Mossèn Pere Rovira | Jueves 12 de noviembre de 2015
El año pasado hubieron más de 105.000 divorcios. La información refleja una dura realidad, más allá de la cifra. Unos los justifican de una forma: el amor no es para siempre; otros apelan a la modernidad de la sociedad, otros la envuelven con el maquillaje de la libertad, etc. Me gustaría invitaros a una reflexión más profunda y menos estadística.
1ª El amor de pareja.- La cultura actual ha introducido el germen de la provisionalidad o caducidad en el amor conyugal. Parece ilusorio plantear un compromiso para toda la vida dado que el fundamento que lo sostiene se ha reducido al sentimiento o la emoción.
2ª El hedonismo impregna las relaciones de pareja.- La incapacidad de sufrir, ya sea por el otro o por la misma realidad que les envuelve. De esta forma entramos en el peligroso terreno de reducir la relación conyugal al mero disfrute o sensación de placer.
3ª La cosificación del otro.- Muy a menudo utilizamos al otro para nuestro beneficio o para llenar nuestros espacios de insatisfacción. Cosificar se traduce, de esta forma, en complementar mi egocentrismo.
4ª Relativización del matrimonio.- La sociedad actual legisla para desvirtuar o relativizar el vínculo de la unión del hombre y la mujer como matrimonio y fundamento de la familia. Todo es familia, todo es matrimonio, por tanto, todo se reduce a un contrato entre dos partes sin ánimo de permanencia.
5ª Los divorcios y su publicidad.- Se nos vende el divorcio como un triunfo de la libertad, del progreso de los individuos, de “logros” y avances sociales, …; ocultando el fracaso que ello conlleva, la sensación de derrota que lo acompaña y de la frustración de todos sus integrantes: esposos e hijos. Resumiendo: la derrota de un amor construido sobre los cimientos de la sensación.
6ª Por último, comparto las siguientes preguntas que, espero, nos ayuden a tener una mirada crítica sobre sobre el debilitamiento del matrimonio y, por consiguiente, de la familia y de las relaciones sociales:
¿Huir de los problemas es signo de madurez? ¿El amor es un concepto puramente psicológico o emotivo? ¿Se puede concebir el amor y la capacidad de sufrimiento? Cuándo hablamos de amor, ¿qué modelo o referente reproducimos? Las crisis en el matrimonio, ¿pueden ser vencidas o reconstruidas?, ¿pueden ser una oportunidad para fortalecer la pareja? ¿El divorcio es la solución: a qué y para qué? ¿El matrimonio es un acto burocrático, social, tradicional, … o bien, se puede enmarcar en un contexto de “ley natural”, realidad necesaria o expresión del amor esponsal? III