Roberto Ruiz Fernández nació en Soria en Soria 1954 y con 19 años llegó al barrio de Sant Josep de L’Hospitalet, la ciudad en la que sigue viviendo. Fue concejal de distrito de La Florida por el PSC tras las segundas elecciones municipales de la democracia, celebradas en 1983, y desde 1985 alternó ese cargo con el de teniente de alcalde de seguridad ciudadana. En 1994 dimitió a raíz del proceso judicial que también se llevó por delante al alcalde socialista de la época Juan Ignacio Pujana a causa de la adjudicación de un aparcamiento. “Aquello fue un ajuste de cuentas y una lucha interna del partido, nada que ver con la corrupción”, cuenta Ruiz, padre de dos hijos, alejado de la política hace mucho tiempo y ahora volcado en un negocio familiar con Lázaro Antúnez, un profesional de la sanidad cubano con el que se casó hace 13 años.
-¿Qué recuerdos le quedan de aquella época, 23 años después de dejar la política?
-Ha sido la experiencia de vida más interesante y apasionante que he tenido, y de la que estoy muy orgulloso. Empecé como concejal en La Florida, un barrio que tenía pendiente la urbanización de las calles, el alumbrado y las redes de saneamiento. La ciudad se llenaba de barro por todas partes porque las avenidas estaban sin asfaltar. Se hizo un grandísimo trabajo para dignificar los barrios, con un gran contacto con el movimiento asociativo. Entonces no se pedían horas ni visitas.
- En aquella época coincidieron gente de mucha talla política en el Ayuntamiento.
- Sin duda. Pudimos cambiar L’Hospitalet entre mucha gente, desde el gobierno y la oposición. Estaba Joan Saura, del PSUC, un primera línea, que marcaba muy bien al gobierno y que después fue conseller de Interior. El líder de Convergència era Francesc Codina, luego diputado en el Parlament. Ellos hacían su trabajo, pero teníamos unas relaciones personales muy buenas. Y en el grupo de gobierno socialista había primeros espadas. Celestino Corbacho, era primer teniente de alcalde de Urbanismo y acabó siendo ministro. También teníamos a Amadeu Joan, que puso la cultura de L’Hospitalet en primer nivel. O Pilar Ferran, que fue pionera en Catalunya y España en las políticas de servicios sociales. Y Germà Pedra, mente privilegiada donde las haya, fallecido hace tiempo y que tenía como discípulo predilecto a Miquel Iceta, que ahora es el primer secretario del PSC.
- En 1994 se acabó su carrera política tras ser procesado por la adjudicación de un aparcamiento en la plaza Gernika.
- El final fue menos glamuroso. Se produjo una batalla política dentro del partido, perdimos y salimos por la puerta falsa, pero el tiempo pone las cosas en su sitio. Lo nuestro no fue un tema de corrupción, sino de lucha política interna. Yo no tengo agravios pendientes con nadie. Cuando salimos del Ayuntamiento, Pujana y yo dejamos las relaciones con Corbacho, que fue quien lo sustituyó en la alcaldía, pero con el paso de los años hemos hablado y no nos guardamos ninguna animadversión. Podía haber otros motivos, pero el principal es que el PSC quería hacer unos cambios en la dirección y la sustitución de Pujana por Corbacho en la federación de L’Hospitalet le daba la mayoría a los nuevos capitanes del Baix Llobregat para hacerse con el poder.
- Pero para cambiar la dirección de un partido no hacía falta iniciar un proceso judicial.
- Hubo un intento de que se hiciera de otra manera. A mí se me ofreció hacerme a un lado y no apoyar a Pujana. Ese fue mi error histórico, pero entendí que no se podía expulsar al primer alcalde democrático de L’Hospitalet de esa manera. Tengo la conciencia muy tranquila.
- Ese capítulo culmina una endémica batalla en la federación del PSC de L’Hospitalet que empezó en 1979, con la elección del candidato en las primeras elecciones municipales.
- Sí. El candidato fue Pujana y el PSC se hizo con la mayoría en el Ayuntamiento por un solo concejal en las primeras elecciones. Podría haber sido al revés, como pasó en Cornellà. Lo importante es que la suma del PSC y el PSUC era absolutamente mayoritaria en lo que entonces se llamaba el cinturón rojo de Barcelona. Lo importante es que pactó en todas partes y eso permitió la gran transformación de Cataluña, que vino de los ayuntamientos, no de la Generalitat. Es verdad que en el PSC había una lucha interna entre el alcalde Pujana y la figura emergente, que era Corbacho y que tenía mucha ambición. No lo digo en sentido peyorativo, porque si yo hubiera tenido más ambición igual seguiría activo en la vida política en lugar de echarme a un lado, que es lo que hice. Corbacho estaba con los capitanes del Baix Llobregat y quizás el problema de Pujana fue que no estaba con el sector del PSC que teóricamente le apoyaba, que era el sector más afín a Raimon Obiols.
- Lo que quedó finalmente fue una condena contra usted y Pujana.
- Sí, en mi caso fue una condena de dos meses, aquello no fue corrupción. Yo salí del ayuntamiento como entré, limpio de polvo y paja. Fue una condena por haber tomado una decisión administrativa equivocada y no se debería haber llegado a ese extremo. Todo aquello estaba inducido porque había que cambiar al alcalde y se aprovechó una actuación posiblemente incorrecta. El error fue que no se debería haber adjudicado ese aparcamiento a esa empresa, pero los servicios jurídicos lo aprobaron y nosotros firmamos lo que se nos puso delante. Ahora lo haría de manera diferente y sería más cuidadoso.
- Antes de que pasara todo aquello, usted fue durante casi diez años teniente de alcalde de seguridad ciudadana, circulación y transporte. ¿Que quedó de aquella gestión?
- Lo principal fue un modelo de policía próxima al ciudadano. Pusimos en práctica una experiencia pionera en España, en la que los guardias urbanos no solo daban clases de tráfico, sino que salían con los niños y los profesores en casas de colonias durante una semana y hacían cursillos, excursiones, montaban a caballo. Los chavales de ocho o diez años convivían con los urbanos y hablaban con ellos de tú a tú. Estoy muy orgulloso de eso, como del enorme crecimiento de la plantilla de la Guardia Urbana, con salarios muy razonables y jornada semanal de 40 horas. Quizás faltó haber combativo más el tema del absentismo laboral. Tenía un equipo de lo mejorcito que podía haber. También recuerdo que abordamos la señalización viaria, porque en L’Hospitalet se perdía la gente que venía de fuera y no sabía cómo salir. Y luego cambiamos toda la flota de autobuses, que eran muy viejos y se mojaban los pasajeros cuando llovía, y se hizo la conexión norte-sur de L’Hospitalet con líneas nuevas.
- ¿Qué hizo después de dejar la política?
- Estuve dos años en el puerto de Barcelona como responsable de seguridad y luego vinieron dificultades para encontrar trabajo. Estuve un año trabajando en México y dude regreso empecé a trabajar como autónomo en temas de seguridad vial, prevención y obra pública. Fueron cuatro o cinco años hasta que llegó la crisis y la gran obra pública desapareció de la noche al día y hubo que reinventarse. Y yo lo hice con cincuenta y tantos años y un buen currículum, que cuando llegas al paro no te sirve de nada. O tienes influencia para entrar en la administración en puestos de responsabilidad, que no era mi caso, o te buscas alternativas de empleo. Estuve dos meses en paro y entré en el mundo de la gastronomía, que siempre me ha gustado. Con mi pareja montamos una empresa de catering y empezamos a hacer unas olvidadas muy distintas a las que había en el mercado español, francés o italiano y pensamos que podíamos tener futuro con eso.
- La puesta en marcha del proyecto fue inmediata.
- Sí, en dos meses teníamos un plan de empresa y un producto nuevo y de calidad. Empezamos con un capital de tres mil euros, alquilamos un local en el barrio de Sant Josep, lo transformamos y en tres meses salimos al mercado con nuestra marca, “Delicias mediterráneas Roberto y Lázaro”. Son unas elaboraciones de gran calidad que en cuatro años se han posicionado como el producto líder del mercado en España y Europa. Lamentablemente en España el mercado de delicatesen o de producto artesano es muy pequeño y no llega al 10% del total, mientras que en Francia o Italia puede alcanzar el 30%.
- Sorprende que en tan poco tiempo haya sido un producto tan valorado.
- En los tres últimos años hemos sido premiados por la Guía Repsol, que es el equivalente en España a la Guía Michelin en Francia, como los mejores patés de España. Para una empresa como la nuestra, que te reconozcan que haces un producto bautizado por la Academia Catalana de Gastronomía como las primeras olvidas de autor del mercado español es muy importante. Estamos presentes en el 80% de los establecimientos de delicatesen más prestigiosos de España y en establecimientos muy significados de Francia, Alemania o Dinamarca.
- Parece que toda esta trayectoria se vio truncada por el proceso independentista. Hace unos meses usted explicó en diversos medios de comunicación, entre ellos EL LLOBREGAT, una caída en picado de las ventas.
- El proceso independentista ha significado un boicot a muchos productos catalanes por un consumidor español que se siente ofendido y que dejó de comprarlos hace año y medio Lo notamos muchísimo, porque en el resto de España vendemos el 70% y no podemos trasladarnos fuera de Cataluña porque somos una empresa muy pequeña. En el mes de octubre de 2017 tuve que lanzar un SOS en defensa de la pequeña empresa catalana. Lo que nos pasa a nosotros les pasa a muchos pequeños empresarios, que van tirando de ahorro o reduciendo personal, algo que nosotros no podemos hacer.
- La llamada de socorro funcionó, ¿no?
- Sí, nuestra situación se convirtió en un tema viral en las redes. Hemos salido en los principales programas de las cadenas de televisión españolas, en defensa de las pequeñas empresas catalanas y en muchas cadenas europeas Ana Rosa Quintana ha cerrado dos programas diciendo: “Compren productos catalanes”. Hasta octubre solo se hablaba de las medianas y grandes empresas que se iban de Cataluña, no de las pequeñas. En los tres últimos meses se ha dado un vuelco a la situación, ha habido una reacción de simpatía hacia nuestro producto, que es uno de los mejores 50 mejores productos de delicatesen del mundo, pero esto es una situación que empezó hace año y medio y a lo mejor habría que haber reaccionado antes. No sé si aún estamos a tiempo.
- Usted reivindica sus productos catalanes y españoles a partes iguales, igual que lo es la sociedad, dice.
- Nosotros elaboramos las olivadas con ingredientes que vienen de Andalucía, Extremadura, Murcia, La Rioja o Cantabria. Nos estamos pegando tiros en nuestros pies si no consumimos nuestros productos. Somos un producto tan catalán como español, sin ninguna duda, sin ningún complejo. La última olivada brava que hemos hecho es un producto mestizo, como es la sociedad catalana, con lo mejores ingredientes andaluces y catalanes.
- Es muy crítico con los líderes políticos independentistas.
- Sí, porque uno se puede jugar su dinero, pero el dinero del otro es sagrado y no te lo puedes jugar como gobernante. Cataluña está muerta económicamente, hay que empezar a reconstruirla. ¿Cómo va a funcionar un país que no tiene grandes empresas ni bancos? Ahora no pueden decir que la Constitución que tenemos no es catalana si aquí es donde más se votó. Se podrá cambiar, pero cuando haya las mayorías necesarias. Siempre hemos defendido que Catalunya era un solo pueblo, pero ahora resulta que los independentistas dicen que hay dos comunidades. 30 años después nos damos cuenta que pertenecemos a la comunidad catalana de castellanohablantes. Yo pensaba que eso no era importante. III