Cuando tuve los libros de las materias en mis manos los abrí con curiosidad y pavor. Lo primero que se me pasó por la cabeza fueron todas las horas que pasaría sentada hojeando esos dichosos seres. Eso no quiere decir que no me guste estudiar, al contrario, pero es inevitable que la inseguridad no se apiade un instante de mí.
Los nervios del día anterior
El primer pensamiento de la mañana ya estaba entrando en clase, a pesar de que aún me quedaba el último día de descanso. Aproveché las horas haciendo aquello que me apetecía para despejar mi mente y entrar plena de ganas. Conocer compañeros nuevos, reencontrarme con viejas amistades, ver los profesores de cursos pasados, estudiar nuevas materias y profundizar en otras.
Preparé la mochila con antelación y poco material, lo justo para hacer los primeros apuntes. Me acosté temprano, porque imaginé que, como pasaba todos los años, daría vueltas en la cama un par de horas hasta dormir un poco. Soñé también en cómo imaginaba el día, incluso que se incorporaban en mi instituto personas que en la vida real no podrían. También que mi despertador no sonaba y no podía asistir al primer día. Por suerte fueron sólo eso: sueños.
Presentación de bachillerato
Desayuné algo ligero por los nervios que hacían doler mi barriga. Me vestí sencilla, no dediqué mucho tiempo en mi atuendo, al fin y al cabo no es una pasarela de modelos. Llegué puntual, pero como siempre se retrasaron en dejarnos entrar en el centro. Tanta puntualidad que exigen y sin embargo ellos no la cumplen, irónico.
Por lo que me han dicho suele pasar en todos los institutos, pero es algo que me molesta porque son quince minutos perdidos en un banco no muy cómodo. Primero dijeron los nombres del científico-tecnológico, después los del social-humanístico. Conocía el 95% de todas las caras; ¿conocerían ellos la mía? Realmente no me importa mucho, soy social pero me considero muy selectiva con mis amistades.
Mi principal objetivo es estudiar, no ser la más popular del barrio. La presentación se me hizo pesada, de tan realista que era dolía. Pero contar falseríos sería cosa de niños pequeños y nosotros ya hemos crecido un poco. Una vez en el aula con mis nuevos compañeros la tutora hizo una nueva presentación. Unas horas más tarde tomamos apuntes sobre datas de exámenes y criterios de evaluación e incluso hicimos una pequeña prueba.
No ha sido un día exigente pero sí tedioso. Todo parece tan riguroso que con el primer día todo me parece ya una montaña de arena. Sólo espero saber distribuir mis horas de estudio y poder dar lo mejor de mí aprobando. Que me sea leve.