Mossèn Pere Rovira | Lunes 08 de abril de 2019
Estamos acercándonos a la próxima y tradicional campaña electoral. Muchos mensajes y “eslóganes” serán ofrecidos con gran pompa y medios propagandísticos; todos los candidatos presentarán sus ideas como únicas e inmejorables. Comenzarán las crispaciones y las provocaciones entre sus líderes, como método y táctica ya experimentada en anteriores elecciones.
La sensación que percibo es que las campañas electorales se han convertido en un mercado de palabras, promesas y demagogias, bien disfrazadas con la elocuencia verbal y las técnicas que sus asesores les indiquen.
Es obvio que el sistema democrático donde vivimos requiere de unos espacios que faciliten la difusión de las propuestas de futuro, caso de salir elegidos.
Con este preámbulo, quisiera compartir los siguientes puntos de reflexión:
1.- Nuestros políticos, futuros representantes de la soberanía popular, ¿son fiel reflejo de la sociedad? En muchos casos se están convirtiendo en empleados de sus partidos, sin ninguna presencia, ni experiencia en los ámbitos profesionales. Algunos de ellos se deben a la obediencia e intereses de su partido, prescindiendo de cualquier análisis crítico.
2.- Nuestros políticos, ¿conocen las realidades familiares, laborales, asistenciales… del pueblo? ¿Son sensibles y cercanos al sufrimiento de tantas familias que viven en la absoluta precariedad? El político puede convertirse en una “casta” lejana e insensible a la mayoría de los electores: sueldos desorbitados, pensiones vitalicias por cuatro años de ejercicio político, plataforma para futuras colocaciones en la empresa privada, beneficios extras tanto en las “dietas” que perciben como en la colocación de amigos y familiares con remuneración, etc.
3.- Nuestros políticos, ¿pueden resolver las injusticias, los desequilibrios y las exclusiones de amplios sectores, sin una implicación directa de ellos mismos? Dicho de otra forma, estos “nuevos ricos” ¿pueden sensibilizarse sin dar el primer paso: reducción de sus super-sueldos, rebajar su estado de bienestar, acercarse a la normalidad de la población…?
4.- Nuestros políticos, ¿son diferentes a nosotros? Les exigimos grandes ejemplaridades, les marcamos como los causantes de todos los males, los desprestigiamos con suma facilidad… ¿Somos mejores nosotros? Todo programa electoral, de cualquier partido político, quedará sin contenido si no reclama de toda la sociedad un cambio de mentalidad, un orden en los valores, unas prioridades que incluyan una disminución de nuestro bienestar egoísta; en fin, si no hay un cambio de corazón en cada uno de nosotros, todo continuará bajo la dinámica del bien particular, prescindiendo del “Bien Común”.
«Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón«. Lc 12, 33-34.