El acto ha sido organizado por Editorial Diëresis en el marco de la publicación del libro ‘Creo: aunque sea absurdo o quizá por eso’
Es un debate que se está perdiendo, como mínimo, entre las nuevas generaciones más marcados por el materialismo que no por lo espiritual, elemento que define al ser humano. Seguramente por ello, no sorprendía la elevada media de edad de los asistentes que acudieron al acto organizado por Editorial Diëresis en el Ámbito Cultural del Corte Inglés de Portal de l’Àngel de Barcelona para presenciar un auténtico cara a cara entre dos colosos del conocimiento, ambos colaboradores de El Llobregat.
En un ejercicio que prueba el amplio abanico que esta publicación ofrece desde el punto de vista informativo, pero también opinión, siendo así El Llobregat un reflejo transversal y equilibrado de la sociedad, el cara a cara contó, por un lado, con el periodista y escritor hospitalense Jesús Vila, ateo hasta la ceja y que pone, como mínimo, en cuestión lo que los creyentes dan por hecho; y, por otro, con el Doctor en Filosofía y escritor, también de L’Hospitalet, Antonio Fornés, autor recientemente del libro ‘Creo: aunque sea absurdo o quizá por eso’, en el que, a modo de ensayo, recupera el debate de la transcendencia y en donde se declara abiertamente creyente y cristiano.
La importancia de preguntarse
De la misma manera, el cara a cara ha servido para poner sobre la mesa una cuestión que, como mínimo, se ha perdido colectivamente, aunque como decía Vila para El Llobregat “todos nos hacemos, en algún momento u otro, estas preguntas”. Con este objetivo, el debate se ha dividido en tres bloques para hablar de la creencia de Dios, de la necesidad de creer y de su instrumentalización.
Así, Vila lo dejaba claro desde un inicio: “Los que no creemos o creemos que no hay nada, somos igual de felices que los que sí creen. Simplemente, creemos que venimos de la nada, nacemos, pasa un tiempo y volvemos a la nada”. El periodista habló del colectivo ateo, como un colectivo tradicionalmente minoritario, inmerso en “una situación precaria” frente a la importancia de la religión y quiso matizar la definición del movimiento, desde su punto de vista personal: “Nosotros no predicamos la conversión al ateísmo. No somos tampoco predicadores de la no existencia de Dios. Solo planteamos la duda”.
Por su parte, Fornés destacó la importancia de cuestionarse estos temas: “Vivimos en un mundo donde sobrevaloramos las respuestas. Y se pregunta muy poco. Y no hay otra pregunta que la de Dios”. Una pregunta que automáticamente deriva a la transcendencia del ser humano y el sentido de nuestra existencia. “La transcendencia, lo divino, ha desaparecido. Y quien no se pregunta por Dios, no se pregunta por el arte, por la cultura… Es una vida sin poesía”, zanjaba. En este sentido, y entrando en el segundo bloque, Fornés fue contundente al exclamar que “podemos ser ateos, pero no sin consecuencias. Siendo ateo, la vida se convierte en un absurdo estadístico. Sin Dios no hay esperanza; sabemos que no hay apuesta y que la cosa acaba mal”.
Vila considera, en cambio, que el ser humano acaba dibujando una explicación que hace de efecto placebo ante la ineludible muerte: “El creyente se inventa una situación previa que encaja con una situación posterior a la muerte”.
Dios, la religión y el poder
Como no, teniendo en cuenta que la religión ha ocupado los mayores estamentos del poder, el debate acabó con la instrumentalización de la figura de Dios. “Lo que ocurre de manera habitual es que las ideas se convierten en doctrinas y las doctrinas en ideología. Y las ideologías son siempre utilizadas por el poder […] Cuando se institucionaliza la religión y se hace ideología, se convierten los criterios para dominar la hegemonía en su contexto”, ha dicho Vila.
En este sentido, efectivamente, Fornés ha reconocido que “las religiones están formadas por hombres y que los hombres son de barro”, pero ha alejado esta realidad de la figura de Dios: “Esto no habla de Dios”. En cualquier caso, Fornés ha defendido el papel histórico de la religión: “La balanza de la religión en la historia es más positiva que negativa. Sin el cristianismo, la cultura occidental no existiría. Sin cristianos no habría ciencia, ya que surge de la idea recuperada del Cosmos. En Oriente, por ejemplo, consideran que no somos capaces de entenderlo y, por tanto, no hay ciencia, hay silencio”.
Curiosa paradoja que derivó, finalmente, con la complicidad del público asistente, que expuso temas como la reencarnación, el perfil revolucionario o resignado de los creyentes cristianos o el papel social de la religión como ordenador para evitar el caos.