El covid-19 nos está volviendo locos a todos. La pandemia está influenciando de forma incisiva en la vida diaria, la rutina y las costumbres de las personas más allá de lo imaginable y de lo conocido. Hasta el punto de que una de las principales consecuencias de la pandemia está resultando el deterioro de la salud mental de las personas.
Pintan bastos. La Dra. Judith Usall, profesional adjunta del Centre de Salut Mental de Cornellà del Parc Sanitari de Sant Joan de Déu (PSSJD) y coordinadora del grupo de trabajo e investigación en mujeres y salud mental de la Societat Catalana de Psiquiatria i Salut Mental (SCPSM) afirma que “han aumentado los trastornos y los síntomas de empeoramiento de la salud mental”, tanto en el ámbito del Baix Llobregat y L’Hospitalet como a nivel nacional como internacional como nacional. Aunque “no todos los colectivos tienen los mismos riesgos”, afirma Usall.
Como cabría esperar, los más afectados son los contagiados por el covid-19 y, entre ellos, los ingresados graves o con secuelas duraderas. En segundo lugar, se hayan los profesionales de la salud, un grupo de riesgo del que el 40% de sus integrantes presenta “síntomas de trastorno de estrés post traumático” y otro 30% padece “depresión, ansiedad o trastorno del sueño”, describe la profesional del PSSJD. Las mujeres -más numerosas que los hombres en este sector- están además más sobrexpuestas a este tipo de trastornos por su predisposición biológica, según han demostrado varios estudios.
Pero lo que era, a priori, imprevisible es que los jóvenes de entre 20 y 40 años sean el colectivo cuya salud mental más se ha resentido como consecuencia de la pandemia. Entre los factores que han provocado está situación destacan que los jóvenes son los grandes afectados por los ERTE, los cambios constantes en la forma de trabajar (teletrabajo) y las dificultades para encontrar empleo, entre otras situaciones.
Estragos de la sobreinformación
Pero los adultos de entre 20 y 40 años son además las víctimas de un impactante elemento: “la sobreinformación a la que se han expuesto en las redes sociales, consumiendo noticias sobre la pandemia”, desvela la doctora Usall. Algo terrible, porque “no toda la información es igual de veraz”, subraya profesional adjunta del Centre de Salut Mental de Cornellà. Y es que las RRSS, internet y hasta los mensajes de WhatsApp se han atiborrado de bulos y de fake news, que han causado estragos en la salud mental, haciendo añicos la creencia popular de que cuanto más informados, mejor.
Y es que el covid-19 parece haberlo puesto todo del revés, actuando como una carcoma mental que se alimenta de las cambiantes preocupaciones: el miedo a morir y al contagio (incluso a relacionarse socialmente), las contradicciones sobre cómo defenderse del coronavirus, la confusión generada por los diferentes gobiernos, un confinamiento sin precedentes, las restricciones, el recorte de las libertades… En definitiva, el mejor combustible para la ansiedad.
El SARS CoV-2 también ha pillado sin suficiente artillería a los servicios de salud mental: faltan profesionales y recursos. No hay una buena planificación y el nivel más afectado es la atención primaria, que al volcarse en el covid-19, ha dejado de lado el diagnóstico, la atención y el tratamiento de los trastornos de salud mental. Así que los profesionales han tenido que sacarse de la manga soluciones como las visitas telemáticas que han resultado ser “muy beneficiosas para el paciente”, reconoce Judith Usall. En el PSSJD de Sant Boi incluso se está probando con la atención domiciliaria para los pacientes más graves, en lugar de los habituales ingresos hospitalarios. III
¿Cómo combatir los bajones anímicos del confinamiento? |
En caso de que en pleno confinamiento nos atrape un bajonazo del ánimo, hay algunas cosas que pueden empezar a hacerse para volver a la superficie de la normalidad mental sin esperar a que el problema vaya a mayores. Un buen remedio y una buena forma de prevenir es establecer una rutina y mantenerse activo, aunque sea encerrado en casa. También es altamente recomendable hacer algo de ejercicio, dormir siete u ocho horas diarias, buscar distracciones, y mantener vivas las relaciones sociales, aunque sea mediante las nuevas tecnologías. Pero si se está triste, estresado o ansioso de forma constante y la cosa no mejora, sino que se agrava, no queda otra que pedir ayuda y ponerse en manos de un especialista. |