Artículo publicado el 21/2/2007 en ABC
X. Pérez Llorca | Miércoles 21 de febrero de 2007
El filósofo Gustavo Bueno publicó a finales del 2006, en la editorial Temas de Hoy, su nuevo libro «Zapatero y el pensamiento Alicia». Como era inevitable, la polémica quedó servida. El libro acumula rápidamente adhesiones y excomuniones.
Lástima que no podamos dejar de lado la referencia a Zapatero y fijarnos en el estado de cosas que Gustavo Bueno bautiza como «pensamiento Alicia».
El pensamiento Alicia, vendría a ser la filosofía política imperante; quienes la practican se refieren constantemente a los objetivos que pretenden, sin explicar cómo lo conseguirán. El «no a la guerra», el «nunca más» o «la alianza de civilizaciones», son expresiones de este pensamiento político. Quienes formulan estas invocaciones no explican el cómo; invocan el qué. Sus sencillas afirmaciones implican que ellos promueven fines nobles y quienes no comulgan su bondad, no.
De esta forma la crítica política ya no tiene por objeto analizar las decisiones del Gobierno del Estado; las invocaciones del pensamiento Alicia nos transportan a un horizonte más allá de la utopía, en el que la realidad se ha perdido de vista. Se recrea un mundo virtual, modelado por el voluntarismo y la bondad; accedemos a un país de las maravillas, una realidad en la que todas las fantasías son posibles si lo deseamos. De aquí la acertada referencia de Gustavo Bueno a Alicia, el personaje fantástico creado por Lewis Carroll.
De esta forma se puede conseguir la paz o aprobar leyes que establezcan la igualdad social o entre sexos; se pueden promulgar leyes sin que la gente repare en que los presupuestos del Estado siguen contemplado para esos fines recursos insuficientes.
La crítica política, que debiera hacer ver a la ciudadanía la irrealidad de tal Gobierno brilla por su ausencia; pocos recuerdan ya aquello de que «todo lo que no está en el presupuesto no existe».
Hoy impera el pensamiento Alicia; el voluntarismo ha sustituido a la realidad. Este estado de cosas no se explicaría sin la adhesión de los medios de comunicación al pensamiento Alicia, sin su renuncia a criticar las iniciativas del poder. Hoy la crítica política, como se ha entendido tradicionalmente en cualquier democracia occidental, tiene mala prensa. El discurso políticamente correcto es el discurso empático y bondadoso, no importa que sea simplón e irreal, lo que se valora es que se oriente hacia alguno de los mundos de Alicia.
No obstante, me parece que el pensamiento Alicia está llamado a ser una moda efímera. La realidad, a no tardar, romperá los espejos de Alicia.