El mundo habla mucho sobre la “paz” y los políticos realizan grandes discursos sobre ella. En esta ocasión se reunieron para “orar” y reflexionar sobre este ansiado deseo y, a la vez frustrante realidad. La resonancia en los medios de comunicación no fue del todo generosa. No anhelo tan elevado y, al mismo tiempo, tan urgente no mereció el seguimiento informativo. No vende tanto como la corrupción o la prensa del corazón.
La paz no se consigue sin esfuerzo, no es una utopía, no se alcanza sin diálogo y justicia; pero sobretodo, la paz es la consecuencia de un corazón pacificado consigo mismo y con su historia. Recojo unas palabras del Papa Francisco, dirigidas a toda persona de buena voluntad que entienda la prioridad de este camino, comenzando por nuestro entorno más cercano:
“Paz, un hilo de esperanza, que une la tierra con el cielo, una palabra tan sencilla y difícil al mismo tiempo. Paz quiere decirPerdón que, fruto de la conversión y de la oración, nace de dentro y, en nombre de Dios, hace que se puedan sanar las heridas del pasado. Paz significa Acogida, disponibilidad para el diálogo, superación de la cerrazón, que no son estrategias de seguridad, sino puentes sobre el vacío.
Paz quiere decir Colaboración, intercambio vivo y concreto con el otro, que es un don y no un problema, un hermano con quien tratar de construir un mundo mejor. Paz significa Educación: una llamada a aprender cada día el difícil arte de la comunión, a adquirir la cultura del encuentro, purificando la conciencia de toda tentación de violencia y de rigidez, contrarias al nombre de Dios y a la dignidad del hombre.”
¡Ojalá! dedicáramos más tiempo y medios para construir una paz duradera y bien cimentada. Menos discursos vacíos e interesados ideológicamente y más propuestas y encuentros de diálogo y reconciliación entre personas de toda condición social, ideológica y “creencias”.
“Bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt 5,9). III