“¿Correrá lo suficiente esta chica para estar a la altura del servicio?”. Esto fue de lo primero que escuchó Susanna cuando decidió entrar en la Brigada Móvil (Brimo) de Mossos d’Esquadra, los antidisturbios de la policía catalana. Fue la primera mujer que ingresó en la unidad y por eso en la entrevista, su jefe le advirtió de que se metía en un mundo “muy machista”. Así lo explica años más tarde, cuando la presencia de mujeres en este tipo de unidades ya se ha normalizado. Lo recuerda junto con otras cuatro miembros de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que ha reunido El Llobregat en una entrevista conjunta para que expliquen su experiencia en un ámbito con mucha testosterona y tradicionalmente masculino.
Quedamos con Eva, de la Policía Nacional; Marta, de Guardia Civil; Tània, de la Guardia Municipal de Castellví; Salima, soldado del Ejército de Tierra, y Susanna, Mosso d’Esquadra [ver una pequeña biografía en la página siguiente], mujeres que forman parte de ese aún pequeño porcentaje femenino en los cuerpos de seguridad que no llega ni a una cuarta parte del total de efectivos. Las agentes comparten pareceres sobre la incorporación de la mujer al ámbito de la seguridad pública y reflexionan acerca de los motivos que dificultan alcanzar la paridad con los hombres. Unas tienen más trayectoria, como Susanna o Salima, mientras que otras llevan menos tiempo de servicio, como Marta, que acaba de salir de la academia y el Baix Llobregat ha sido su primer destino. Una diferencia de edad que permite repasar de dónde venimos y dónde estamos actualmente en lo que a igualdad entre hombres y mujeres se refiere.
Suspicacias iniciales
Arranca la charla y, pese a las prudencias iniciales, la cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres va salpicando la conversación. En general, las cinco mujeres destacan que se sienten integradas a los cuerpos a los que pertenecen y sitúan las actitudes machistas en un pasado ya superado o en el comportamiento de algunos ciudadanos. No obstante, aparecen detalles que llaman la atención al plumilla. Sobre todo, en lo que respecta al ingreso en el cuerpo. “Nunca me había atrevido porque pensaba que no era válida”, reconoce Marta, que desvincula sus reticencias iniciales del hecho de ser mujer al ser preguntada acerca por ello. “Me daba reparo por miedo a lo desconocido, no por ser mujer”, remarca, a la vez que añade que “una vez allí”, en el cuerpo de Guardia Civil, en su caso, “eres una más”.
Sus compañeras de entrevista van en la línea de lo que dice Marta. Tània echa un cable a la agente de la benemérita afirmando convencida que ella tampoco tuvo ningún miedo a la hora de aplicar para la Guardia Municipal de Castellví de Rosanes. Un cuerpo este último que precisamente rompe la tónica a la baja de presencia femenina: son tres agentes, y uno de ellos es Tània, a la postre la más experimentada del cuerpo municipal y a la que suelen recurrir cuando hay algún problema.
Sin embargo, reconocen haber tenido cierta sensación de autoexigencia al principio de sus carreras, relacionada con el hecho de ser mujer. Eva lo achaca a una “actitud” suya y lo separa de la cuestión del género. “Me ofrecía voluntaria para todo porque no quería que nadie pensara nada”, reconoce la policía nacional. Susanna, en este sentido, va más allá y pese a asegurar que a ella “la aceptaron bien” en Mossos, admite haber estado “en el punto de mira”. “En un inicio no te puedes equivocar, y más si eres mujer”, advierte la mossa, que recuerda su pasado como conductora en la Brimo. “Me miraban con recelo, pero puedo decir que nunca rallé ni una columna”, bromea.
El estereotipo de la mujer como mala conductora rápidamente copa la conversación. “Al principio tienes que estar más atenta de no equivocarte”, coincide Tània con sus compañeras, y recuerda una anécdota que vivió al comienzo de su carrera como guardia municipal. “¿Podrás llevar el coche?”, recuerda que le decían. “Si estoy aquí es porque puedo, ¿no?”, respondía ella con firmeza.
Por su parte, Marta y Eva reconocen que han tenido algún encontronazo en sus lugares de trabajo ya no con compañeros, sino con ciudadanos. En el caso de Marta, la guardia civil explica que ha tenido algún problema en el aeropuerto, con pasajeros de origen árabe. Igual que Eva, que en alguna ocasión vecinos de esta procedencia le han llegado a preguntar que dónde estaba el jefe.
Adaptarse al ambiente
Preguntadas sobre estos comentarios y suspicacias de ciudadanos, jefes y algunos compañeros, Salima sale al paso para quitar hierro al asunto, quizá de la manera que más puede llegar a fastidiar a aquel que protagoniza una situación así, un micromachismo, concepto que ha hecho fortuna y se ha popularizado en nuestro vocabulario del día a día. “Al principio notaba algún comentario, pero yo hasta me reía”, reconoce Salima, que se pregunta si de haber tomado otra actitud más a la defensiva hubiera tenido problemas con los compañeros. “Fue acertado en ese momento no ponerme a la defensiva para integrarme”, añade la soldado. Por el rabillo del ojo un servidor ve a Susanna asentir. Una actitud de oídos sordos a palabras necias que ha utilizado Salima ya no con compañeros, sino con ciudadanos, estando de guardia en Capitanía General. “Te ven en la puerta, te miran mal o te faltan al respeto, pero siguen su camino”, asevera.
A grandes rasgos todas las agentes coinciden con la postura de la soldado, aunque Tània no quiere perder la oportunidad de poner sobre la mesa otra anécdota que le tocó vivir con una regidora, que bromeó con ella acerca de su estatura. “Me dijeron de ponerme un cojín en el coche”, rememora la guardia municipal, que hizo visible, según explica, su enojo. “¿A ti te hace gracia? Pues a mí, no”, respondió.
Por su parte, Eva reconoce que al principio marcaba más las distancias. De hecho, uno de sus primeros servicios fue en una unidad que combatía la prostitución y en la que era la única mujer. Sin embargo, reconoce que el hecho de ser mujer nunca le comportó problemas ni generó tiranteces en dicha unidad.
Conciliación, solo cosa de mujeres?
Sale a escena la cuestión de la conciliación familiar. En general, las entrevistadas aplauden la actitud de sus respectivos cuerpos en este sentido, aunque Eva da un toque de atención. “Las medidas de conciliación no tienen que ser solo para nosotras, también han de ser para los hombres”, afirma la agente del Cuerpo Nacional de Policía, que se queja de que “siempre se relaciona con nosotras la conciliación”.
Al hilo de la conversación, Susanna explica su experiencia con su primer hijo, que tuvo estando en la Brimo. Además de ser la primera mujer en esa unidad, fue la primera también en quedarse en estado. “No se tomaron bien que hubiera una mujer embarazada en un lugar así”, afea la mossa, que recuerda que coincidió en el tiempo que otros dos compañeros, hombres, pidieron reducción de su jornada por sus hijos. “Ellos tuvieron problemas”, reconoce Susanna, que, no obstante, pone en contexto la situación recordando que se trataba de una situación “nueva” que, por suerte, ahora parece haberse normalizado.
La visibilidad, un punto a favor
Sea como sea, las cinco mujeres reconocen que hay camino por hacer, pese a los avances de los últimos años. Marta, en este sentido, hace una apelación directa a las chicas jóvenes para que “se animen y no tengan miedo”, ya que, reitera en diferentes ocasiones, “este es un mundo”, en referencia a la seguridad, “que necesita de mujeres”. Tània refuerza el argumento y explica que hay niñas que al verla piensan que ellas también pueden llegar a ser agentes. Salima también describe que los niños y niñas sienten interés al verla de uniforme y le preguntan que cómo es soldado ella, mientras que Eva pone énfasis en la “visibilidad” de las mujeres policía para que eso normalice y ayude a crear vocaciones entre las niñas.
Susanna se muestra optimista al respecto y dice que las nuevas generaciones “integran la inclusión de la mujer” en los cuerpos y fuerzas de seguridad y en todos los ámbitos de la vida con normalidad. Y es que la presencia de mujeres ayuda a aportar nuevos enfoques a los problemas del día a día, como la paciencia o la empatía. No menosprecian a los hombres, y reconocen que cada situación es un mundo pero, como dice Eva, “la testosterona, en según qué ocasiones, hay que dejarla a un lado”.
Cifras muy bajas de presencia femenina en los cuerpos y fuerzas de seguridad |
Por otra parte, el Ejército, el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil han celebrado recientemente la incorporación de la mujer a sus filas. Los militares conmemoraron los treinta años de mujeres en sus huestes el año pasado, mientras que la Policía Nacional y la benemérita están celebrando este mismo año las cuatro décadas de esta efeméride. |