El día 5 de septiembre el PSC y Cs habían anunciado en ruedas de prensa su oposición a lo propuesto por Marta Rovira (ERC), y la ”Ley del Referéndum” pero serían declaraciones retóricas y evasivas ante las preguntas concretas. Llegó el día 6 com más de doscientos invitados: periodistas, técnicos, platós de televisión, radios, salas de maquillaje, cableados, micros y “overbooking” en todas las dependencias. Muchos VIPS.
Los medios estaban porque principiaba un nuevo intento real para separarse de España. Gran noticia. Primera plana. Cataluña lo había intentado en 1641 (6 días y luego cambió España por Francia 10 años de mal negocio); en 1873 (2 días); en 1931 (3 días); en 1934 (un día con diferente fortuna y como reacción al mal gobierno central). Ortega habló de conllevanza con el problema catalán y de tendencias centrífugas territoriales en momentos de crisis nacional. ¿Sería cierto en este caso último?
Un mal ajuste regional y fiscal por demografía, la poca incidencia sustantiva en Madrid desde la etapa Mas (compárese con vascos y canarios), la crisis económica mal resuelta y el malestar de la política UE de recortes dirigida por Alemania. ¿Lo explicaba?
En la sala de plenos, ya rota la plácida coexistencia del Govern con una oposición desconcertada por la entrega de una coalición burguesa a la CUP de extrema izquierda con 10 votos. La corrupción y sus secuelas ¿explicaban el pacto?
La CUP impuso su ritmo y calendario, los ceses de cargos y puede que hasta la papeleta con pregunta. Y el “procés” culminó en una sesión maratoniana en que el mejor parlamentarismo filibustero se desarrolló, con interrupciones, pausas, censuras reglamentarias, desafíos a las leyes, normas y letrados; pero sí al final venció la voluntad sobre la razón. Así de fácil. ¿Desespero? No, tics, rictus amargos, fatiga, gritos, que no insultos, no era Turquía, ni Italia, no.
Muchos opositores a la Forcadell se quedaron sin voz, con el micro apagado por la presidenta, que probó en muchos momentos desconocer el reglamento. El personal auxiliar salió a las 4,30 de la mañana. El bar restaurante tuvo una recaudación histórica.
El gobierno Rajoy y la brigada Aranzadi de Dña. Soraya iban “despacito” amagando, judicializando, pero sin resolver aún el creciente embrollo. Las loas al momento histórico: a cargo del moderado Corominas (JpS) y una oradora “pasionaria” Ana Gabriel (CUP). Los lamentos: Arrimadas (Cs) se quejó de las élites profesionales de la política que se creen inmunes a la ley, e hizo un guiño a los convergentes moderados… García Albiol (PP) añoró a Tarradellas y glosó la antigüedad del Estado español, de nuevo en peligro.
Iceta (PSC) habló de ruptura de la unidad civil de Ferrater Mora, pero calló su “oferta” en secreto de aprobar el referéndum en trámite ordinario y aplazarlo para Noviembre. Olvidó a Gaziel y Vicens-Vives. ¿Para otra vez?
Los ‘podemitas’ muy desunidos ofrecieron lo mismo que Iceta y una abstención final decisiva, mientras PSC, PP y Cs se ausentaban finalmente del hemiciclo. Un soniquete común a todos, el 1-O no servirá, alguno bromeó fuera: sería un 1 a cero. ¿para quién? Dentro se oía los “Segadors”.
Siguieron firmas, fotos, “selfies”; se llegaría a la independencia ¿vía administrativa o en la calle? Abajo en el bar un bronceado camarero intentaba sisar 10 euros a un obrero de su billete de 50, fracasó. Trilero se oyó.
Fuera unos escasos irreductibles celebraron la votación. Más allá en un kiosko del parque un grupo de jóvenes bailarines bailaban tangos de manera alegre y perfecta. Era de noche y en algunos lugares de la ciudad llovía.
Otro intento independentista que duraría horas, semanas… tal vez lo que vendría después no sería un buen asunto. Las discrepancias sobre el futuro ejército catalán entre los burgueses y la CUP auguraban conflictos de intereses, entre otros muchos. Y es que las desuniones pueden llevar muy lejos. Y quedarte sin voz, ni micro para quejarte. Un día antes se había suprimido el Consell Comarcal del Barcelonès envuelto en deudas y estafas. Un gran tema real casi desapercibido.