Roberto Fernández, doctor en Historia Moderna por la UB, Premio Nacional de Historia en el 2015 por su libro Cataluña y el absolutismo borbónico, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Lleida desde 1992, rector de esta Universidad desde el 2011 y presidente de la Conferencia de Rectores de España desde octubre del 2017, es un hombre hecho a sí mismo que nació y creció en la calle Oriente del barrio de la Torrassa de l’Hospitalet y con el que tuvimos la oportunidad de conversar durante una hora y media larga en su despacho del rectorado, sobre el ayer y el mañana y los convulsos momentos del presente.
Lo que sigue es un resumen del largo diálogo, que nos muestra la rica personalidad del entrevistado.
-En la presentación digo de usted que es un hombre hecho a sí mismo, nacido en el corazón de la Torrassa. ¿Se sigue sintiendo hospitalense?
-Hombre, sin duda. Mis raíces son murcianas y mi cultura es híbrida, hecha de la suma de mis experiencias vitales, por lo tanto soy un hospitalense de cultura castellano parlante, leridano de adopción y de personalidad ecléctica porque como decía Malouf “tengamos cuidado con las identidades porque pueden ser asesinas”. Somos fruto de nuestras circunstancias y es verdad que las mías me imponen empezar a trabajar con 13 años, allí donde puedo, y adaptando siempre mi vida laboral a lo que me exigían los estudios porque yo soy un estudiante nocturno desde entonces. Nunca lo viví como una heroicidad pero estoy convencido de que ese esfuerzo me hizo mejor persona, más humilde, más tenaz…
-¿No siente que su ciudad, ahora que es usted un personaje de relieve, no le ha prestado la atención que se merecería?
-Bueno, tampoco estoy seguro de que mis méritos impongan obligaciones. Es evidente que me sentiría halagado, no sería humano si no me hiciera ilusión y es verdad que quizás no hayan habido muchos rectores de Universidad o Premios Nacionales… En fin, no quiero que se entienda…
-La pregunta no se circunscribe solo a los honores. Desde una perspectiva de ciudad, cualquier mandatario debiera aprovechar el talento generado…
-Como decía Fernando Savater, yo tengo dos patrias, mi calle y mi instituto, en mi caso yo soy mucho de Montessori que es donde me inicié en el estudio y es evidente que me siento hospitalense y que sigo yendo mucho a la ciudad porque mis padres viven todavía en la calle Montseny y conozco mucho a la alcaldesa porque es de mi barrio y vivía a cuatro pasos de mi casa.
-Seguro que ese contacto al que alude le permitirá comparar: ¿ha cambiado su paisaje sentimental, su paisanaje?
-Pues debo decir que no, porque la Torrassa apenas se ha modificado y lo digo en sentido positivo. Sigo identificando las mismas casas de cuando yo jugaba a pelota en la calle y mantiene el mismo sabor de barrio. Conozco menos el paisanaje pero seguro que en este aspecto si que ha habido cambios porque se ven nuevos vecinos junto a los que siguen identificando mis padres. Lo que no conservo son amistades del barrio quizás porque yo fui el primero que fue a la Universidad de mi calle y eso, de alguna manera, nos distanció, aunque sigo recordando sus nombres…
-Hablemos de la Universidad ¿qué funciones tiene la Conferencia de Rectores (CRUE) de la que usted es presidente?
-La CRUE es una asociación privada sin ánimo de lucro que tiene como misión vertebrar en un solo sistema los 17 sistemas universitarios que tenemos en España, uno por autonomía. Tiene, por tanto, una función estatal, que se ha ido activando a medida que la CRUE ha madurado. Por otro lado, actúa como interlocutora entre las universidades privadas y públicas con el gobierno. Y también con los gobiernos autonómicos y con los sectores sociales, los sindicatos, empresarios, etc. Claro, no es sencillo, con 76 universidades asociadas a la CRUE, articular una sola voz que las represente a todas pero como todos los rectores formamos parte de la asamblea del organismo y nos vemos a menudo, tenemos oportunidad de irnos conociendo y esto es lo que pasó con la candidatura que yo represento, que fue la única que al final se presentó porque existió un consenso muy amplio al respecto. La CRUE tiene una gran ventaja y es que es la única voz autorizada de las universidades españolas. No hay más organismos que nos represente. Pero por eso mismo tiene también una gran responsabilidad porque los aspectos fundamentales del sistema universitario se debaten con las máximas autoridades del Estado y hay que llegar a acuerdos. Presidir la CRUE es también, claro está, una función muy ilusionante porque se puede ejercer una notable influencia y es además un cargo agradecido porque todo el mundo está dispuesto a colaborar, a que se allanen los obstáculos. Hay que señalar, además, que los rectores nos llevamos muy bien porque todos tenemos los mismos sufrimientos, más allá de los orígenes y las tendencias de cada cual.
-¿Cómo está la Universidad española?
-Mira, voy a hacer un juicio de valor y lo voy a amparar en un par de datos. Nunca en la historia de España hemos tenido un sistema universitario del prestigio del actual. Jamás. Soy historiador y me arriesgo a lo dicho. Quizás Salamanca y Alcalá al principio pero desde el siglo XVI hasta ahora no hemos tenido un sistema tan bueno, tan capaz de relacionarse con los mejores sistemas del mundo.
-Sin embargo el ránking Sanghai indica que entre las primeras 200 universidades del mundo no hay ninguna española.
-Bien. Vayamos a la ficción. Te invisto presidente del gobierno y dime qué prefieres: tener un par de universidades entre las 200 primeras del mundo y el resto en la medianía o tener un sistema universitario que es el décimo en el mundo en producción científica. Nuestro sistema está entre los seis que tiene más universidades entre las 500 primeras del mundo. Entonces, qué preferimos: ¿tener un par de universidades entre las primeras del mundo o convencernos de que un estudiante de la Universidad de Oviedo o de Sevilla o de cualquier lugar de España goza de una calidad de docencia y de una transferencia de conocimientos que sitúa nuestras universidades entre las primeras 500 del mundo de 10.000 existentes o contar con dos universidades de élite y todo lo demás en un rango menor?
-Reconocerá, no obstante, que el mensaje que le llega a la sociedad no se ajusta a ese nivel de excelencia que usted comenta.
-El mensaje es un mensaje creado artificiosamente por estas revistas especializadas y coincido contigo en que hace falta explicarnos más. Por eso uno de los objetivos del mandato es explicar esa realidad y huir de la ficción de esas universidades de élite que precisan, para alcanzar esos puestos, políticas dedicadas directamente a ese objetivo —contratar premios Nobel, por ejemplo— en detrimento de la calidad global del sistema universitario. Hay que romper tópicos, lugares comunes… porque de lo que se trata es de potenciar un sistema de equidad social.
-Un sistema que, con los datos actuales, no parece asegurado porque la Universidad española es una de las más caras de Europa…
-Si, es verdad, con la crisis se han encarecido las matrículas, pero te puedo asegurar que las universidades españolas tienen hoy, presupuesto y objetivos, para que nadie que alegue problemas económicos sea excluido. Puede ser cierto que la sensación social sea otra, pero la realidad es que, con los datos disponibles, en los casos en que se ha conocido el problema económico, se ha puesto remedio. Es verdad también, que ha habido un sacrificio de las familias y de la comunidad universitaria para hacer frente a un recorte de la inversión publica que en estos años ha sido del 22%. Hemos perdido 10.500 puestos de trabajo en la Universidad y se ha compensado el déficit con un mayor esfuerzo docente en detrimento de la investigación, algo que es imprescindible que se modifique en el futuro. Esto es lo que la CRUE negocia ahora mismo con el gobierno…
-Usted es un especialista en la historia del siglo XVIII. ¿Es verdad que la Ilustración trajo la democracia al mundo o realmente la inventaron los griegos?
-Cualquier análisis mecánico de cómo cambian las sociedades está condenado al fracaso. Las sociedades son complejas, son dialécticas, unos acontecimientos dependen de otros y además está el hombre que interactúa con las ideas, con los valores y con los otros hombres. Por ello la Ilustración puede traer la democracia o no traerla. Es cierto que las ideas de la Ilustración crean un humus adecuado para el triunfo de la democracia liberal y representativa, pero luego son los hombres, las clases sociales, quienes interpretan estos valores y los ajustan a su tiempo histórico. Con ello quiero decir que no hay respuestas mecánicas en el terreno social.
-El siglo XVIII en España ve el cambio de dinastía y con el cambio de dinastía enormes transformaciones. Carlos III, que usted conoce muy bien, ¿fue el rey clave en el momento adecuado?
-Bueno, yo siempre he dicho que el siglo XVIII fue el que marca la reforma de España pero aunque Carlos III es un rey importante, la reforma nace con Felipe V, la continúa Fernando VI y la culmina Carlos III. Los historiadores, que somos científicos sociales y que tenemos como misión analizar el devenir de las sociedades a lo largo del tiempo, no somos jueces, no podemos juzgar. Analizamos los datos y tampoco nos podemos permitir hacer proyecciones de futuro. Lo digo porque Carlos III es una pieza del engranaje del siglo, donde el proceso de la reforma sigue un recorrido que Carlos IV no puede culminar porque se encuentra de lleno con la Revolución francesa.
-Usted gana el Premio Nacional de Historia 2015 con un libro sobre Cataluña y el absolutismo borbónico donde hace una lectura crítica de lo que significó para el conjunto del país y también para Cataluña, la guerra de Sucesión y el triunfo de Felipe V. ¿Son ciertas las tesis del nacionalismo catalán sobre lo que significó el decreto de Nueva Planta?
-Esto es materia de toda una tesis doctoral pero intuyo el eje de la cuestión y me gustaría poderme explicar resumidamente. Yo creo que es la obligación deontológica de un historiador satisfacer el derecho que tiene el ciudadano a tener el conocimiento objetivo del pasado lo más ampliamente posible. Ese es un derecho del ciudadano: conocer objetivamente el pasado a través del método científico y sin contaminaciones ideológicas. Por lo tanto, es un derecho a no ser manipulado, a no ser adoctrinado… Como los humanos somos subjetivos naturalmente, hemos inventado unos instrumentos de objetivación que se llama método científico. Hay otros conocimientos, pero este es el que nos sirve mejor para conocer la realidad en sí misma tal como es. A partir de ahí parecen evidentes dos realidades: se perdieron con la Guerra de Sucesión las instituciones tradicionales de Catalunya y se perdió la capacidad de autogobierno en términos del siglo XVIII, pero a la vez, a lo largo del siglo hubo un gran crecimiento económico, un gran desarrollo social, una revitalización cultural extraordinaria. ¿Tuvo eso que ver con la pérdida de los fueros en un sentido u otro? A mi juicio no. Tuvo que ver con la vitalidad de una sociedad catalana que tenía unos esquemas mentales que venían de finales del XVII y que creó una burguesía emprendedora. Y porque las políticas borbónicas fueron de progresismo económico y social y esto favoreció el desarrollo de Cataluña hasta el punto de que en 1808 Cataluña se apresta a defender a los Borbones frente a Napoleón.
-¿Qué piensa usted del procés?
-No opino. Mientras sea rector y presidente de la CRUE quiero mantener una línea institucionalista y me vas a permitir que no opine. No que no tenga opinión, que sí que la tengo. Creo que las instituciones no deben contaminarse de política partidaria. Ahora bien, yo nunca he ocultado que soy un a persona de adscripción socialdemócrata y de actitud constitucional. III