Ya no se trata de ir alternando en el gobierno un partido u el otro y cederle todo el poder para que haga lo que quiera, facilitando que atiendan más intereses partidistas que los problemas de los ciudadanos. Ahora hay que dialogar y llegar a acuerdos, por lo que es preciso desterrar de una vez por todas el frentismo, la España de rojos y azules, que durante tantos años ha protagonizado la política española.
Asumir esta nueva situación les está costando a los viejos partidos y, sorprendentemente, a algún partido que, siendo nuevo, está reproduciendo las dinámicas frentistas y partidistas del pasado. En cambio, C’s, desde el principio, ha sido garante del diálogo y el consenso; siempre hemos mirado de poner en positivo lo que nos une frente a lo que nos separa. El consenso, eso sí, se ha de construir en torno a las políticas y no el reparto de cargos.
España necesita reformas profundas que hagan que nuestro país vuelva a merecer la pena. Son muchos los retos: hay que trabajar muy duro para lograr una economía basada en el conocimiento que nos permita ser competitivos y generar un crecimiento de calidad; es preciso luchar contra la desigualdad, la pobreza y la exclusión, todos los ciudadanos han de recibir un salario digno por un trabajo digno y se ha de generalizar la contratación estable e indefinida; hay que corregir las disfuncionalidades de la organización territorial y la degeneración democrática que representa la partidocracia y la corrupción institucionalizada, a través de reformas institucionales profundas para lograr un estado más eficiente, transparente y democrático al servicio de los ciudadanos.
Estos propósitos son ambiciosos e implican cambios constitucionales, por lo que es imprescindible que se forjen en torno a amplios consensos, ya que representan una verdadera segunda transición. III