“Una íntima convicción” es le primera película como director de Antoine Raimbault, demuestra un talento especial, es un cineasta a seguir. Firma, además, el guión junto a Isabelle Lazard. Isabelle parece fundamental en la escritura ya que el personaje principal, sobre el que bascula toda la historia, es Nora una valerosa mujer, con un hijo (del padre nada sabremos durante el film). Una cocinera en su vida cotidiana que desea que se imparta justicia y que tiene certezas en las que casi nadie cree. La película se basa, parcialmente, en acontecimientos reales.
Desde que Nora asistió al juicio de Jacques Viguier, acusado del asesinato de su esposa, está convencida de su inocencia. Por temor a un error judicial, convence a un letrado para que lo defienda en un segundo juicio. Juntos lucharán en una feroz batalla contra la injusticia, a medida que el círculo se cierra alrededor de Viguier, al que todos acusan, la búsqueda de la verdad de Nora se convierte en obsesión.
Los dos protagonistas están extraordinarios, tanto Oliver Gourmet como el abogado que terminará defendiendo a Viguier, como, muy especialmente Marina Fois. Inconmensurables.
Laurent Lucas clava su personaje, estoico, cansado e inexpresivo, Jacques Viguier.
Para la justicia no es importante dar con el culpable, sino juzgar al detenido. Es en ese territorio donde la película es muy valiosa, dolorosa e impactante.
Los medios de comunicación de masas convierten casos judiciales como este en un espectáculo de masas, en el que todo vale si se consigue mayor audiencia.
La película es valiente, rompe con muchos tópicos del género y reflexiona sobre el sistema y sobre las ventajas que tiene para muchas personas no profundizar, no analizar.
Muestra la incertidumbre de forma magnífica e inteligente. Va más allá de lo habitual.
José López Pérez
@JLPnosolocine
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