Constantemente el discurso se convierte en una búsqueda de culpables y de defectos del contrincante o de aquel que no comulga con mis ideas. Evidentemente, una total carencia de mirada serena y reflexiva sobre uno mismo.
Desde esta perspectiva, se genera una crispación ausente de toda posibilidad de diálogo. Si sólo reconozco el defecto ajeno y justifico y maquillo el propio, la situación de igualdad no existe. Se convierte cualquier tipo de conversación en un frontón, donde no hay cabida a la gran virtud de “la escucha”.
No descubro nada nuevo, el ser humano arrastra desde siempre y sin esfuerzo ese ánimo beligerante, intransigente y carente de acercarse a la diferencia con ánimo receptivo.
¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?
¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Evangelio de San Mateo 7, 3 ss).
¡Qué gran necesidad hay del saber escuchar! Una escucha humilde Para reconocer mis equivocaciones, una escucha comprensiva para buscar lo positivo y lo común del otro, una escucha sincera y libre que pueda proponer y debatir sin acritud, una escucha desde el corazón y con mirada confiada, una escucha sin complejos de inferioridad ….. ni de superioridad, una escucha sin prejuicios, etc. El otro siempre puede sorprendernos. Resumiendo: para aprender a escuchar primero no debemos tener miedo a escucharnos y reconocernos nosotros mismos. El tú es una buena oportunidad para este sano ejercicio del conocimiento propio.
Viendo el panorama político que nos envuelve, fiel reflejo de la sociedad, es necesario una educación integral para aprender a escuchar y agradecer, al mismo tiempo, sin cláusulas restrictivas. Qué fácil es alardear de los defectos ajenos y olvidarse de las propias miserias. Venderá más, puede incluso recibir algún reconocimiento público … per que engañoso es vivir así, disfrazando y ocultando las debilidades propias. III