Últimamente, de forma justa, están apareciendo denuncias de personas que sufrieron abusos sexuales de personas vinculadas directamente a la vida religiosa (sacerdotes, religiosos, …). Con estupor e indignación son condenables, moral y judicialmente, semejantes actos salvajes; una realidad que se extiende, desgraciadamente, a otras instituciones de la sociedad (familia, enseñanza, …)
Partiendo de la necesidad de una información que saque a la luz pública estos actos deleznables, encuentro a faltar las informaciones que destaquen los valores positivos o los acontecimientos que impregnen de cierto optimismo al colectivo social.
Quisiera compartir con vosotros una de estas noticias que, para aquellos que hemos tenido el privilegio de vivirla, deberíamos ver y escuchar con más frecuencia. Hace escasos días, un hombre de 80 años convocó a 700.000 jóvenes en un país de centro-américa llamado Panamá. Este hombre es el Papa Francisco y el marco donde se realizó fue la “jornada mundial de la juventud”. Jóvenes provenientes de todo el mundo, especialmente, de América. Jóvenes sedientos de una palabra de esperanza, de un mensaje de misericordia, de una propuesta de vida plena y gozosa. La juventud necesita de algo más que las distracciones de este mundo, de unas mentiras que agotan y decepcionan, en fin, el joven de hoy también está en búsqueda. Este anciano de 80 años ofrece un mensaje que no tiene tiempo, ni exclusiones; no se dirige sólo a los poderosos e inteligentes, sino a los humildes y sencillos. Este anciano que para los católicos es “Pedro” propone que los jóvenes y todo el mundo conozcan una persona y un acontecimiento: Jesucristo. El clima que respiré entre tantos jóvenes era de permanente alegría y gratitud, no exenta de escucha y oración. Muchos de estos jóvenes tuvieron que preparar durante meses este encuentro, ya sea económica como espiritualmente. Tanto que algunos fueron enviados en representación de comunidades pobres de países con dificultades. Los jóvenes necesitan su espacio de protagonismo en un mundo que les impone las modas y las ideologías, su forma de vivir y su forma de pensar.
En un mundo falto de ideales superiores, estos jóvenes nos muestran que han encontrado un camino de vida que les conduce, orienta y responde a sus más íntimas preguntas… Ayudémosles, acompañémosles y escuchémosles.
Estas noticias también deberían ser conocidas e informadas. ¿Por qué esta ausencia? ¿Por qué estos silencios informativos? ¿Por qué hay más interés en destacar lo negativo que aquello que nos abra a la esperanza? Si un grupo de “rock” reuniera a tal cantidad de jóvenes, los informativos lo destacarían en primera página. Que esto lo provoque la Iglesia, ya no es tan digno de ser destacado.
“De igual manera, jóvenes, sed sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes”. (I Pedro 5, 5)