El reportaje empieza en una silla austera de despacho y acaba en una silla, pero de ruedas, inevitable protagonista para más de 250 jóvenes discapacitados que, cada semana, forman parte de la Escuela AFA de la UNES Unió Esportiva Sant Feliu de Llobregat. Tras ver como iniciaban el entrenamiento rutinario de los martes, no me pude resistir a enfundarme en una de las sillas y probar las sensaciones de un deporte como el baloncesto. Ya el hecho de avanzar se antoja una quimera puesto que no puedes botar la pelota con una mano e impulsarte con la otra porque giras. Debes alternar u optar por la otra opción, normalmente, la favorita: lanzarse la pelota hacia delante y darse impulso con las dos manos libres a la vez para llegar a recogerla. Lo de lanzar a canasta sin la ayuda habitual del tronco inferior es ya de punto y aparte.
Superación
Es una de las grandezas del deporte: crea, a partir de pequeñas frustraciones, la necesidad sana de superación. Un proceso que, sin duda, ayuda a vencer a los grandes retos que en ocasiones nos depara la vida como, en este caso concreto que nos ocupa, la adaptación a un mundo todavía hostil y con barreras para las personas con discapacidad. No obstante, la sensación personal más positiva fue que, en ese instante que compartíamos pista, nadie excepto yo estaba pensando en la silla. “Es duro quedarte en una silla, pero tienes que salir adelante. Y esto es algo divertido, me lo paso bien, echo el rato y nada… a disfrutar”, dice Manuel Magdaleno, de 27 años, uno de los nuevos del equipo. Él tuvo una lesión laboral: “Se me cayeron unos tableros encima y ya desde el primer momento vi que de cintura para abajo no sentía nada”. Tras 9 meses en el Institut Guttman de neurorehabilitación se decidió a empezar con el baloncesto en silla de ruedas y ya entrena con el primer equipo: “No se me dará tan mal”, bromea entre risas.
Por su parte, Patricia Gracia, de 35 años y vecina de Cornellà, es la veterana del equipo. Sufrió el virus de Guillaim-Barré, que le dejó paralizada entera. Estuvo tres años en silla de ruedas y otro de recuperación tras el que consiguió andar en caminador. Ahora hace dos años que forma parte de la Unió Esportiva: “Es una liberación para no estar pensando siempre en lo mismo. Ves a las personas que están en la misma situación que tú y que no eres menos que nadie. Te sientes que vales para algo y que no eres un objeto que estás ahí, que no sirves para nada, como muchos piensan de ti. Es, sobre todo, una vía de escape”, explica.
Independencia
De hecho, una de las cuestiones que más se valora tanto por parte del club como por sus jugadores es la independencia que se recupera: “Por aquella época mi hijo tenía dos años. Pasé, de repente, de ser una mujer madura, con trabajo, independiente, a una dependiente totalmente. Te tratan como a una niña, que si no te dejan salir, que si dime con quien vas, que te dejen en casa o te voy a buscar… Eso mentalmente fastidia mucho. Y, sobre todo, el ‘no vas a poder’. Es entonces cuando dices hasta aquí: y demuestras que puedes hacerlo todo por ti misma. Hasta hace un año no me fui a vivir sola con mi hijo. Ahora puedo hacer vida normal tanto como cualquiera”.
Un ejemplo
El éxito de la UNES Esportiva, que ya lleva 34 años en Sant Feliu de Llobregat luchando por que los jóvenes discapacitados practiquen deporte de manera normalizada, se ha trasladado ahora a la Escuela AFA. Nació también en la capital baixllobregatense hace cuatro años. Ahora, colaboran con nueve centros especiales u hospitales de toda la zona metropolitana: “Vimos que muchos jóvenes con discapacidad física o intelectual no querían competir, sino practicar deporte de manera lúdica. De aquí nace la Escuela AFA para dar servicio a aquellos centros de educación especiales o hospitales y que nos permita llegar a las familias”, explica Jaume Vilella, director de la Escuela AFA.
De esta manera, promueven una segunda vía que se suma al proceso de rehabilitación que ya se realizan en los centros especializados: “El niño mejora mucho más con el deporte que si realiza solo la parte rehabilitadora”, matiza. Y es así como ya mueven, como decíamos, a 250 jóvenes por semana. De hecho, el éxito es tal que, según ha podido saber El Llobregat, se exportará el modelo a centros a Castilla la Mancha gracias a un nuevo convenio de colaboración con la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). La Escuela AFA dará apoyo a jóvenes con discapacidad de la zona, principalmente de la provincia de Toledo, para incentivar el deporte adaptado e inclusivo. “Estamos muy contentos porque algo que nació con un espíritu muy local se está expandiendo mucho y que beneficia no solo a los jóvenes si no a muchas familias”, apunta Vilella. No obstante, pese a vivir la escuela y la entidad un momento dulce, todavía son muchas las dificultades. Entre ellas, la falta de adaptación de muchos equipamientos deportivas –ya antiguados e inaccesibles para personas discapacitadas- o la negativa por parte de un 70% de las empresas a las que acude la UNES para establecer convenios de colaboración: “No queremos que se nos relacione con discapacitados ha sido alguna vez la respuesta”, reconoce resignado Vilella. Dos barreras más que se suman a las tradicionales arquitectónicas y que, sin duda, son más difíciles de eliminar. III