario.

Renuncia a ser funcionario
Del colega y sin embargo amigo Calderón, el que suscribe siempre ha admirado su decidida determinación para abrazar el inestable e incierto camino del periodismo cuando disponía de plaza de funcionario cultural en el Ayuntamiento de L’Hospitalet. El ahora escritor novel fue director del Aula de Cultura de Bellvitge, empleo bien remunerado, estable y socialmente reconocido, que abandonó para ser, a tanto la pieza, el corresponsal de Cultura en Cataluña del desaparecido diario El Sol. También fue redactor de la revista cultural El Guía y luego pasó ABC hasta llegar a La Razón. Siempre en el área de Cultura, especialidad donde empezó a despuntar muchos años antes a través de sus colaboraciones en El Noticiero Universal.

Con el título “Bach para pobres”, su autor ha querido jugar a esa contradicción que produce la expresión pura y la dificultad de poder acceder a esa expresión. El título nada tiene que ver con las Flores de Bach, también llamadas remedios florales de Bach, unos preparados artesanales no farmacológicos, y por lo tanto, sin acción biológica o fisiológica alguna, aunque se les atribuya alivios a desequilibrios psicoemocionales y de carácter, tales como miedo, impaciencia, angustia, incertidumbre, ira, confusión, intolerancia y timidez, entre otros. Para aclarar la cuestión del título, hay que leer la novela, que tiene muchas capas y cada una de ellas oculta tramas y diferentes realidades. La Barcelona, la ciudad de L’Hospitalet, que aparece no es la de una postal; se aprecia una ciudad con un trasfondo oculto en el que se esconde su propio pasado.

La ciudad iniciática
No será este humilde cronista quien discuta a los expertos que aseguran que toda obra literaria, sobre todo la de ficción, tiene reminiscencias autobiográficas. El autor asegura que eligió Barcelona-L’Hospitalet porque “me eduqué sentimentalmente allí. Hice el bachillerato y me formé allí. Ese es el motivo fundamental por el que elijo este escenario para la novela. No he querido escribir una novela sobre Barcelona, eso es cierto, pero también es verdad que es un territorio que conozco. Es más bien una Barcelona oculta, fuera de los tópicos, una ciudad iniciática en la que un joven descubre la vida, desvela la quimera de lo que es la poesía y discierne que la vida tiene costos muy altos y que hay poetas que mueren on the road porque la vida se los lleva por delante”.

El título se refiere al compositor, organista y clavecinista Johann Sebastian Bach, el último gran maestro del arte del contrapunto. Su obra, de gran profundidad intelectual, perfección técnica y belleza artística, supone la cumbre de la música barroca y ha sido fuente de inspiración e influencia para posteriores compositores y músicos, desde Mozart hasta el presente. Bach trató de mejorar sus obras corrigiéndolas y perfeccionándolas. Tal vez emulando al músico, la novela de Calderón es de juventud pero está escrita en la madurez. “Tardé mucho en escribirla porque buscaba estar del todo satisfecho y hasta que no tuve esa sensación de satisfacción no la di por acabada”, reconoce el autor en perfecto contrapunto de Bach, que no es otra cosa que la escritura de líneas musicales que suenan muy diferentes y se mueven independientemente unas de otras pero suenan polifónicamente armoniosas. Como esta novela.

Pianista de hoteles
Se trata de un libro personal, original y que rehúye de los tópicos. Antes de centrarse en Barcelona, Manuel arranca la novela en un territorio literario situado en el sur de España, al que llama Esperanza. Un buen día aparece en este singular enclave un alemán, Karl Bonhof, en busca de un hombre, antiguo miembro de la División Azul, para agradecerle su valeroso comportamiento en una terrible batalla, la Krasny Bor. Pero en esa supuesta gesta se escondía la cobardía o sentido de supervivencia de un hombre que se había fingido su muerte para salir indemne de la batalla. Esperanza aparece como un pueblo minero poblado de fantasmas que luego reaparecerán a lo largo de todo el relato.
Bonhof, un pianista amante del contrapunto de Bach, también es perseguido por sus propias frustraciones de no haber conseguido ser un intérprete famoso y verse obligado a ganarse la vida tocando el piano con gran virtuosismo en hoteles. III

Bach para pobres, ya está a la venta en las vitrinas de las principales librerías de España. Y también en Internet, en la web de la editora: www.unomasunoeditores.es