No es una pandemia como el covid-19, pero casi. La digitalización y facilidad con la que puede accederse a Internet está provocando que la ludopatía derivada de las apuestas on line y la adicción a los videojuegos entre los adolescentes. e incluso los niños esté alcanzando cotas más que preocupantes en L’Hospitalet y el Baix Llobregat.
Antes, la adicción al juego comenzaba con las máquinas tragaperras de los bares, ahora puede desencadenarse simplemente desde el móvil, una Tablet o una consola. Según los datos de que dispone el Hospital Universitario de Bellvitge (HUB), centro de referencia del territorio, este tipo de patologías se extiende de forma on line entre los más jóvenes y, lo que es más grave, entre menores que por ley tienen prohibido apostar cada vez con mayor celeridad. La doctora Susana Jiménez, responsable de la Unidad de Juego Patológico y otras Adicciones del HUB, revela que en 2016, el 25% de jóvenes atendidos en la unidad eran menores que habían apostado de forma ilegal, pero que “tristemente” en el pasado año 2020 el porcentaje escaló hasta llegar al 37%. Y sigue subiendo.
El gran aumento responde sin duda a la generalización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) pero debe entenderse que el móvil y el resto de dispositivos electrónicos “son solo el medio que permiten acceder a los juegos” aclara Jiménez. “Hay que diferenciar entre el uso problemático del móvil, que en un caso extremo puede derivar, por ejemplo, en la nemofobia (miedo a estar sin móvil), de la adicción pura que, a nivel clínico, consiste en un hábito compulsivo que al principio puede traer gratificación, pero que con el tiempo impacta negativamente en la vida de la persona”, advierte la doctora.
Los factores que interactúan para que un joven caiga en la ludopatía son de tipo social, biológico y psicológico. Desde un punto de vista ambiental, pueden ser condicionante el fácil acceso, los estímulos de las TIC, la publicidad, la presión del grupo. Desde el punto de vista biológico, intervienen factores de tipo genético, neurológico y hormonal. Y finalmente influye la personalidad del paciente. “Es cierto que los jóvenes más impulsivos y los más introversos o inseguros están más en riesgo, pero en función del entorno del paciente, cada factor influirá más o menos y de forma diferente”, admite Jiménez.
Está claro que la tecnología es un arma de doble filo. Por eso, la fundación ANNE va a coordinar el primer estudio sobre hábitos de uso de pantallas dirigido a padres con hijos de entre 4 y 17 años y a la comunidad educativa. La novedad de ña investigación es que se hará “bajo el prisma de las propias familias y del entorno escolar, con la esperanza de prevenir las terribles consecuencias que conlleva el mal uso de las pantallas” ha destacado Cesc Gummà, director general de ANNE. III