La cifra de muertos sólo nos afecta, especialmente, cuando acontece cerca de nosotros, pero la triste evidencia es que se ha convertido en una amenaza global. Me ha sorprendido el número de expertos “islamistas” que han aparecido en los medios de comunicación, comentando y aportando sus reflexiones sobre estos atentados. Encontrar una explicación racional ante semejante barbarie no parece fácil, ni asumible para una sociedad que busca los problemas y las respuestas fuera de sí misma, sin autocrítica ni revisión humilde.
Las condenas de toda índole, la movilización ejemplar de los servicios policiales y de emergencias, la concienciación y sensibilización de la población es un signo de esperanza cara al futuro, pero insuficiente sino revisamos la heridas sangrantes de este mundo. Os propongo unas preguntas abiertas para todo ser humano de “buena voluntad”:
1.- Estos monstruos terroristas no son fruto espontáneo y casual. ¿Quién o quiénes se encargan de alimentar sus odios, venganzas e instintos criminales?
2.- ¿Qué tipo de personas, jóvenes o no, son las candidatas más frágiles para ser reclutados? ¿Qué grado de marginación hay en sus integrantes?
3.- ¿Qué papel juegan sus familias, sus círculos de amigos y las mezquitas para detectar el grado de fanatismo terrorista?
4.- El mundo occidental, donde estamos incluidos, ¿es consciente de que para estos individuos estamos en guerra, donde su único objetivo es nuestra aniquilación o destrucción?
5.- A nivel más global, ¿nuestros jóvenes (no olvidemos que los terroristas de Barcelona eran jóvenes) que valores están recibiendo?
Al día siguiente del ataque terrorista, un político catalán muy conocido expreso lo siguiente: “Sólo nos queda el amor”. Un deseo loable y que todos deberíamos compartir a lo largo del año. Es curioso como este político durante sus comparecencias parlamentarias se caracteriza por fomentar un ambiente crispado y amenazador.
El amor es el arma más poderosa para combatir cualquier lacra de la intolerancia, de odio o de venganza. ¿Pero qué amor? El amor “buenista”, sentimental o emotivo muy dado en la cultura actual o el amor misericordioso, fraterno y generoso de largo recorrido. Uno nace de la sensación, el otro nace de un pleno convencimiento de que este amor sólo puedo pedirlo, acogerlo y compartirlo.
El amor es la única razón de por qué y para que vivimos y existimos. Ante esta ausencia, los espacios son cubiertos por las ideologías excluyentes, de confrontación continua y de superioridad moral en sus planteamientos. Recogiendo una cita de los Evangelios, sólo cabe una afirmación: el amor no es una teoría o una expresión dialéctica, es una forma de vida para compartir y proponer sin excluir a ninguno, así nos lo enseñó un tal Jesús de Nazaret: En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros. (Juan 13, 35)” III