Las empresas mediáticas imprimen en sus editoriales una clara línea ideológica, no exentas de motivaciones cada vez más particulares y subjetivas.
La información llega a nosotros de forma inmediata y, por tanto, difícilmente interpretada o filtrada por un análisis reflexivo y veraz. Surge la noticia y, en muchos casos sin contrastarla, es presentada con los tintes ideológicos antes expuestos.
¿Dónde está el acercamiento a la veracidad o la objetividad? ¿Dónde está la búsqueda del “Bien Común”? ¿Dónde está una información sin intereses políticos? ¿Dónde están los límites entre el servicio público y el interés particular?
No soy ingenuo y no aspiro a una perfecta información, justa, objetiva y aséptica de toda contaminación. Pero, desde este foro, invito a una seria reflexión sobre la excesiva influencia de los medios de comunicación en el futuro de la sociedad y su convivencia.
Es alarmante que puedan colocar o expulsar al candidato político que más les convenga; es peligroso que realicen juicios paralelos en la opinión pública; es sintomático los silencios y los ruidos que generan ante las realidades de índole moral; es preocupante que prime el interés económico (audiencias, publicidad, …) en vez de la búsqueda de la verdad. Es incuestionable el interés de los gobiernos o en su defecto de los partidos políticos por subvencionar o manipular los consejos de administración de estas empresas mediáticas… En fin, que los tentáculos de estos potentes grupos mediáticos quieren disponer de una información en la línea y orientación que más les convenga.
Sorprende que un misma noticia tenga diferente repercusión en los diferentes medios. Una misma realidad, una misma información, una misma verdad, puede ser amplificada o reducida, puede convertirse en portada o en segundo orden, puede acentuarse en beneficio de ciertos colectivos o, por el contrario, puede causar desprestigio voluntario.
Un ejemplo muy habitual en algunos medios informativos es la constante y reiterada intención de informar negativamente de todo aquello que ensucia a la Iglesia, como si todo fuera nefasto y perjudicial para la sociedad. No creo, ni me convence la visión extrema del bien o el mal; el ser humano es capaz de lo mejor y lo peor, de lo más sublime y lo más monstruoso, de dignificar y aplastar a su semejante. Encuentro a faltar una información proporcional, justa y respetuosa ante la figura de la Iglesia como institución al servicio del “Bien Común”… No todo es negativo en lo referente a la misión que Jesucristo confirió a sus apóstoles (hombres y mujeres con sus debilidades).