En “Mi amigo el gigante” se intuyen virtudes, en frases como “(…) Puedo oír todos los secretos que se murmuran en el mundo” que pronuncia el gigante BFG, pero que luego no se acaban de plasmar. Hay una cierta conexión con “Monstruos S.A” de Pixar en lo relacionado con el tema de los sueños. El final, con la aparición de la Reina de Inglaterra, parece disparatado.
El film se basa en un relato de Roal Dahl, titulado “El gran gigante bonachón”, publicado en 1982; fallecido en 1990 hay que recordar que es el autor, por ejemplo, de “Charlie y la fábrica de chocolate”, “James y el melocotón gigante”, “Matilda”, “Las brujas” o “Relatos de lo inesperado”.
Posiblemente la película gustará más a los niños que a los adultos.
El film arranca cuando Sofía, una niña huérfana con problemas para conciliar el sueño, una noche de las muchas en la se encuentra dando vueltas en la cama de su orfanato decide romper una norma y asomarse a la ventana, algo completamente prohibido en la estricta institución en la que vive. Desde su ventana ve algo completamente extraordinario: un hombre de un tamaño enorme que se asoma a las casas de la gente mientras duermen. Cuando el gigante descubre que una niña le está espiando, decide llevarse a la pequeña Sofía en la mano y viajar con ella al País de los Gigantes. La niña pronto comprobará que es una criatura con buen corazón. Sofía descubre que en su mundo el gigante bonachón es considerado un marginado por el resto de su especie debido a que, a diferencia de ellos, se niega a comer niños y niñas humanos.
El aprendizaje y la amistad sincera son dos de los temas relevantes del film.
Estoy bastante de acuerdo con la opinión de Carlos Boyero que ha escrito “(…) No me consigue transmitir la mínima fascinación hacía lo que está contando”.
En resumen, “Mi amigo el gigante” es un film distante, al que le falta emoción. La interpretación de Mark Rylance es notable, de lo mejor del film.
Spiellberg comentó que “(…) Me impactó el efecto que este libro (se refería, claro, a “El gigante bonachón”) tenía sobre mis hijos. Lo que quería era reproducir ese mismo entusiasmo en el espectador, sin importar su edad”. No lo ha conseguido.
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