La alcaldesa de L’Hospitalet, Núria Marín, ha sido elegida la nueva presidenta de la Red Española de Ciudades Inteligentes (RECI). En la asamblea anual de la asociación, Marín ha anunciado dos líneas de trabajo: impulsar la pluralidad y la transparencia, mediante la incorporación de la Red a la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP); e introducir el concepto de ciudad socialmente inteligente. En sus palabras: “Smart, sí, pero social también, para generar proyectos que sumen, que multipliquen la cohesión social y que garanticen derechos fundamentales”. Gran idea la de equilibrar lo smart con lo social, la tecnología inteligente con la inteligencia social.
Lamentablemente, el siguiente extracto de la nota de prensa me hace sospechar que entendemos lo social de forma diferente. Marín prosigue así: “Hemos de dar una respuesta a las expectativas de una población cada vez más exigente, diversa y heterogénea, que reclama una mayor calidad de los servicios y de los espacios públicos, mejores políticas sociales y, en definitiva, mayor bienestar y calidad de vida. Y lo queremos hacer aplicando soluciones sostenibles e inteligentes”. ¿Lo social se reduce a extender el bienestar y calidad de vida al mayor número de personas durante el mayor tiempo posible?
La asistencia a Innova, el salón de 4.000 m2 dedicado a la innovación, la investigación y las nuevas tecnologías, instalado en La Farga entre el jueves y sábado pasados, termina de confirmarme el desequilibrio existente entre lo smart y lo social, a pesar de los carteles que unen los dos conceptos. Prosigue Marín: “Estoy contenta de que Innova aterrice en L’Hospitalet, una ciudad que apuesta por la innovación, por el talento y la nueva economía”. Con la pela hemos topado.
La tecnología nos fascina. Un pequeño vistazo a la feria y encontramos artilugios que nos hacen la vida más cómoda y segura:una mesa de comedor que, a modo de puzzle, se convierte en redonda o cuadrada a gusto del consumidor; una carcasa de móvil que evita que alguien pueda grabarnos con la cámara de nuestro smartphone sin nuestro consentimiento; una especie de piscinas portátiles que, en realidad, son centros de spa; unos muñecos articulados con los que se puede aprender a bailar... Y unos zapatos que permiten cambiar la altura de los tacones con facilidad. A mi modo de ver, el póster promocional de la pieza femenina sintetiza la gran superstición de nuestra época: “Máximo confort y seguridad”.
El empate no nos vale
Me pregunto dónde ha quedado lo social, la inteligencia social. Esta semana hemos sabido que la actriz Nuria Espert, nacida en L’Hospitalet, ha ganado el premio Princesa de Asturias de las Artes. Curioso que no se haya mencionado ni organizado nada desde el Ayuntamiento, cuando el teatro es una de las artes más antiguas que existen para despertar el espíritu crítico de los habitantes de la polis, de la ciudad. ¿Porque esto también es inteligencia social, o me equivoco?
También ha pasado desapercibido el último encuentro del Fòrum de L’Hospitalet, titulado con el significativo lema “Vivir y convivir”. En una sala de unos 20 m2 ubicada junto a la Iglesia de Sant Ramon, representantes de diferentes confesiones religiosas han explicado cómo viven su espiritualidad y qué aportan a la convivencia. El lenguaje es completamente diferente al científico-tecnológico-económico. El moderador de la mesa, Joaquim Cervera, abre el acto con una cita de Martin Luther King: “Tu verdad aumentará en la medida en que sepas escuchar la verdad de los otros”. “Cuando yo cambie, el mundo cambiará”, cita el portavoz de la Associació Brahma Kumaris. “Si quieres romper una mezquita, rómpela; pero no rompas un corazón, porque Dios vive en el corazón”, añade el representante del Centre Islàmic Camí de Pau. En definitiva, como sintetiza la judía de la Comunidad Bet Shalom, “cada uno tiene su idea de Dios y lo importante es la acción. Da igual que reces tres veces al día. Si no hay respeto, no eres judío”.
Respeto. Esto sí que es inteligencia social, y de la buena. La prueba llega cuando ves que a la charla no acuden únicamente mujeres católicas de edad avanzada, sino también mujeres musulmanas. Y cuando una mujer católica se pregunta por qué el Islam considera a la mujer inferior al hombre y no se pierde la calma, sino que se dan explicaciones comprensibles –que no tienen por qué ser justificables-. Y el triple salto mortal llega cuando se cuestiona por qué los musulmanes no se están organizando para denunciar el terrorismo, y se admite que se va avanzando en ello poco a poco. Del bienestar hemos pasado al bienser, de la comodidad a la bondad. El logo del Fòrum lo dice todo: “Crear caminos de confianza. Poner en relieve experiencias liberadoras”.
Intuyo que las palabras de la alcaldesa y, por tanto, las intenciones del gobierno municipal, no van por aquí. Cuando se habla de ciudades socialmente inteligentes, se pone el acento en la necesidad de que todo el mundo disfrute de las mayores cotas de bienestar posibles. Y no me parece mal, siempre que no se haga a costa de otros y no se obvie que tener más medios materiales no nos hará más felices. No nos lo está haciendo. Por eso renacen viejas tradiciones espirituales o, tal vez mejor, surgen nuevas formas de desarrollar la inteligencia social, emocional y espiritual de las personas.
Más todavía. Me atrevo a pensar que este tipo de inteligencia está por encima de la científica-tecnológica, aunque sólo sea porque el ser humano ha podido vivir sin grandes tecnologías durante siglos, pero no puede sobrevivir sin amor. El equilibrio, el empate, puede valer para no descender de categoría en el fútbol, como le ha pasado al CE L’Hospitalet este fin de semana, pero hace mucho tiempo que sabemos que vivir no equivale a sobrevivir, y por eso vale la pena apostar por aquello de lo que no hablan los políticos, aquello que tú y yo guardamos en nuestro corazón y no mencionamos por pereza, temor, comodidad o vergüenza. Aquí sí que merece la pena aspirar a primera.