El Papa actual expuso que “Nosotros no tenemos armas. Pero creemos en la fuerza mansa y humilde de la oración. En esta jornada, la sed de paz se ha transformado en una invocación a Dios, para que cesen las guerras, el terrorismo y la violencia. La paz que invocamos desde Asís no es una simple protesta contra la guerra, ni siquiera “el resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos, sino resultado de la oración”.
Reunir en Asís a personas de todas las religiones no es para hacer un espectáculo: es simplemente para orar y rezar por la paz. Además, el Papa escribió a todos los obispos del mundo para que tuvieran reuniones de oración, invitando a los católicos, a los cristianos, a los creyentes y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de cualquier religión, a rezar por la paz. Este encuentro tiene lugar después del asesinato de 84 personas en Niza, atropelladas por un camión, y del asesinato del sacerdote francés Jacques Hamel durante la celebración de la Misa. Si bien murieron muchas más persona en Niza, es importante reconocer que matar a un sacerdote de 86 años, degollándolo, filmándolo, en el interior de una iglesia y entrando cuando estaba realizando la ceremonia sagrada más importante, es un salto cualitativo importante.
El Papa ha recordado que en nuestros días hay más mártires cristianos que en los primeros tiempos. Nuestro siglo también es el siglo de los mártires, aunque estos no siempre ocupen las portadas de los medios de comunicación.
«No podemos cerrar el oído al grito de dolor de estos hermanos y hermanas nuestros que sufren por la guerra» dijo el papa Francisco. Además, preguntó: «¿La guerra está lejos? ¡No, está muy cerca! Porque la guerra nos afecta a todos, también la guerra comienza en el corazón: por esto debemos orar hoy por la paz», pidiendo «que el Señor nos dé la paz del corazón, nos quite todo deseo de avidez, de codicia, de lucha». Y «Dios es el Dios de paz, no existe un dios de guerra: el que hace la guerra es el maligno, es el diablo, que quiere matar a todos». Un gran deseo surge en estos encuentros, que los hombres y las mujeres de religiones diferentes, allá donde se encuentren, se reúnan y susciten concordia. Estamos llamados a liberarnos de desconfianza, fundamentalismos y odio. Que todos seamos artesanos de paz invocando a Dios y trabajando por los hombres. III