A pesar de su poca salud, trabajó para EL LLOBREGAT con ilusión.
La vida da muchas vueltas: años antes de estos últimos, había trabado relación con Jordà por motivos políticos; en 1995, hacía años que yo me había retirado de la actividad pública; Toni Jordà me propuso entonces incorporarme a su candidatura en las elecciones municipales al Ayuntamiento de Sant Boi. Acepté. Eso me permitió tratarlo diariamente durante cuatro años y me confirmó la impresión que tenía de antes: Toni fue un político de vocación, tenía criterio y cualidades; pagó caro sus defectos; si no los hubiera tenido, hoy probablemente continuaría siendo un político de referencia a nivel nacional.
Con todo, creo que ha sido el político convergente más relevante en el Baix Llobregat. Posiblemente su etapa como director general de ADIGSA, la empresa pública de la Generalitat de Catalunya, fuese su mejor época política.
Ejerció el poder ayudando a cuantos pudo, a centenares de personas. Es posible que el lector piense que eso es algo natural en todo político. No. No lo es. No es frecuente toparte con políticos dispuestos a tomar decisiones para solventar problemas; lo aconsejable en política es no decidir nada, que es la forma de equivocarse menos. Y ya se sabe, el que no se equivoca, sigue. Toni Jordà se equivocó mucho, pero mientras pudo, ayudó a mejorar la vida de muchos.
En el tanatorio de Sant Boi, despedimos a Toni Jordà el 30 de diciembre; lo despedimos casi con el fin de año. Viendo la sala de ceremonias, pensé: el poder solo se conmueve ante el poder. Si ese último viernes de 2016, Toni aun hubiera sido miembro del ejecutivo nacional de CDC o diputado, como lo fue, seguro que una pléyade de políticos en activo habrían acudido a su despedida. No fue así. Lo despidió su esposa, sus hijos, su familia; los amigos de siempre, algunos políticos de referencia, pocos en activo, la mayoría jubilados.
De Sant Boi vino mucha gente que le quería; gente de su confianza, incondicionales de siempre. No faltó nadie; como si él mismo, insistente, los hubiera convocado a una asamblea importante. Hasta vino alguno que quiso dar testimonio público de su piedad, aunque en vida le negó su ayuda (“sí Toni, no sonrías: ya me conoces; soy menos diplomático de lo que tú fuiste. Además, ahora me lo puedo permitir y sabes que tengo razón; en esta ocasión, si hubieras podido, hasta tú se lo habrías recordado, ¿no?”).
El pasado 30 de diciembre de 2016, en el tanatorio de Sant Boi, me despedí de un colaborador de esta publicación; despedimos un amigo, y, sobre todo, un buen hombre. Hizo lo que pudo mientras vivió. Y eso no es poco. III