SANTIAGO DíAZ MARTÍN, EXTENIENTE DE ALCALDE DE L’HOSPITALET
Santiago Díaz Martín, teniente de alcalde del PSUC en L’Hospitalet de 1979 a 1981 y del PSC de 1991 a 1995
Pere Ríos | Viernes 04 de diciembre de 2020
Santiago Díaz Martín (Tarancón, Cuenca, 1949) es un caso único en el Ayuntamiento de L’Hospitalet, porque fue casi dos años teniente de alcalde del PSUC en el primer cartapacio de la democracia y 12 años después por la lista del PSC. El barrio de La Florida fue su patria chica, donde lo dice que lo aprendió todo en la vida y a donde llegó con cinco años. Luego vinieron los sinsabores de la política, las luchas fratricidas en el PSUC y la corrupción política del llamado caso Pujana que vivió en primera persona.
¿Cómo llegaste a L’Hospitalet?
Vine a Barcelona con mi familia en 1954, con cinco años, a casa de unos tíos. Éramos 11 personas que vivíamos en 60 metros. Al cabo del año le concedieron un piso a mi padre de la Obra Sindical del Hogar en las viviendas Onésimo Redondo, hoy bloques Florida, donde también vivía Joan Saura. Allí viví 25 años y allí me crié, posiblemente fue la etapa de mi vida de mayor felicidad. Éramos pobres, no teníamos nada, pero éramos felices.
Entonces empezaba de muy joven la vida laboral. ¿Fue tu caso?
Yo no pude ir a la universidad y por eso hice el bachillerato y comercio, a pesar de que llamaron del colegio Levante para decirle a mi padre que yo tenía cualidades, pero él respondió que no tenía dinero. Empecé a trabajar a los 14 años de botones ascensorista en Fecsa y de ahí pasé a Aguas de Barcelona, la empresa en la que he trabajado hasta que me jubilé, exceptuando el tiempo de mi paso por la política. He tenido la gran suerte de estar siempre con el paraguas de la excedencia laboral. Por eso abordaba los conflictos con tranquilidad, porque sabía que tenía mi trabajo. Mis señas de identidad no tienen que ver con ser catalán, castellano o extremeño. Yo soy básicamente un trabajador de Aguas de Barcelona y a partir de ahí he construido mi identidad. Estando en la empresa me afilié al PSUC en 1973, cuando aún había condenas de entre cuatro y siete años por ser militante comunista. Y con 19 años me había afiliado a Comisiones Obreras.
¿Quién te lleva al PSUC, Joan Saura?
No, a Joan Saura era yo el que lo llevaba a los sitios, pero esa relación es una frustración de mi vida. Yo soy un año mayor que él, pero nos criamos juntos. Yo vivía en el bloque 16 de La Florida y él en el 4. Fuimos juntos al colegio Levante, a jugar al tenis y al fútbol, porque éramos del mismo equipo. Hasta que llegó la ruptura del PSUC y ahí pagamos las consecuencias de caer uno en un lado y otro en el otro. Yo fui el primero de los dirigentes que estaba en la mesa del V Congreso del PSUC que levantó el cartel del no al eurocomunismo. Saura cayó en el lado de los eurocomunistas y aquello fue dramático, una ruptura sentimental, ideológica, afectiva y humana de todo tipo después de más de 20 años de relación.
¿Cuál fue tu primera experiencia política?
Con 19 años participa en las elecciones sindicales del franquismo, cuando Comisiones dijo que había que ocupar la CNS. Fui el secretario el jurado de empresa de Aguas de Barcelona a los 19 años. Esa fue mi primera experiencia político-sindical, muy apasionante. Cuando llegan las primeras elecciones sindicales de la democracia, encabezo la lista de Aguas de Barcelona de CCOO y le ganamos al sindicato amarillo.
Y en 1979 llegan las primeras elecciones municipales de la democracia. Tú vas en la lista del PSUC y gana el PSC contra pronóstico.
Sí, voy en el número siete de la candidatura del PSUC. La victoria socialista fue una gran sorpresa porque pensábamos que íbamos a ganar con holgura. Nosotros teníamos una gran presencia en la ciudad y habíamos dado la cara en todas las reivindicaciones.
¿Paco Candel era el mejor candidato del PSUC para alcalde?
El mejor era Joan Saura. Candel tenía mucho prestigio cultural, pero era un extraño en la ciudad, un paracaidista. Saura no tuvo ánimo de protagonismo, porque si hubiera presionado un poco, la gente del movimiento obrero habríamos apretado para que él fuera el candidato. Se constituyó el gobierno y yo tuve el honor de ser uno de los cinco miembros del primer cartapacio de la democracia. Era teniente de alcalde de planificación, programación, organización, informática y personal. Y ahí se produjo uno de los acontecimientos más tristes de mi vida.
¿Qué pasó?
Se convocaron unos exámenes para diez plazas de administrativos y se presentó muchísima gente. Eso coincidió con la preparación del V Congreso del PSUC y había luchas intestinas entre eurocomunistas, que tenían la mayoría del comité del ayuntamiento, y los mal llamados leninistas, afganos o prosoviéticos con los que estaba yo. Al parecer hubo una filtración de los grandes conceptos de los exámenes y a la hora de corregir apareció que entre los 20 primeros de la lista había ocho o diez militantes del sector prosoviético. El comité de empresa pidió mi dimisión del Ayuntamiento. El comité local del PSUC no aceptó mi dimisión como responsable político, pero el tema fue en aumento y Antoni Gutiérrez Díaz [secretario general del PSUC] me pidió que dimitiera. Yo le expliqué que no tenía nada que ver, pero acabé dimitiendo. Era el año 1981 y el programa Encarna de noche empezó hablando de que yo era “el primer corrupto de la democracia”, igual que en el Telediario y en la prensa, que me acusó de haber filtrado los exámenes. No lo hice, pero tenía que haber controlado que no pasara.
Dejas el ayuntamiento y….
Vuelvo a Aguas de Barcelona y hago una asamblea con más de 600 trabajadores para explicar que su dirigente sindical no era un corrupto. No hubo ningún problema y en las siguientes elecciones volvió a barrer Comisiones Obreras y volví a ser el presidente del comité de empresa. Paralelamente se produjo la ruptura del PSUC en L’Hospitalet. En febrero de 1981 hay una asamblea en el Instituto de Can Serra y soy elegido secretario general durante un mes hasta que intervino la dirección y tiraron atrás la elección.
En enero de 1981 se celebró el V Congreso del PSUC del que has hablado ya varias veces. ¿Qué recuerdos te dejó?
Aquello fue un acontecimiento histórico, había más de mil delegados y estaban representados todos los partidos comunistas del mundo y toda la prensa europea. El V Congreso fue una explosión de rabia sentimental y afectiva de las bases. Estábamos cansados de que cada mes nos impusieran una cosa nueva: la bandera, la hoz y el martillo, las relaciones internacionales. A nosotros solo se nos decía que trabajásemos y las explicásemos. Allí se produjo la ruptura histórica de la alianza entre las fuerzas del trabajo y la cultural, algo que era fundamental para el PSUC. El partido se rompió, apareció el Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC) y se fue todo a hacer puñetas.
Después vino el congreso del PCC
Sí, fui elegido secretario de finanzas, pero no lo veía claro y renuncié a la semana. Se volvieron a celebrar debates en las agrupaciones y se reprodujeron los mismos debates del PSUC, entre la derecha y la izquierda, los buenos y los malos. A los nueve meses de estar en el PCC me di de baja. Pensaba que habíamos cometido un error histórico y que estábamos repitiendo otro. He tenido 21 microinfartos, pero lo estoy contando. Aguas de Barcelona se portó muy bien conmigo, pero abrí un despacho clásico, la Asesoría Masnou, de derecho laboral, fiscal, contabilidad, que duró cinco años y en el que trabajaba por la tarde. Hacíamos de todo y nos fue muy bien.
¿Cómo acabas en el PSC?
Pilar Ferran [teniente de alcalde del PSC] vino a verme un día de parte del alcalde Juan Ignacio Pujana, quien consideraba que era una injusticia lo que me pasó, que yo era una persona honesta y que quería que volviese al Ayuntamiento. Me nombró director de servicios de Sanidad y Servicios Sociales, hasta que llegaron las elecciones de 1991.
¿Y vuelves a ir en una lista para las municipales, ahora del PSC?
Efectivamente. Me afilié al PSC en 1986 y fue el número cuatro de la lista en 1991. Pujana me nombró teniente de alcalde de Sanidad, Servicios Sociales, Enseñanza, Consumo y Medio Ambiente. Los años más felices de mi vida fueron en La Florida y luego de 1991 a 1995, porque entro en relación con lo más bonito que hay en la vida, que son los niños y los ancianos. Fue una experiencia maravillosa de la que no hubiera querido salir nunca.
Y en mayo de 1994 Pujana acaba dimitiendo como alcalde de L’Hospitalet acusado de tráfico de influencias.
Sí, y Celestino Corbacho le sustituye hasta que acaba el mandato en 1995. Yo sigo como teniente de alcalde hasta entonces, luego salto de las listas y Corbacho me nombra director de servicios de organización y personal hasta 1999. La sentencia del caso Pujana llega en julio de 1995 y lo condenan a inhabilitación por un poquito de corrupción, algo que hoy sería un chiste.
La sentencia deja claro que no robó para él, sino para el PSC.
Efectivamente. Pujana es el primer condenado en España por tráfico de influencias, después de la modificación del Código Penal por el caso Roldán. Yo acabé el mandato en 1999 como director de servicios y Corbacho me prometió que iría en las listas, pero al final envió a Núria Marín para que me dijera que no contaba conmigo. Y volví a Aguas de Barcelona.
¿Cuál es tu valoración de Pujana como alcalde?
Fue un buen alcalde hasta que se rodeó de un grupo de asesores ajenos al Ayuntamiento y auténticos incapaces, que destrozaban todo lo que tocaban. Pujana se deja llevar y deja al Ayuntamiento indefenso ante comportamientos corruptos. Hay dos Pujanas. El del primer y segundo mandato, que es muy querido por la gente, pero luego se rodea de una gente que son un desastre y eso le acabo convirtiendo en un mal alcalde.
¿Y de Corbacho?
Ha sido un muy buen alcalde que ha sabido rodearse de grandes técnicos y grandes profesionales que eran funcionarios del Ayuntamiento. Nunca abrió las puertas ni las ventanas a ninguna historia ajena al Ayuntamiento ni al partido en L’Hospìtalet. Corbacho tenía un proyecto de ciudad muy claro, era muy pro activo, nunca he visto a nadie como él con esa tenacidad de trabajo, mientras que Pujana era reactivo.
¿Y de Núria Marín?
No la conozco como política, la conocí solo como funcionaria.
¿Qué haces ahora?
A disfrutar de mi familia. Tengo dos hijos y tres nietos e intento devolverles lo que no hice durante muchos años. Sigo militando en el PSC, pero nada más.
¿Valió la pena todo?
Hoy no me comportaría como entonces. No solamente miraría para otro lado, sino que me marcharía y no me enfrentaría a la corrupción. Ay de aquel que se enfrente a la corrupción en una administración, un partido o un sindicato, porque quedará marcado para toda la vida, porque los tentáculos del corrupto son infinitos. Cuidado con enfrentarse a la corrupción desde dentro de las instituciones. III