Los grupos más intolerantes están frotándose las manos ante la gran oportunidad que esta crisis sanitaria, que nos llevará a una crisis económica muy severa y social, les brindará para hacer populismo y sumar personas a su causa. El fascismo fue derrotado en Europa en el año 1945, en España pasaron a la reserva a partir de la transición, pero siempre han estado ahí latentes esperando su oportunidad.
Utilizan los retos políticos complejos para desarrollar su estrategia de captación emocional, la inmigración, el miedo al diferente, el riesgo a romper la patria homogénea e intolerante tal como la entienden, y ahora la situación de vulnerabilidad de muchas personas para convencer con soluciones fáciles y culpando siempre al sistema democrático.
La estrategia pasa por generar desconfianza hacia el gobierno responsable de gestionar una alarma nacional, y en definitiva, hacia la capacidad de la democracia para hacerle frente.
Hay que cortar la cadena hacia al odio que es la base del fascismo. Primero generan inseguridad, luego miedo, nos hacen sentirnos vulnerables, y a partir de ahí, odiar a quien nos pone en riesgo como fórmula de adhesión inquebrantable. Frenemos las acciones tacticistas, aparentemente inocuas, que pueden llevar a las personas a planteamientos y conclusiones totalitaristas y a gobiernos autocráticos con propaganda camuflada más que información.
En nuestras estrategias políticas, todos, y me refiero a todas las organizaciones que rechazan el fascismo, debemos no dar pie en ningún momento a que estas formas de hacer política, disfrazadas de anti política, prosperen.
Thomas Mann y Jean Paul Sartre nos advirtieron: el fascismo fue derrotado, los fascistas no. Estos días veo con preocupación movilizaciones que debemos contestar democráticamente con contundencia y con la unión de las formaciones democráticas ante los intolerantes.
No todo vale para derrotar a un gobierno en minoría, la historia nos lo ha enseñado. III