Fue el único momento de la velada en que este octogenario de discurso pausado y refinado, poco dado a estridencias, alzó la voz para denunciar una situación que afecta al desarrollo urbanístico de la metrópolis. Capdevila sabe de lo que habla, puesto que fue el responsable de una ciudad que creció de manera espectacular, pero desordenada, en el tardofranquismo. En esta línea, esa misma noche alertó de un “rebrote” de la construcción por el que, avisó, puede que acabemos lamentándonos “otra vez”.
Este mes, el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) ha inaugurado el primer proceso participativo para presentar propuestas y alegaciones al nuevo Plan Director Urbanístico (PDU) metropolitano, que servirá para revisar el PGM de 1976, muy innovador hace 43 años pero obsoleto hoy en día. El proyecto de elaboración y redacción del PDU arrancó en 2015, y ahora el ente metropolitano ha puesto en marcha una exposición itinerante para dar a conocer sus detalles y explicarlo a los ciudadanos, acompañado de un proceso de participación abierto a todos. Se trata de una herramienta que redefinirá los espacios de las ciudades de la metrópolis, pero que trabajará sobre suelo ya edificado, por lo que sus principales desafíos serán la renovación urbana, la disminución de las desigualdades y la mejora de la biodiversidad ambiental, entre otros.
En la presente edición de El Llobregat abordamos esta cuestión, clave para el desarrollo ordenado y sostenible de nuestras ciudades y su entorno. Aquí cobra especial importancia el papel de grandes infraestructuras que tienen un fuerte impacto en el territorio, como el aeropuerto Josep Tarradellas de El Prat. En pleno debate sobre su ampliación -puesto que los expertos advierten de la necesidad de una nueva terminal antes de 2023, el deadline para evitar el colapso de la infraestructura-, se hacen más necesarios que nunca liderazgos fuertes que eviten desmanes sobre el territorio. Y no se trata de poner palos en las ruedas del desarrollo de la actividad económica y el turismo, sino de desempolvar la práctica del consenso y la coordinación entre las administraciones. De eso en el Baix sabemos mucho, puesto que, tanto la propia construcción de la T1 de El Prat como el Plan Delta y el desvío del río fueron fruto de negociaciones que culminaron en acuerdos ampliamente aceptados.