Lo fue por una trama vasco-catalana, con una previsión de 4.000 objetivos potenciales.
Nació en Vilassar en el seno de una familia menestral que se dedicaba a la fabricación de correas y tirantes en el barrio de la Ribera barcelonés.
Su hermano Enric, geógrafo, le inspiró para seguir unos estudios universitarios a los que su padre no se mostraba favorable. En un tipo de ‘Auca del sr. Esteve’ de Rusiñol. Sin embargo, merced a hacer el servicio militar en Montjuïc, pudo en su tiempo libre estudiar Económicas en la primera promoción en Pedralbes. Su brillantez intelectual le hizo doctorarse en tiempo breve y ser profesor ayudante de Fabián Estapé y colaborar con Trías Fargas en el servicio de estudios del Urquijo y en la Banca Catalana. Sus vicisitudes opositoras le llevaron a ser apartado de la cátedra barcelonesa y a exiliarse en Valencia donde también combinó la docencia y la acción política con la oposición valenciana.
Todos los que le conocieron le reconocen su gran capacidad de trabajo y la calidad de sus publicaciones y artículos, que no faltaron hasta mucho después de su muerte. Padre jovial de tres hijas con la hebraísta Dolors Bramon; ya divorciado en el momento de su muerte, siempre mantuvo su natural apasionado en un marco de tolerante respeto por lo ajeno. Gran melómano, fue masón, firme en sus convicciones pero sin exclusiones; muchos de sus libros históricos estudian la vía austracista o pactista de los Habsburgos como la más adecuada para una nación española antigua, pero fruto de uniones convenidas desde arriba, que la imperante con los Borbones, más centralista. Este enfoque ha sido reivindicado por J. Eliott en su libro sobre escoceses y catalanes, muy recientemente publicado.
Catedrático de Historia económica, Lluch estudió a autores heterodoxos como P. Sraffa, manteniendo un intenso trabajo de divulgación por todo el país. Aunque lo que influyó en su enfoque federalista no fueron ni sus orígenes familiares, catalanes, ibicencos y castellanos, ni tampoco su comprensión de las diferencias valencianas, que aún hoy muchos siguen sin entender.
Tampoco el desajuste fiscal catalán, bien estudiado por él, ni por supuesto los altibajos deportivos del Barça -su club-, tema al que dedicó algunos opúsculos.
Seguramente contribuyó mucho más, según él explicaba en sus giras universitarias: sus dos años de viajante de comercio catalán de ligas, correas, tirantes y cintas de persiana, que la industria de su padre precisaba vender en una España pobre, que él visitó con su acento catalán y su maleta de muestrario -en trenes, fondas y pensiones de lugares- que en su correspondencia describía como “muy atrasados”. Este relato como experiencia de vida, lo oyó en un curso de la Universidad de Santiago la actual concejal de Cs Olga Puertas y le pareció un enfoque de honradez intelectual y solidaria que después explicaría la aprobación del Ley General de Sanidad en oposición a Boyer y Solchaga y que le costó no repetir como ministro en Madrid.
Tal vez también en su apasionado interés por el País Vasco, donde tuvo un apartamento en Donostia y sobre todo el no callar ante la injusticia, el abuso terrorista y su violencia callejera, por lo que al enfrentarse a ello se le amenazó con la muerte, que él afrontó sin escoltas, ni cambios en su vida diaria.
Pronto su ejemplo de viajante comercial catalán, que vende, representa y entiende a otros territorios, nos hará buena falta con las ya 4.558 empresas huidas. Esperemos que su 18 aniversario sirva para algo más que para colocar una biografía oportuna. Al ciudadano Lluch resulta difícil evocarlo por la incrementada sordina nacionalista a personajes críticos con su enfoque. Ocurre en el mismo cementerio de Mayá de Montcal donde reposa y tal vez hasta en nuestra comarca, a pesar de las calles e instalaciones con su nombre. Veremos este año.