No lo digo yo. Lo dicen los que saben: Robata es la unión perfecta entre la homónima brasa japonesa y un sushi de altos vuelos teñido de multiculturalidad (sin él, no pueden vivir ya los instagramers del Eixample).
Fabiola Lairet es la sushiwoman –exótico, eh?- detrás de este elegante restaurante que, aunque busca “que se adapte a todos los paladares”, es cosa fina. Os lo digo yo. Formada en una escuela japonesa de Los Angeles y nacida en Venezuela, a Lairet le corre el multiculturalismo por las venas. Lo demuestra en el repertorio de sabores latinoamericanos con el que adereza una carta de sushi sugestiva y poco cuestionable. Entre sus fortalezas comestibles, está un tataki de atún con sésamo tostado en salsa y un pulpo al olivo con una formidable salsa de olivas Kalamata. Entre sus uramakis, encontraréis uno anticuchero –con langostino en tempura y queso crema cubierto de atún marinado- y delicias como el nigiri tibio de atún acariciado en la brasa con un foie caramelizado en su melting point: delicadeza y producto.