Ayer habló el rey en televisión. Un tweet divertido de hoy, que me han hecho llegar a primera hora de la mañana, se quejaba de la dureza del cambio climático que ha propiciado un mensaje del rey de Nochebuena avanzado al mes de octubre. Ese ha sido, también para mi, el mensaje del rey: un discurso inane, lleno de lugares comunes sobre las leyes que nos rigen, el respeto a la Constitución y la fuerza del Estado.
Algo parecido a lo de Navidad, pero con la solemnidad impropia de los duros momentos que se viven. Así como la locución de su padre en la madrugada del 23-F aclaró el controvertido terreno de los acontecimientos —y muchos coincidieron que eso salvó la democracia y lo catapultaron a él a una injusta fama mesiánica—, el discurso de ayer sólo reforzó la idea de lo que viene diciendo el gobierno desde el primer día: que fuera de la ley no hay perspectivas.
Ni es un discurso que pasará a la historia, ni es un discurso que salvará nada. Su contenido anodino, sin embargo, quizás encierre un último mensaje: desde la cúpula del Estado hay permiso público para echar mano de la contundencia total. Lo cual, lejos de ser una buena noticia, es un mazazo para quienes todavía pensábamos que un poco de juicio en las alturas sigue siendo imprescindible.
Contundencia total. ¿Y que es eso? Soy incapaz de darle dimensiones a la amenaza, después del ridículo del gobierno del PP del 1 de octubre donde aseguraba que no habría urnas, ni papeletas, ni gente votando, con la misma contundencia de las imágenes que íbamos viendo mientras escuchábamos el mensaje, donde ocurría exactamente todo lo contrario.
DUI tras el 6 de octubre
Y, sin embargo, es evidente que algo pasará tras la declaración unilateral de independencia que se prevé para los próximos días. Por cierto, no el 6 de octubre, para no despertar a los fantasmas dormidos, sino probablemente entre el sábado y el martes. El 6 de octubre del 34, recordemos, el president Lluís Companys declaró el Estado catalán, dentro de la República Federal Española. Y se armó la de dios con una derrota dramática que marcó la historia de la Catalunya republicana. Hoy, hay que reconocer que el soberanismo tiene estrategas bastante más potentes y sobre todo un aparato de creación y transmisión de mensajes extraordinariamente eficaz, que las universidades estudiarían en detalle si fueran fábricas de ciencias y no de oportunismos. Estrategas y propagandistas —dicho sea con el máximo respeto y reconocimiento al éxito— que se atreverán directamente con el Estado catalán a secas, sin federalismos ni otras zarandajas.
Algo pasará. Y probablemente nada bueno para el común de la ciudadanía porque estas cosas de la creación de Estados sólo tienen dos maneras de nacer: de la violencia de las batallas y de las revoluciones, o del acuerdo bilateral para poner orden en el complejísimo sistema de resoluciones, medidas y reglamentaciones que hay que dictar para impedir el caos, la ruina y el desconcierto en una nueva realidad política. Aquí, está visto, no parece que haya materia substantiva ni para lo uno ni para lo otro.
Para quienes se engañan: no hay revolución en Catalunya, porque no ha existido revolución conocida sin el uso de la fuerza, de la razón de la fuerza y no de la fuerza de la razón. Y no hay acuerdo bilateral, desgraciadamente. Ergo, salvo que las nuevas experiencias nos iluminen —y ya no descarto nada—, no se acaba de ver por ningún lado un asomo naciente de Estado real.
El independentismo, aventajado
Pero ya veremos. Ya digo que el independentismo en Catalunya hace mucho tiempo que ha ganado el discurso y ahora está ganado los tempos y los movimientos. Si nos fijamos bien, con la de actividad política que ha habido desde el 2012, lo único que se le recrimina internacionalmente al soberanismo ha sido la violentación de las leyes del pasado 6 de septiembre. Algo, absolutamente indispensable para poder llegar a donde ahora estamos, puesto que sin un instante de ruptura con el Estado no es posible llegar a la DUI. Ahora será la DUI el punto exacto de colisión con Europa, pero sin DUI no hay manera de que nadie tome en serio el agudísimo proyecto de secesión. El problema, ya digo, no es la DUI. El problema es, en mi opinión, la construcción del Estado sin posibilidad alguna de interlocución con la otra parte.
Todo lo demás formará parte del anecdotario, que será riquísimo en datos y matices. Por ejemplo, y ya lo apuntaba ayer. Algo que ha pasado muy desapercibido en el marasmo de informaciones. Cuatro colectivos sindicales minoritarios, la Coordinadora Obrera Sindical, la Intersindical Alternativa de Catalunya (donde uno de los sindicatos mayoritarios es USTEC, el sindicato de enseñanza), la CGT y la Intersindical-CSC, introdujeron el 21 de septiembre en la Conselleria de Treball una solicitud de huelga general para efectuar entre el 2 y el 13 de octubre, con fechas distintas según cada colectivo, contra los recortes de derechos laborales y sindicales. Punto que se amplió posteriormente a partir de los acontecimientos del día 1, contra la represión policial. El día 27 de septiembre se constituye la Taula per la Democràcia, en la que están incluidas hasta una cuarentena de entidades diversas, entre las cuales la Intersindical CSC. Excepto la CGT, el resto de sindicatos convocantes se declaran claramente nacionalistas y de izquierdas.
Es decir, aunque pasara muy desapercibido, había un anuncio de huelga general convocada desde el 21 de septiembre para los días inmediatamente posteriores al 1 de octubre. La barbaridad policial del 1 de octubre amplió claramente lo que hubiera podido llegar a ser una cosa anecdótica, pero la cosa anecdótica estaba trazada. Y excepto la CGT, por sindicatos claramente vinculados al movimiento nacionalista que habían elegido esos días para protestar contra algo evidente desde hace años: el recorte social y sindical de derechos y libertades. Ya es casualidad.
Desprenderse de los Borbones
Y vuelvo por donde había empezado. Si alguna cosa distingue a la Jefatura del Estado de los otros poderes, es su papel moderador por encima de las opciones políticas. Si en el país hay un conflicto de la envergadura de este, lo sensato sería desde la cúpula del Estado llamar, primero, la atención del por qué se ha llegado hasta aquí. Y solamente con esta pregunta, la crítica hacia los gobiernos de ambas partes debiera haber estado garantizada. Lo segundo hubiera sido exigir el ejercicio de sus capacidades para resolver los problemas creados. Es decir, para organismos políticos, el ejercicio de la política, y aquí hubiera sido inevitable la crítica a la pusilanimidad del gobierno del PP. Y lo tercero, garantizar la preservación de la paz social y aquí la censura probablemente nos habría alcanzado a todos. Esto podría esperarse de una cúpula de un Estado maduro, instalado en una sociedad madura.
Desgraciadamente tengo la convicción de que no somos una sociedad madura, de que este no es un país maduro, gobernado por gente madura y con una jefatura del Estado fuerte, prestigiosa y prestigiada, y útil. O sea que sigue siendo imprescindible madurar como país, para exigir gobiernos de un cierto nivel. Para cuando llegue ese momento ya habrá quedado suficientemente claro que la monarquía borbónica es un azote histórico del que hay que desprenderse más pronto que tarde.