Editorial

Urbanismo

Editorial | Viernes 02 de noviembre de 2018
¿Qué es el urbanismo para la inmensa mayoría de ciudadanos? Un concepto desconocido; algo que la Administración impone.

Muchas veces, el único contacto que un ciudadano del área metropolitana ha tenido con el urbanismo, sucedió cuando el ayuntamiento de su población le ordenó desmontar el cubierto de aluminio que había instalado en su terraza o en el patio de luces; entonces algún técnico municipal le explicó que la suya era una obra ilegal, dado que suponía un incremento de la edificación máxima de la vivienda. Irritado por la contrariedad, el ciudadano metropolitano no entendió por qué a él le ordenaron desmontar lo construido si en tal o cual vivienda está construido lo mismo… ¡qué mala suerte la suya!

Y en cierto modo sí, esto del urbanismo depende de la buena o mala suerte.
Lo que nos parece seguro es que la mayoría de veces, las operaciones urbanísticas se desarrollan sin que la población tenga información sobre los porqués de las decisiones; se supone que siempre son decisiones acordes con la utilidad pública. Se supone, pero se desconoce. Querido lector, ¿sabe por qué en Barcelona, las torres Agbar o Mapfre se pudieron construir con esa altura? ¿Por qué no pudo construir lo mismo otra empresa?; nosotros tampoco. Lo que sí sabemos es que es frecuente que esas singularidades urbanísticas lleven siempre el nombre de grandes compañías. Y esto, es algo que ocurre en todo el mundo: véase si no, la inmensa torre que actualmente construye en San Petersburgo la compañía petrolera Gazprom, a la que trasladará sus actuales oficinas de Moscú.

Al sur de Barcelona están en programación operaciones urbanísticas importantes: los nuevos edificios que acompañen la cobertura de la autovía en L’Hospitalet o el destino de los terrenos de la Roca en Viladecans/Gavá. En todas ellas, sería deseable que las autoridades locales informasen a la población de las bondades de sus proyectos y justificasen los porqués; quien resultará beneficiado y qué utilidades ganará la población; beneficios y costes, privados y públicos de cada actuación.

La buena o mala suerte en la vida privada depende en gran medida del esfuerzo y constancia de cada persona. La buena suerte, para tropezarla, hay que buscarla. En lo público, también: faltan seis meses para que se celebren las próximas elecciones municipales.

Conviene que los electores valoremos lo que los alcaldes han hecho en los años pasados y conozcamos lo que pretenden hacer quienes competirán para serlo en un futuro. La buena suerte de cada población va a depender del acierto de sus habitantes en el momento de elegir alcaldes honestos, sí, pero, sobre todo, capaces. La ignorancia bien intencionada, como ya está sobradamente demostrado en nuestra comarca, es ruinosa.