Era 2010. Tenía entonces 50 años de edad. Nacido en Argentina, pero vecino de Cornellà desde 2004, Helios Edgardo Quintas Díaz era una persona que podríamos considerar de un perfil tipo. Trabajaba como inspector del gas para Applus+ y era voluntario en la ONG OÍDE, que cofundo junto a otros descendientes españoles de todo el mundo que habían emigrado a España.
Pero algo empezó a ir mal. “Arrancaba por la mañana -muy temprano- y todo el día estaba acumulando bronca. Tenía muchos problemas en la ONG, discutía mucho y sin sentido porque todos éramos voluntarios; e igual en el trabajo. Era como una bomba de tiempo”, explica Quintas. Empezó a acudir al psicólogo y ésta ya le dijo: “Tienes que parar e iniciar un tratamiento: tienes depresión”. Pero él no hizo caso. Hasta que una fuerte discusión con “los abuelos” le hizo pisar el límite y reflexionar: “Fue el detonante. Me hizo ver que algo ocurría y que tenía que dar el paso al frente. Me mostró una cara de mi persona que no reconocía.
Me sudé todo y durante un par de minutos me olvidé de lo que estaba pasando. No recuerdo, de hecho, lo que ocurrió desde que me fui de mi casa hasta la plaza. Ahí me dije: tengo que parar”.
Y, efectivamente, tal y como decía su psicóloga: Helios sufría depresión. En concreto, una mayor, tipo con la que, como explica, “puedes tomar una mala y grave decisión en cualquier momento”. Ahora, un lustro después, recuperado totalmente de esta enfermedad, ha decidido publicar el libro ‘Momentos de lucidez: cómo superé mi depresión’ con el que relata su experiencia personal con el único objetivo de ayudar a otras tantas personas que como él sufren algún tipo de depresión en silencio y como si fuera un tabú.
De hecho, esta obra, que se presentará en Cornellà el próximo 20 de enero en el Citilab, pretende ser un llamamiento, sobre todo, para que los profesionales y especialistas relacionados hagan un paso al frente y se dialogue: “Podemos morir de cáncer, por una cardiopatía, en un atentado, en una guerra; pero también de depresión. Lo más importante es que tiene cura. No tenemos que pensar que hablar de la depresión es negativo. Al contrario. Nos hace mejorar”.
Terapia completa
El periodo de tratamiento de Quintas duró desde 2010 a 2011. Este periodo conllevó, además de una terapia psicológica, un tratamiento farmatológico de cinco meses: “Las depresiones normalmente llevan dos años, porque se tienen que tener en cuenta las recaídas, que pueden ser peores que el propio tratamiento”. En este sentido, el autor de la obra califica de fundamental el diagnóstico de la enfermedad y el ser conscientes de ello. Es lo que permite realizar un tratamiento que tiene que contar con estos dos pilares: el farmatológico, para todas las cuestiones fisiológicas –“que se sufren muchas: desde insomnio, dolores estomacales u obsesiones”-, y la terapia. Y es que “la causa de tu propia depresión no se descubre con la medicación. Al final, se trata de cambiar el enfoque a la hora de mirar las cosas”.
En el caso de este vecino de Cornellà, habla de su manera de ser como una de las principales causas: “La principal es lo que le llamo el filtro histórico o creencias. Aquellas cosas que tienes aprendidas desde pequeño, desde la base; te armas de algunos comportamientos que no hay manera de cambiar y la vida te demuestra que tienes que cambiar. El más doloroso y el que más me hizo sufrir fue que yo era muy solidario. Pero mi depresión fanatizó mi solidaridad. Y quería que todo mi entorno fuera igual de solidario. No podía entender que el resto no fuera como yo; y eso generaba mucha frustración”.
Enfocar
Esto tiene que ver con la triple aspa de la que Quintas habla para los mecanismos de interpretación. Este proceso se fundamenta, tal y como explica en el libro, en tres ejes: el pensamiento, los sentimientos y las situaciones. Al fin y al cabo, lo que tira del carro es el pensamiento; y la depresión lo que hace es que todos sean negativos: “Es como si tuvieras en manos de un robot que en todo momento te hace tomar malas decisiones”. Esto deriva en malos sentimientos y situaciones; y, lo peor, en un circuito que se complica progresivamente y en el que hay que saber ser consciente y decir basta.
“El peor enemigo era yo mismo”, dice Quintas. Primero porque se ponía retos y objetivos que no podía cumplir y, segundo, porque se menospreciaba constantemente: “Era permanente el decirme que era un inútil; que no valía para nada; que eras un tramposo; un mentiroso; que vivía a costa de los demás”.
En este sentido, reconoce, que de entre los momentos más difíciles de la enfermedad fue el asumir que tenía que tomar medicamentos; el dejar de trabajar; pero, también, el asumir que había fallado en cuestiones que se tenía que perdonar para seguir en adelante. De hecho, tuvo una recaída, precisamente, por el sentimiento de culpa en infinitas decisiones de su vida.
Compartir
Entre el 8% y el 15% de la población sufrirá alguna depresión a lo largo de su vida; 350 millones la sufren en todo el mundo; en Europa, esta causa representa el 7% de las muertes prematuras. Son solo algunos datos que demuestran que, según defiende Quintas, “es como si fuera una epidemia y un problema de salud pública”.
Por ello, emprendedor desde nacimiento, ha decidido explicar su experiencia y compartirla: “Hay que insistir porque habrá vidas que se salven”. Además, ha iniciado un foro en su página web al que invita a los profesionales a poner luz a la actual situación de tabú sobre la enfermedad e impartirá diferentes talleres especializados con grupos de trabajo de familiares en los que se trabajará, por ejemplo, sobre cómo dialogar con personas con depresión de una manera no invasiva. III