Comenzamos una serie de entrevistas a personlidades que, años atrás, desempeñaron cargos públicos en nuestra comarca: concejales, alcaldes, diputados, dirigentes políticos y sindicales. Personas que conocimos y de las que, muchas veces, nada más hemos vuelto a saber. Y hemos querido iniciar esta serie, con alguien que nos es muy próximo: el presidente del Consejo Editorial de EL LLOBREGAT, Xavier Pérez Llorca. Abogado desde 1987, mantiene su despacho en Sant Boi. Actualmente, alejado de la actividad política, Pérez Llorca fue una destacada figura en el territorio, primero, como miembro del PSC y luego en las filas de CiU.
-Usted suma años de experiencia y de relaciones políticas. Ya en 1980 fue elegido secretario general de la Joventut Socialista de Catalunya.
-Si. Había buenos compañeros; algunos, como Iceta o Pere Navarro hicieron carrera política. De esa época aún conservo algún buen amigo.
-Seis años después sería elegido vicealcalde de Sant Boi; ¿qué era un vicealcalde?
-Era y es. Una palabra importada del municipalismo francés; distingue al primer teniente de alcalde. Para entendernos: así se designa al concejal que es “mano derecha” del alcalde.
-Sin embargo, en 1993, formó parte -como independiente- de la candidatura de Convergencia i Unió en la elecciones municipales de Sant Boi. ¿Cómo fue ese paso del PSC a CiU?
-Los dos partidos han constituido el centro político de Catalunya. Son los dos grandes partidos de gobierno del país; los que han gestionado el progreso de Catalunya en los últimos treinta años. Las políticas de unos y otros no eran muy diferentes hasta hace un par de años. Pienso que, en un futuro, quien mejor represente al electorado “sociovergente”, será la fuerza de gobierno de la Catalunya del siglo XXI. En uno y otro partido hay grandes personas y en los dos mantengo buenos amigos.
-Su último cargo fue como diputado provincial de Barcelona en 2003. ¿Se arrepiente de haber dedicado más de 20 años a la política?
-No, no, de ninguna manera. Ha sido un privilegio: los activistas políticos de mi generación, los que en 1975 estábamos sobre los veinte años, tuvimos la oportunidad de protagonizar la llegada de la democracia a España. Esos años de política supusieron para mí una experiencia vital impagable. Me dio la oportunidad de tratar a muchísimas personas de toda condición, entre ellos, los cinco presidentes que han estado al frente de la Generalitat desde su recuperación; me ayudó a entender el funcionamiento de nuestra sociedad; me enseñó a resolver problemas… en fin, no hay máster universitario que se pueda comparar a una experiencia como esta.
-Imagino que gran parte de este máster tiene que ver con la incertidumbre que existía en aquellos primeros años de democracia.
¡Claro! Había que asumir riesgos personales. ¿Por qué cree que en los años setenta tan poca gente se comprometía políticamente?
-Hablando de riesgos, ¿cómo vivió Vd. el golpe de Estado de Tejero, el 23 de febrero de 1981?
-Lo recuerdo perfectamente. Era lunes. Y como todos los lunes por la tarde, yo acudía a la reunión de la ejecutiva nacional del PSC, en Barcelona, en la calle Francesc Cambó. Joan Raventós dejó un momento la reunión para atender una llamada de teléfono, de Madrid: volvió preocupado, diciendo que se había producido un atentado terrorista en Las Cortes, pero que la Guardia Civil ya tenía controlada la situación. Esa fue nuestra primera información: tragicómica. Acto seguido, una segunda llamada nos informó de que era la Guardia Civil la que estaba dando un golpe de Estado. Fueron horas de desconcierto, de desinformación, de miedo. Recuerdo que, durante esa tarde, intervine en el debate de la ejecutiva preguntándome en voz alta, ¿cómo podía ser que precisamente en el momento en que se iba a nombrar un gobierno más a la derecha (Calvo-Sotelo), se produjera un golpe de Estado? Me contestó el amigo y profesor Joan Prats, nervioso, casi gritándome, dijo: Javier, ¿aún no te has enterado que en este país el ejército siempre ha ido por libre? La reunión terminó de madrugada y salimos del local de dos en dos (a sugerencia del responsable de seguridad que nos advirtió que así esquivaríamos mejor los grupos de extrema derecha que habían empezado a merodear por Vía Layetana); a cada uno de nosotros se le había encomendado algún encargo para intentar localizar y coordinar militantes o esconder archivos; no se habían inventado los teléfonos móviles y en las agrupaciones locales, nadie respondía.
-Hace diez años que dejó la militancia política, ¿por qué?
-Comprendí que no tenía las habilidades necesarias para competir en la política actual. Hay una expresión catalana que define muy bien cómo me sentía: “jo sóc un advocat que feia de polític”. Mi tiempo político había pasado. Creo que fui útil cuando faltaba gente que se dedicase; ahora sobran voluntarios. Además, me cuesta callar lo que pienso y esta forma de ser, aunque popularmente se valora como una virtud, para hacer carrera política es un defecto.
-No ayudaron, imagino, los resultados electorales de CiU en las municipales de 2003, en Sant Boi.
-Sí, efectivamente, los resultados fueron desastrosos. En Cataluña, CiU empezaba a pagar el desgaste y se vería luego en las autonómicas. Y siempre ha pasado, cuando ERC subía, nosotros bajábamos. Nos quedamos con dos concejales y ya ni tome posesión del cargo.
-¿A qué se dedica, entonces, actualmente y en dónde?
-Desde hace diez años vivo en “Lluminetes”, uno de los barrios de playa de Castelldefels; y cada día voy a trabajar a Sant Boi, al mismo despacho de abogados que fundé en 1987, en la calle Raurich 62.
-Permítame preguntarle por una cuestión que como político no es habitual: la familia. ¿Está casado y tiene hijos?
Sí, sí. Afortunadamente, todos están bien; vivimos juntos. Marta, mi mujer, con la que me casé hace 35 años, es maestra y trabaja en un colegio público de Castelldefels, cerca de casa. Mi hija Xana, es abogada y tiene su propio despacho, frente a los juzgados de Sant Boi; está especializada en derecho de familia.
-El año pasado el Colegio de Abogados le entregó una distinción celebrando sus 25 años de ejercicio profesional. En 1990, usted era el director de los servicios jurídicos de UGT de Catalunya, pero actualmente ¿qué tipo de asuntos atiende en su despacho?
Soy el director del despacho y damos servicio en todas las especialidades jurídicas. Yo, personalmente, me ocupo de coordinar y en este momento, superviso las demandas contra bancos: reclamo la devolución de las cantidades que han cobrado de más en las hipotecas; defiendo clientes a los que les han aplicado, indebidamente, cláusulas suelo.
-Esto de reclamar contra los bancos, también es en cierta manera una forma de hacer política, ¿no? Política de izquierdas.
-No. Es una forma de defender lo correcto. Desgraciadamente, en la actualidad, gobierne la izquierda o la derecha, se comportan igual ante la banca: con sumisión. Los grandes partidos están atrapados, condicionados: deben demasiado dinero; y cada día tienen que pagar nóminas, sedes sociales, campañas electorales…; demasiados dirigentes políticos de mi época están sentados hoy en los consejos de administración de las grandes empresas del IBEX 35, telecomunicaciones, constructoras, eléctricas o petroleras, todas participadas por la gran banca.
-Como persona conocedora de la política, ¿qué piensa de la crisis?
-El epicentro de lo que nos han presentado como “crisis” ha sido la reorganización del sistema financiero: una mayor concentración del capital. Y para llevarlo a término, las élites bancarias decidieron restringir el crédito a la mayoría de la población y con ello provocaron el empobrecimiento de millones de personas. Han arruinado miles de empresas y destruido buena parte de la fuerza productiva del país. Es una indecencia. Si los gobiernos hubieran priorizado salvar puestos de trabajo habrían asegurado el crédito a las microempresas. La refinanciación de la banca ha servido para concentrar aun en menos manos, el poder económico.
-¿No ha sido algo inevitable?
-No. Repito: una indecencia; porque además se ha hecho engañando a la población; a costa del dinero público de las instituciones europeas y de la pérdida de derechos de los ciudadanos: reducciones salariales y de prestaciones sociales. Y después de todo ello, los bancos, indisimuladamente, siguen sin cumplir su teórica función social: prestar dinero.
-Pero se han descubierto casos de corrupción en la gestión de algunas cajas de ahorro.
-El sistema de cajas de ahorro ha quedado destruido no por corrupción o mala praxis, si no por conveniencia de los grandes bancos que han tomado el control de todo el mercado. Han eliminado competencia; han concentrado su poder. ¿O es que se piensa que las prácticas bancarias de los Mario Conde, Ruiz Mateos, Moltó, Pagès ó Todó han sido diferentes de la del resto de grandes directivos de banca que siguen en activo y gozan de prestigio? La caída en desgracia no depende tanto de una mala gestión como de medir mal las fuerzas y equivocarte al decidir a quién te enfrentas.
La quinta esencia del sistema financiero siempre ha sido la especulación; se puede comprobar leyendo un clásico: “El crash de 1929”, de John Kenneth Galbraith; descubrirá cosas tan curiosas como que ya entonces quebró Goldman Sachs Trading Corporation, por las mismas prácticas que los ha llevado un siglo después, a volver a arruinar a miles de inversores. III