-Los políticos continúan alimentando la crispación. En la última “moción de censura destacan los enfrentamientos y la dialéctica poco respetuosa entre los mismos parlamentarios, que aquellas propuestas constructivas y de consenso. El arte de la política se ha convertido, en vez de construir puentes, en destruir al adversario. ¿A quién le interesa este clima? ¿Quién puede encontrar rentabilidad en el odio hipócrita y la “risita fácil”? ¡Solucionemos los problemas sociales entre todos, como un imperativo moral! No perdamos el tiempo en disputas “barrio bajeras” y construyamos un climax que favorezca el beneficio del as personas y no la pancarta fácil y televisiva.
-Los falsos mesianismos.- Nos prometen en un futuro inmediato la solución de los grandes problemas y sufrimientos. Nos dicen con todo alarde de presencia mediática “la inmortalidad”, la erradicación de la pobreza, el descubrimiento de nuevos planetas habitables, la curación de todas las enfermedades, … Y mientras tanto , en el presente, la cruda realidad es deprimente: muertes de refugiados, guerras silenciadas, injusticias ofensivas para una mínima sensibilidad moral, falta de conciencia distributiva, leyes que obedecen a los “lobbies” de poder en detrimento de la mayoría de la población, diferentes “baremos” para indignarnos con las muertes de personas según la nacionalidades de los individuos, la destrucción de la familia y nula defensa de ellas, … Menos ciencia ficción y más respuestas a los problemas de la sociedad y, en especial, de los individuos.
-La violencia dialéctica y física va “in crescendo”. En nombre la “libertad de expresión” se insultan ideas y personas. Las redes son un buen caldo de cultivo y a la vez un termómetro para observar estas realidades. Insultos y faltas de respeto, burlas y menosprecios, se convierten a menudo en el diálogo de algunas personas proponen desde el anonimato. Sus cobardías y complejos encuentran en estos medios un lugar de expresión de su malestar y su agresividad. Siguen apareciendo noticias sobre la violencia hacia las mujeres, hacía los padres, en el fútbol, entre los jóvenes pandilleros…, y últimamente quiero destacar el ataque miserable hacia una monja, rompiéndole la nariz con la única argumentación: por ser monja.
Podría ser una anécdota puntual pero, también, podría ser síntoma de algo más peligroso: la falta de respeto ante la diferencia de creencia.
Estos días con gran repercusión mediática y política se ha visibilizado “el orgullo gay”; al paso que vamos tendremos que visibilizar con orgullo también los derechos de todos aquellos que no seguimos lo políticamente correcto o el pensamiento único impuesto por grupos de enorme influencia intelectual y mediáticos.
¡Viva la diferencia, viva el respeto hacia estas diferencias, en igualdad de condiciones en su presencia social!