¿Qué ocurre con los productos que no son aptos para comercializar, pero si para el consumo? Imaginemos un pack de doce huevos que es invendible en un lineal porque se ha roto uno. Según las directrices de algunos supermercados, ese producto debe retirarse, aunque la vida útil del mismo continúe vigente. No obstante, ¿A dónde se dirige este alimento?
Ana González, responsable de RSC en Caprabo, explica que gracias al programa de microdonaciones de la entidad esta comida no apta para exponer, se dona a asociaciones avaladas por el Banco de Alimentos con el fin de que personas en riesgo de exclusión social puedan comer. Se trata de una iniciativa que calentó motores en 2010, momento en que formaron a los empleados para controlar la recepción y la recogida de los alimentos, pero que arrancó en 2011.
11,5 millones de alimentos
La gestión del proyecto es un éxito. Tanto, que el año pasado la compañía de supermercados registró 11,5 millones de comidas entregadas, “lo que equivale a 706 familias alimentadas”, indica Ana González. Estas personas pertenecen a asociaciones cuyos voluntarios recogen cada día los excedentes de las tiendas Caprabo más cercanas, según la ubicación de la comunidad social.
Actualmente, la entidad cuenta con 32 tiendas en el Baix Llobregat y colabora con 19 asociaciones entre las que se encuentran: Càritas Interparroquial de Viladecans, Centro Amigos y Càritas de Castelldefels. En L’Hospitalet tiene también 10 locales y trabaja con cinco organizaciones sociales como Horeb Ibérica y la Parròquia de la Mare de Déu de la Llum, entre otras. En global, la responsable de RSC apunta que “tenemos 319 tiendas y colaboramos con 250 asociaciones entre Cataluña y Navarra”.
Cobertura del 30% de comidas
Ramón Lavandeira, director de la Asociación Horeb Ibérica de L’Hospitalet, detalla que son una ONG de acogida residencial que congrega a unas 40 personas para darles asilo y una vida mejor. Estos ciudadanos, por lo general, presentan “problemas de drogas, alcohol y de consumo, así como riesgo de exclusión social o bien marginación”. Gracias a Caprabo, “cubrimos el 30% de los alimentos” que ingieren estas personas para desayunar, comer y cenar. La cadena de supermercados “nos da cada día una media de 150 euros” en comida.
El responsable de la organización apunta que toda la comida que viene “es buena y está lista para comer porque tiene pronta caducidad”, ya que en la vida real un yogurt puede durar cinco días o una pieza de carne, dos. Por otro lado, Lavanderia asegura que llevan dos años colaborando con este programa de microdonaciones y “está todo muy bien organizado”. Es decir, “nosotros hacemos varias recogidas diarias” en La Farga, Can Serra y Rambla Marina, sobre todo de productos comestibles, pero también de limpieza.
Evitar el desperdicio
En Viladecans, Alicia Hernandez, coordinadora de Cáritas Interparroquial, defiende que la labor de Caprabo “está muy bien porque en lugar de tirar los alimentos, se recogen”. Esta organización reparte la comida cada mes entre más de 1.200 personas, lo que supone unas 400 familias. “Cuando nos dan lácteos lo damos a las familias, y las pizzas para los niños”, remarca Alicia.
La encargada de RSC en Caprabo recuerda que con la finalidad de evitar el despilfarro alimentario surgió el programa de microdonaciones. En ese sentido, el compromiso de Caprabo siempre se ha asentado sobre tres pilares: minimizar y valorizar todos los residuos que genera la entidad para reducir las emisiones de CO2, concienciar y sensibilizar a los clientes y a la sociedad sobre el respeto al medio ambiente, y divulgar las acciones de la compañía para crear valor compartido.
Garantizar productos óptimos
Bajo estas premisas, Caprabo vela por controlar todos los procesos para que “no tengamos excedentes”, señala Ana González. Para ello, se trabaja la planificación, a fin de que las compras del usuario se ajusten a las necesidades de consumo, y “nos preocupamos por ofrecer la mejor calidad y frescura de nuestros productos garantizado su durabilidad y las mejores condiciones del mismo”.
En este último apartado, la compañía analiza la compra en origen y los estudios de vida útil del producto, los asuntos organolépticos, así como la formación de sus trabajadores. También, evalúa la rotación de área del producto e incorpora puertas en todo lo que son neveras y congelados para garantizar que el alimento esté en condiciones óptimas. III