María José Malia, de 56 años y vecina de Sant Just Desvern, ha sido, con RTVE, directora del programa ‘Barcelona Olímpica’, en 1991-92; coordinadora de Barcelona’92; y editora de los últimos cinco Juegos: Sydney, Atenas, Pekín, Londres y Río.
Actual directora de Teledeporte, por tercera vez, no duda al asegurar que los de Barcelona fueron los mejores: “Fueron los mejores porque los viví muy intensamente. Con los preparativos en ‘Barcelona Olímpica’, porque era mi ciudad, por llegar cada día al ‘International Broadcasting Center’ de Plaza España y ver la fuente de colores... Tocabas las Olimpiadas, las veías. Fue como ver crecer un hijo”, nos cuenta Malia desde su despacho, en RTVE de Sant Cugat, una de las zonas que más crecieron, también, con los Juegos, con el Centro de Tecnificación de la ciudad.
“Soy una reportera nata y Barcelona’92 me permitió hacer tres cosas que me gustaban: me ofrecieron ser asesora de realización en gimnasia, tanto rítmica como artística, lo primero que hacía de 8:30 a 13:30. Entonces hacía mis reportajes. Y, cuando acababa, hacía de coordinadora del programa especial de Olga Viza y Matías Prats”, explica, rememorando la larga jornada que se hacía, sin problemas, por la voluntad y la ilusión que se derivaban de aquellos Juegos.
En total, se calcula que fueron unos 13.000 medios acreditados, 5.000 de prensa escrita y 8.000 audiovisuales de todo el mundo, que acudieron a la cita.
“Una locura para entonces […] Ahora que se dice que los de Tokio serán los Juegos más tecnológicos, los de Barcelona’92 fueron los Juegos de los medios de comunicación”, apunta Malia. “En televisión, dispusimos del nuevo sistema SX y no con el ‘Betacam’ de la época y, por tanto, con una calidad de imagen más buena. Y, por ejemplo, de diarios, el Mundo Deportivo hizo un cambio tecnológico. Cuando hay un acontecimiento como este, se desarrollan las nuevas tecnologías”.
Menos periferia
Pero el desarrollo de Barcelona’92 no solo supuso un avance en la modernización de la ciudad, sino la apertura de la ciudad condal al mar, a su área metropolitana y al mundo. “Cuando decías que vivías en L’Hospitalet o Sant Just parecía que vivías en el culo del mundo. Se produce un acercamiento que acaba con limitaciones que, en ocasiones, son solo una calle, como Riera Blanca. El Baix Llobregat y L’Hospitalet dejan de ser periferia y ciudades dormitorio. Empiezan a descubrir, por ejemplo, con la construcción del Canal Olímpic, ciudades como Castelldefels, que solo era conocida por la verbena de Sant Joan”.
De la misma manera, a nivel deportivo, la designación de Barcelona como sede olímpica, en el año 1986, impulsa la proyección del deporte en el país: “Hasta 1986, lo máximo que había logrado España, a nivel deportivo, eran seis medallas en Moscú 1980. Jordi Llopart (El Prat de Llobregat, 1952), que fue plata en los 50 km marcha de Moscú y la primera medalla olímpica en atletismo, era un tipo totalmente autodidacta, que se hizo así mismo corriendo por el río Llobregat y El Prat, sin ningún tipo de metodología ni nada. Aquí no éramos, tecnológicamente, como la UR.SS, Estados Unidos o, incluso, Inglaterra o Francia. Éramos muy pobres y primitivos”.
La apuesta por la construcción de los centros de tecnificación, el fichaje de entrenadores y profesionales extranjeros es lo que hace que, finalmente, se logren las 22 medallas y, aún más importante, poner la primera gran piedra para el deporte del futuro, algo que se institucionaliza con las nuevas becas del Plan ADO.
Todo esto fue, en cualquier caso, posible gracias al consenso institucional que se logra, a partir del gran artífice de los Juegos, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, que supo “unificar a todos los estamentos políticos, sociales y deportivos”. Todo salió rodado. III