Artículo publicado el 24/8/2005 en ABC
X. Pérez Llorca | Miércoles 24 de agosto de 2005
¿Comparte Ud. la idea de que y en día, en el mundo occidental, gobierne quien gobierne, las políticas son las mismas? No estoy pensando en las diferentes habilidades empáticas de uno u otro partido; me refiero a su creatividad, a las ideas que son capaces de movilizar para gestionar un problema.
Tengo la impresión de que las diferencias políticas se reducen a lo superficial, a lo más visible de cada cual; que a la postre acaba siendo aquel aspecto que los medios de comunicación destacan de un dirigente ó su partido. El elector se mueve en un estrecho margen determinado por condicionamientos históricos, familiares y, digamos, ecos de sociedad sobre políticos: crónicas sobre bigotes malhumorados, talantes sonrientes o nacionalistas gruñones. Éstas anécdotas son los factores que acaban conformando la decisión del «cuerpo electoral».
Felipe González lo resumió elegantemente en su día: «para ser un buen presidente, antes hay que ser un buen candidato». Si apuramos el argumento, una vez más constatamos el adelanto que nos llevan los norteamericanos: ¿Qué mejor candidato a presidente de gobierno que un actor: Ronald Reegan? quién puede ser mejor político que un héroe épico como Arnold Schwarzenegger o, más reciente, según nos adelantan, Lance Amstrong.
Cualquier candidato, investido ya como presidente, deberá seguir cultivando su empatía con el electorado. Sea dejándose ver mientras practica footing, con ruedas de prensa, frases grandilocuentes o gestos enérgicos. El problema es que si los gobiernos se conforman en función de la simpatía de los candidatos, queda por resolver lo fundamental. ¿Quién dedica tiempo a gobernar y qué políticas aplica?
Los incendios de este mes de agosto en la península Ibérica convierten en noticia recurrente un problema sobre el que sería interesante conocer las diferentes fórmulas de gestión que impulsan gobiernos y partidos en general.
Portugal, convertido por segundo verano consecutivo en una tea, acaba de recibir auxilio de la Unión Europea: Italia, Francia y España han enviado medios aéreos. Durante el devastador incendio de Guadalajara parece ser que el gobierno autonómico pidió ayuda aérea a Marsella. Se trate de Coimbra, Guadalajara o Viladecans, parece evidente que en esta ribera del Mediterráneo necesitamos más helicópteros y avionetas destinados a combatir los incendios. Es la amenaza cierta que nos ataca verano sí, verano también. ¿Por qué no tenemos más aparatos? ¿Tan caros resultan que los gobiernos respectivos no los pueden comprar?
Estaba tentado a responder que sí, hasta que en las mismas fechas leí la siguiente noticia: el Ejército de Tierra destinará mil quinientos millones de euros para renovar su flota de helicópteros, sustituirá los actuales Cougar AS 532AL por el modelo Tigre HAC/UHT. Información que pudimos leer pocos días después del lamentable accidente que costó la vida a diecisiete militares españoles ocupantes del Cougar caído en Afganistán. Parece ser que un Tigre cuesta del orden de sesenta y cuatro millones de euros, mientras que un viejo Cougar costaba diez. No obstante, cambiaremos pumas por tigres. Y, si se me permite la pregunta: ¿para qué?
¿Cuántos helicópteros y avionetas antiincendios se pueden comprar con los sesenta y cuatro millones que costará un solo Tigre Hac/Uht? ¿De qué amenaza nos defenderán los nuevos Tigre?
La modernización de material del Ejército de Tierra es una decisión política gestionada hoy por el ministro Bono y antes por el denostado ministro Trillo. El gobierno ha dejado de ser «de derechas» para ser «de izquierdas». Indiferente a todo ello, en el Ejército de Tierra, antes y ahora, cambian pumas por tigres.
¿Se imaginan un presidente que a la vista de los pavorosos incendios veraniegos comunicase al país que tras analizar la situación ha decidido suspender el programa de modernización del Ejército de Tierra destinando esos recursos a incrementar los medios para luchar contra los incendios forestales? ¡Hombre!, no sería como retirar las tropas de Irak que nos ha servido para... ¿o, sí?