Lluis M Estruch | Viernes 07 de febrero de 2020
Al haber nuevo gobierno con difícil apoyatura y tarea mayúscula, surgen de nuevo entre intelectuales y políticos las posibles soluciones que se reducen a recentralizar funciones estatales -la oposición-,o a relajarlas según la última tesis gubernamental.
Y entre los últimos se sueñan sin concretar mucho, salvo entre los independentistas, las posibilidades de reiniciar un sueño federal o confederal que incluyera a todas las naciones reales o culturales de la península ibérica. Concepto geográfico éste aún indiscutido, -desde la Hispania romana hasta la separación de Portugal en 1640- existe una raya invisible pero real entre las dos naciones con un destino común sí, pero que los errores de mal gobierno y recelos elitistas lusos conllevaron a la separación definitiva; aprovechando la guerra de los ‘Segadors’ en Cataluña, que Olivares torpe no supo resolver en ninguno de los dos casos. El virrey de Melo en su libro (1645) lo relata bien desde un punto de vista objetivo como hispano-luso. Un Portugal separado y una Cataluña unida a Francia (1640-1652): este fue el triste balance de mantener principios sin recursos y sin la necesaria fineza diplomática en los grandes momentos históricos.
Desde Unamuno, Saramago, Torga, hasta Maragall y Cucurull su estudioso separatista del PSAN, Pi i Margall, y los periodistas Gaziel, Pla, Juliana y tantos otros, nadie niega el principio de utilidad conveniente de estrechar lazos entre los dos países. Hasta en el colmo optimista existen quienes barruntan con una fórmula amplia de federal conllevanza; la superación de anacronismos territoriales: la colonia de Gibraltar y el Coprincipado de Andorra.
Todo muy lógico y en línea con las directrices de la UE. Relajar las fronteras y las gobernanzas propias en favor de los Estados Unidos de Europa: capital Bruselas. Por ello no es de extrañar que en los tiempos de tribulación territorial, muchos recomienden el iberismo como un superior marco de relación territorial coordinada, pero flexible. Hasta en sondeos -la unión entre los dos países- es popular ¿Por qué no?. Bancos, energía y hasta un Corte Inglés en Lisboa marcan ya un camino integrador. La Iª República lo intentó pero se disgregó, la II República fracasó y ahora de nuevo con la monarquía reinstaurada, se discute. En Portugal son república, sin guerra civil y sin colonias, tienen un funcional gobierno socialista –sin separatistas-. ¿Son éstas las diferencias para la integración ibérica? Ah, y todos loan la cortesía lusa como una necesaria vaselina en el contacto social, muy en falta entre los políticos españoles. Acabo con Lobo Antunes, escritor y psiquiatra: “Toda la península debería ser el mismo país”. III