Llegó a Sant Joan Despí por casualidad en 1970 para ejercer la medicina y en 1983 fue elegido alcalde por el PSC, cargo que ocupó durante 23 años, hasta la jubilación. Alonso acepta encantado la entrevista y cita al LLOBREGAT en su domicilio particular, después de sortear los obstáculos que puso algún dirigente comarcal socialista para que no se nos facilitara su teléfono particular.
¿Por qué eligió Sant Joan Despí para hacer de médico?
Por el azar de una oposición. Estaba en un hospital de Pontevedra, pero no me gustaba aquel ambiente de competitividad y codazos entre profesionales. Había 47 plazas para toda España y éramos cuatro mil. Elegí Sant Joan Despí porque quería un sitito que tuviera cerca la universidad y el mar, no quería ir a la meseta. No tenía ni idea de dónde estaba este pueblo, que en 1970 tenía las calles por asfaltar, cuatro árboles contados, sin alumbrado ni servicios. El último alcalde franquista fue el mayor constructor y se había preocupado de especular, pero no de planificar servicios. Mi mujer vino a los cuatro meses y se quería marchar cuando vio esto, pero como buenos gallegos, te adaptas a las circunstancias.
¿Cuándo empezó su actividad política?
A los 19 años, en el segundo año de carrera en Santiago de Compostela, en 1955. Conocí a un catedrático que se llamaba Carlos Paris Amador, que era director de una residencia de un colegio mayor, pero que pertenecía al comité central del Partido Comunista de España. Aquello era un foco antifranquista y abundaban los rojos, hijos de vencedores de la guerra civil. Después de cenar hacíamos unos seminarios políticos y allí fui a mi primera manifestación en 1956 contra Franco. Me acuerdo que dijimos que íbamos a manifestarnos contra Gibraltar y a mitad de camino se convirtió en contra Franco. Yo simpatizaba con las ideas socialistas, lo de socialdemócrata me sonaba muy moderado.
Usted ya era socialista antes de que naciera el PSC.
Sí. Yo era socialista radical y por eso me junté aquí con el Partit Popular de Catalunya, el PPC, que las malas lenguas le llamaban el Partit Particular de Colomines. El jefe era Joan Colomines, un médico analista. Éramos marxistas acérrimos, y autogestionarios. Ese era uno de los partidos que luego se fusionaron en 1976 en el PSC Congrés, del que fui fundador, con Joan Reventós y Raimon Obiols. Éramos unos catalanistas radicales, pero no independentistas. Y el PSC Congrés, fue uno de los tres partidos del congreso de unificación en 1978 del actual PSC.
En ese congreso se quedó en minoría.
Sí. Yo fui un año a mi casa porque cuando se hizo la unificación voté contra el pacto de abril porque quería un partido soberano ajeno por completo al PSOE. Por eso no fui candidato en las primeras elecciones municipales de 1979, pero en 1983 tenía la obligación moral de participar y no me pude negar cuando me lo pidieron, porque había sido el fundador de la agrupación local. La primera legislatura gobernaron juntos el PSUC y el PSC y el jefe del partido entonces en Sant Joan Despí era José Montilla, que era también primer teniente de alcalde.
Recuerdo que pasamos de 12 concejales a 6 a favor del PSUC en las elecciones de 1979 a nueve concejales para nosotros y ocho para ellos en 1983. El PSUC ya había sufrido la crisis y yo pacté con toda facilidad con los prosoviéticos del PCC y con aquel voto igualamos el pacto del PSUC con Convergència, que tenía dos concejales. El concejal de Alianza Popular se abstuvo, que era lo que pertocaba, y salí elegido alcalde. A partir de 1987 gané cinco elecciones por mayoría absoluta, pero siempre pacté con Iniciativa y posteriormente con CDC.
Antes decía que en 1970 había solo cuatro árboles en Sant Joan Despí, pero cuando entró en la alcaldía en 1983 el panorama no era muy distinto.
Carles Ribas había pensado en un Sant Joan Despí futuro y quedaba mucho por hacer. Yo me crié en Galicia entre la playa y el bosque y me horrorizó llegar aquí y ver que no había árboles. Empecé a plantar árboles y a hacer jardines, y plazas, y aceras… Todo lo que había que hacer. Y la urbanización del polígono industrial. Y el alcantarillado nuevo, porque bajaban las aguas de Sant Just Desvern y Esplugues, y en lugar de aumentar aquí el diámetro de las conducciones, disminuía. Pusimos unas cloacas en la que cabía un camión adentro. No ha vuelto a haber inundaciones.
Si tuviera que destacar una cosa de toda su gestión, ¿con qué se queda?
Con las bibliotecas. Poder inaugurar la primera biblioteca, el centro Miquel Martí Pol, en un barrio obrero como Les Planes, fue lo que me hizo más feliz. Para mí la cultura es el mayor medio de promoción social, y qué mayor justicia e igualdad que poner la cultura al servicio de la clase obrera.
Una vocación
Nunca dejó de pasar consulta siendo alcalde. ¿Por qué?
Fue la única condición que le puse a la dirección del PSC para encabezar la lista. Pensaba que lo podía hacer porque me daba independencia personal. Yo no quería vivir de la política.
¿No cobraba ningún sueldo?
Durante 14 años no cobré ni un duro de alcalde. Hay un documento que firmé en 1983 en el que yo me auto incompatibilicé. A los 14 años, mi hijo empezó a estudiar en la universidad de Vic, el dinero me daba justo y planteé que o le dedicaba más horas al Ayuntamiento o a la consulta privada, que alternaba con la pública. Lo hablamos con la dirección del PSC y pasé a cobrar un sueldo de concejal raso hasta que me fui.
¿Cómo fueron sus relaciones con la dirección del PSC?
Buenas. Joan Reventós era un hombre muy entrañable y tuve muy buena relación, lo mismo que con Raimon Obiols, que era un cerebrino mandri [un medicamento que se comercializó en España y que se le atribuían múltiples propiedades curativas], un político nato.
Con José Montilla no parece que tuviera tan buena relación. Cuando fue elegido presidente de la Generalitat, usted escribió un artículo en el que le recriminó haber aceptado el cargo.
No, también tuve una buena relación. En aquella época yo tenía unas posturas políticas de las que he evolucionado, pero me sigo cabreando por las mismas cosas. Supongo que lo que critiqué fueron unas medidas contemporizadoras. Yo era más radical entonces y como tenía libertad para decir lo que pensaba, pues supongo que lo hice. Siempre he presumido de decir lo que pensaba y de no prometer nada que no pudiese cumplir. Nunca pretendí engañar a la gente como alcalde.
Dos emblemas
Sant Joan Despí ha quedado en el imaginario de la sociedad catalana por dos instalaciones: la ciudad deportiva del Barça y TV3.
José Luis Núñez sería lo que fuere en su vida privada, pero con nosotros siempre se portó como un caballero y cumplió lo pactado. Reixach, que fue inteligente como jugador y lo sigue siendo como persona, dijo el otro día que Núñez siempre preservó la independencia del Barça.
En aquel Barça cabían todos. Él era del PP, pero allí cabían socialistas, comunistas y convergentes, que eran los que querían dominar el club. Por eso no querían que Núñez inaugurase la ciudad deportiva, no querían darle ese as. La Generalitat nos retrasó el proyecto tres o cuatro años y solo nos echó una mano Pere Macías, otro caballero, que había sido consejero de Obras Públicas. Núñez decía que el Barça no tenía que pagar el IBI, porque decía que era una cosa benéfica, pero yo le dije que aquí pagaba todo Dios y tuvimos que poner un contencioso y lo ganamos en el Tribunal Supremo. La televisión se hizo y se acabó. Fue un proyecto que generó unos ingresos y un prestigio para Sant Joan Despí y que sirvió para urbanizar la zona.
Polémicas
¿Qué actuación generó más polémica durante su mandato?
Posiblemente el tranvía. La gente decía que iba a provocar varios muertos diarios y que era un armatoste ruidoso, porque se habían quedado con la imagen de los tranvías antiguos. Costó trabajo que la gente lo entendiera, porque no habían viajado en tranvía. Yo me había pateado Europa occidental y había visto todos los tranvías, desde los antiguos de Amsterdam hasta los modernos de Lyon. Los que impulsamos ese proyecto fuimos Luis Segura, alcalde de Sant Just Desvern; Antoni Pérez Garzón, de Esplugues, y yo, con el apoyo de Mercè Sala, que era teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona. El resto no se querían involucrar en esa guerra, aunque al final se sumaron al proyecto Montilla y otros alcaldes. Lo que hicimos fue montar varios autobuses y llevar a las entidades y asociaciones de vecinos a que viesen los tranvías de Montpelier. Dejaron de plantar cara y vieron que era un buen proyecto y recuerdo que uno que era del PSUC y que siempre encabezaba las manifestaciones de protesta es hoy en día conductor del tranvía. Yo cuando lo veo pongo cara de póker y lo saludo educadamente.
Poveda y el relevo
Estuvo 23 años en la alcaldía hasta que cumplió los 70. ¿Hubiera querido irse antes?
Sí, pero los que querían heredar el puesto no me convencían. Y el que me convencía, que era Antonio Poveda, no lo aceptaba. Nunca he sabido muy bien porqué. Creo que es porque prefería que yo diese la cara y él se dedicaba a mandar en la sombra. Aunque yo hiciese alguna cosa que no le gustara, como tener ideas confederales, siempre me fue absolutamente leal. Igual que yo lo he sido con él.
Balance de mandato
¿Qué cambiría de su época de alcalde?
Sobre los equipamientos y las zonas verdes no me arrepiento de nada. Siempre quise hacer una política de izquierdas. Aquí hay tres polideportivos de calidad, lo que pasa en pocas ciudades. Dar un salario social a las clases populares siempre fue nuestra política. Quizás me arrepiento de no haber podido hacer más, pero todo lo que hicimos, lo hicimos sin deudas.
¿Qué opinión le merece la situación política actual?
En la consulta me he encontrado alguna vez con alguna abuela que me mal hablaba en castellano y yo le mal hablaba en catalán y le decía: “Ve. Usted y yo jamás nos pelearemos, porque tenemos interés en entendernos. Nadie me ha faltado al respeto, pero aquella psicología social se ha perdido. La sociedad está dividida. Yo vengo de una familia que tuvo muertos en la guerra civil, de derechas y de izquierdas. Aquello me quedó cuando me lo contó mi madre y le tengo cierto temor a que esas cosas se puedan repetir.
Lector voraz
¿Qué hace ahora?
Leo como un descosido. De todo, principalmente ensayos e historia, pero también alguna novela. Vivo aquí hasta que llega Sant Joan, cuando empieza a hacer el calor insufrible y me marcho a Pontevedra hasta primeros de octubre. Cuando empieza a llover allí me vengo para aquí.
¿Sigue militando en el PSC?
Sí. Aún voy algunas asambleas de aquí, no a todas, como la del otro día, porque quería preguntarle al alcalde qué era eso del traslado de la empresa Gallina Blanca. Pero no participo en nada. A veces llamo a Belén García, que es la primera teniente de alcalde y que conozco desde niña, porque era su médico. Si tengo alguna pregunta se la hago y siempre me las aclara.
¿Qué relación tiene con el actual alcalde, Antonio Poveda?
Buena, nos conocemos hace muchísimos años. Cuando yo era alcalde lo recibía, porque venía de Bandera Roja y del PSUC. Muy de vez en cuando le llamo y nos vemos un ratito, porque sé que tiene mucho trabajo, pero no me entrometo ni interfiero en nada. Si tengo algo que decirle alguna cosa, se la digo.