La última ha sido el incumplimiento de su promesa de una piscina en el polideportivo Gasómetro que la presión vecinal le ha llevado a buscar cómo rectificar con el proyecto ya casi listo, pero el listado es inabarcable: el espacio gastronómico de referencia con Ferran Adrià, la nave Ivanow en la antigua fábrica Mistral, la “smart social city”… Ocurrencias rimbombantes sin contenido cuyo único objetivo es atraer la atención de los medios de comunicación para promocionar su carrera política.
También es reveladora la deriva que ha llevado durante estos aciagos años de procés. En vez de hacer una cerrada defensa de los valores constitucionales, ha mirado de complacer a los partidos independentistas porque, más que verlos como un peligro para la convivencia y la democracia, los ha estado viendo como unos eventuales aliados que la podían apoyar para continuar en el poder. Por eso Núria Marín no ha tenido empacho en votar a favor del derecho a decidir en el pleno de l’Hospitalet, reivindicar que Cataluña es una nación, incluso apoyar propuestas a favor de los políticos independentistas presos.
Este rumbo errático de Núria Marín es fruto de su falta de proyecto político. Tras casi 25 años en el gobierno municipal, no la mueve el afán de transformar la ciudad sino, sencillamente, ha convertido la alcaldía en su modo de vida. Para ella atender los problemas que verdaderamente afectan a los vecinos de l’Hospitalet se ha convertido en una rutina tediosa. Es comprensible que estar al frente de una ciudad tan compleja durante tantos años agote y por eso se multiplican las señales de que está buscando una salida desesperadamente pero l’Hospitalet necesita al frente del Ayuntamiento a una persona con energía y un proyecto de futuro para la ciudad. III