Y en otro estreno de esta semana hay más discrepancia, pues la nueva entrega del japonés Yoji Yamada sobre esa familia lejanamente emparentada con Ozu ha encontrado muchas pegas, pero también algún que otro entusiasmo, como el del titular de No Solo Cine, José López, que sí ha disfrutado con ella. A mí personalmente, me ha dado un poquitín de alipori.
Alberto Luchini recomienda la comedia de Javier Fesser:
… Lo ha conseguido con nota, porque Campeones no sólo es la mejor película de su poco prolífica filmografía, sino que alcanza de principio a fin sus dos objetivos: es muy divertida, por momentos divertidísima, y retrata a unos personajes que destilan una humanidad, una dignidad, una bonhomía y una generosidad que ya quisiera para sí la gran mayoría de personas mal llamadas “normales”.
Igual que Oti Rodríguez Marchante:
Si el riesgo y la diversión son dos de las notas esenciales del cine de Fesser, en «Campeones» las reúne de un modo asombroso al irse a explorar con la indumentaria y utensilios de lo cómico en ese terreno resbaladizo, quebradizo y emocional de las discapacidades intelectuales: el hombre que mejor ha entendido y transfigurado el universo de Ibáñez, nos ofrece ahora su mirada divertida, humana, ácida y audaz de ese mundo en el que las limitaciones mentales y físicas suponen un aprendizaje, un sobresfuerzo y una relación con el entorno especial.
Y Beatriz Martínez:
El resultado es un salto sin red dentro de los límites del humor al que resulta casi imposible no sucumbir, a pesar de que seamos conscientes de la manipulación emocional y los diversos elementos enfáticos que subrayan la propuesta.
Carlos Boyero tiene gracia al explicar su confusión sobre ella:
… Durante la proyección pensaba que el grupo de discapacitados lo interpretaban actores y actrices profesionales absolutamente creíbles. También admiro el maquillaje, la peluquería, la caracterización de sus personajes. Así lo cuento en un programa de radio en directo. Mi amigo Carles Francino me revela con tacto, pero también firmeza, que no son intérpretes profesionales, sino que todos ellos padecen discapacidad en la vida real. Me quedo pasmado, no sé dónde meterme, es que ya no me entero de nada.
………………….
Jordi Costa le pone alguna pequeña pega a Miss Dalí:
En Miss Dalí conviven los aciertos con decisiones tan temerarias como el forzado didactismo de los diálogos: siempre es un placer ver a una dama como Sian Philips, pero cuesta entender la elección de una actriz británica para encarnar la versión adulta de un personaje que la joven Eulàlia Ballart defiende con autoridad en buena parte del metraje. Lo mejor, sin duda, es el trabajo de Joan Carreras en la piel del joven Dalí.
Luis Martínez no tiene muy claro si animar o desanimar a verla:
La hermana cuenta y la cinta se detiene en cada detalle con un rigor entre notarial y afectado sin más intención que la puntual descripción de lo que quiere ser la más grande de las tragedias. Premiosa, teatral, ligeramente televisiva y finalmente desmesurada. “El filmador artístico dispara sobre falsos pájaros cubistas y caza un inservible ladrillo”, concluye el propio Dalí.
Eduardo de Vicente apunta sus cualidades:
Los ‘flashback’ están filmados en tonos más pálidos y en ellos se cuenta la especial relación del artista con Cadaqués, escenario de casi todas las secuencias. García Lorca, Buñuel o Dalí padre son algunos de los personajes que brillan bajo el sol de la Costa Brava en esta biografía interesante, con estupendos actores y datos poco conocidos que ganaría si su duración no fuera tan excesiva.
Y yo también le encuentro su punto especial a este Ventura Pons:
De los muchos modos que hay de acercarse a la inmarchitable figura de Dalí, Ventura Pons elige el más complejo, aledaño, claroscuro y furtivo: a través de los ojos de su hermana Anna María Dalí (la muchacha en la ventana), tan llenos de admiración, amor, recelos, reproches y sentimientos de pertenencia y pérdidas que propician un retrato realmente abismal, tan divertido como amargo, tan artístico como estrafalario, del hombre que erizaba el siglo con la misma facilidad que sus bigotes.
……..
Sobre la familia de Yamada, pondremos solo tres ejemplos, el dardo envenenado de Javier Ocaña, el paño templado de Quim Casas y la cerrada ovación de José López:
Javier Ocaña
Lo que comenzó siendo una nueva versión de la intocable, deslumbrante e imperecedera Cuentos de Tokio (Ozu, 1953) ha acabado, dos películas después, con un anciano machista y faltón conduciendo por la ciudad junto a una especie de doble narrativa de Florinda Chico a la japonesa.
Quim Casas:
Se imponen demasiados chascarrillos, caídas tontas y humor bufo en las nuevas andanzas del descontrolado padre y su conservadora descendencia, aunque en la parte final, con un funeral de por medio, Yamada recupera el sentido contenido del drama que tan bien maneja.
José López:
En definitiva, “Verano de una familia de Tokio” me parece una gran película, para reír, para pensar, para reflexionar y pasarlo muy bien en una sala de cine. Viendo films como este me convenzo de que, como bien dice Miguel-Fernando Ruiz de Villalobos, el cine es el mayor invento del ser humano.