La madrugada del 26 de julio de 2008, un tiro seco despertó a los vecinos del barrio del Pedró de Cornellà. Nadie llamó a la policía. Un par de horas más tarde, los gritos de un hermano y de una madre acabaron de atolondrar la tranquilidad del vecindario. Entonces sí aparecieron policías y ambulancias. Dos patrullas de la guardia urbana; tres, de los Mossos d’Esquadra y una ambulancia ocuparon toda la calle. En la portería, un agente impedía la entrada a la vivienda. En la calzada, un hermano lloraba una muerte, mientras otro, totalmente paralizado por lo que había visto, se preguntaba por qué. Cuando todo pasó, cuando se confirmó que había sido una muerte voluntaria, la pregunta se mantuvo… ¿Por qué?
En esa ocasión, la muerte del padre del suicida, un mes antes; y su recaída en la drogadicción fueron los factores que motivaron el suicidio de un hombre de mediana edad y de nacionalidad española en Cornellà. En otros casos, la razón puede ser todo o puede ser nada. Según el último estudio de Los Efectos de la crisis económica en la salud de la población catalana, durante el 2013 –el último año del que se tienen datos- el Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña contabilizó 537 suicidios, la cifra más alta registrada hasta la fecha. De hecho, según dicho informe, desde el inicio de la crisis, las muertes por suicidio han crecido un 44’7%. Durante la presentación del estudio, la directora del Plan de Salud Mental, Cristina Molina, aseguró que el suicidio es un ámbito que se debe seguir trabajando, pese a que en Cataluña la tasa de mortalidad por suicidio continúa siendo baja en relación con la de otros países europeos.
Sin embargo, es evidente que la comparación con otros países europeos es absurda para una familia cualquiera que acaba de recibir la noticia de un suicidio de un ser querido. Casi ocho años después de esa fatídica madrugada del 26 de julio del 2008, esa familia de Cornellà no ha vuelto a celebrar Santa Ana. La madre sigue medicándose y uno de los dos hijos vivos, continúa bajo tratamiento psicológico. “Yo fui el que lo vio, yo fui el que vio a mi hermano sin cráneo y el que cogió a mi madre para que no viera la escena. No diré que sigo recordando esa imagen porque, por alguna razón, mi mente la ha borrado completamente de mi memoria. Sin embargo, durante muchos años, cada vez que pasaba por un contenedor de basura recordaba el olor del cadáver de mi hermano. No lo he perdonado, ni creo que lo haga nunca porque fue egoísta. Se quiso quitar de en medio y nos dejó mucho dolor. Otras veces, en cambio, me paro a pensar que matarse fue lo mejor que pudo hacer; pero inmediatamente después me siento mal por lo que estoy pensando… Mi hermano mayor se suicidó y mi hermano el mediano va a un psicólogo para, entre otras cosas, intentar entender por qué lo hizo. Yo he dejado de preguntármelo…”, confiesa un miembro de esa familia de Cornellà. El suicidio es algo devastador para una familia. En los últimos años, con el estallido de la crisis y según datos del último estudio del Departamento de Salud sobre los efectos de la crisis en la salud de los catalanes, ha aumentado el consumo de psicofármacos entre la población de 15 a 44 años. En cambio, ha bajado su consumo entre las persones de más de 65. Los psicólogos alertan que los hombres son más propensos a matarse que las mujeres. En Cataluña, durante el 2013, 1 de cada 1000 hombres acabó con su vida. En el caso de las mujeres, la cifra no llegaba al 0’3 de cada 1000. “No se trata de lo que uno espera de sí mismo, sino de lo que cree que piensan los demás de él. Los hombres tienen un rol de sustento de las familias muy arraigado en nuestra sociedad y, sin embargo, los hombres con trabajos primarios han sido uno de los colectivos más afectados por la crisis. Esto hace que sientan que han decepcionado a sus esposas, hijos o padres”, explica Laura Moros, psicóloga.
Ella misma menciona al presidente de la Academia Internacional de Investigación del Suicidio, el profesor Rory O’Connor, quien dice que las mujeres tienden a caer en depresiones, pero no se suicidan. “Según un estudio de este centro, la mayoría de los depresivos no se suicidan, así que la enfermedad mental no explica el suicidio. Yo creo que la decisión de suicidarse es un fenómeno psicológico que aún está por determinar”, puntualiza Moros. Además, es importante tener en cuenta que en nuestra sociedad, el suicidio es un tabú porque se considera un fracaso familiar. “Muchos piensan que si su marido o su padre se mató fue porque no supieron cuidarlo. Eso no es cierto. Hay muchos factores que motivan el suicidio entre personas estimadas por su familia”, excusa la psicóloga. III