-Restaurante Solomillo, señora
-Bueno, pero es que yo soy más de entrecote. No tendrían…
-Lo siento mucho. Pero no. Solo solomillo. Ese es el corte.
La conversación es ficcionada (plausible pero ficticia). Y (me cuentan en el hotel Alexandra), se ha dado más de una vez con sus más y sus menos en algunas mesas a la hora de pedir. La gente tiene por costumbre no leer bien las cosas hasta que no es demasiado tarde (¡demasiado tarde! esto ya es opinión mía). Vamos por el mundo sin fijarnos bien. Intuimos, ojeamos (más que leemos). Y luego, vienen los dramas. O no, porque encontrarse en un restaurante de carne al peso… Perdón, de solomillo al peso está muy lejos de lo que comúnmente entendemos como fatalidad.
Pero es que, además, Barcelona era (es) una ciudad carnívora. De las más (en este artículo no voy a listar sus templos de la carne, pero este es uno). Así que afilad el laguiole.