De su lejana juventud y con su fijación de anglofilia y preferencia por el “pop” de los años 50 y 60, los “mods”, los jóvenes airados, desengañados del laborismo e incluso, la vestimenta, tatuajes y rapados “skin” que se suele gastar. La novela divierte y sería bueno que el municipio al que tanta gloria ha dado, le devolviera el favor regalando sus libros por Sant Jordi y a las visitas, previamente dedicados claro está, y con la cuarentena COVID por supuesto.
Una excusa para sus enemigos, ha creado una neolengua, tipo “nadsat” de Burgess en “La naranja mecánica” que dificulta la lectura. Es “fan y groupie” de los años 60 en todo, la mejor época de sus padres. Todos tenemos prendas favoritas, íntimas devociones y vicios privados. Y en este año funesto del “bicho” del “cabrón” COVID que sigue fastidiando, muchos hemos vuelto la vista atrás y en nuestro interior hemos hallado recursos desde lo más nimio, hasta lo importante para simplemente reconfortarnos a diario. Me han alegrado mucho, las oportunas reediciones de la obra de Camus, a quien descubrí en las portadas del “Paris Mach” y revistas francesas que con la bicicleta adquiría en el kiosko del aeropuerto del Prat o en Andorra después. Su estética dandista, su rebeldía motivada por “la angustia vital” ante los desastres de la II GM y el Holocausto, su pesimismo comprometido con causas trascendentes. Nos llevaron a muchos a descubrir los tesoros Losada, de “El extranjero”, “La peste”, “El mito de Sísifo” y otras. Del trío francés inicial, la obra de Sartre decayó y la de Simone de Beauvoir, teórica del feminismo, resiste más que bien. Camus es el divulgador de éxito que predica con el ejemplo siendo un huérfano, “pied-noir” pobre, tuberculoso, mal casado dos veces y amante entregado a la actriz María Casares. Resistente con el diario “Combat” ya en desacuerdo por ello con la pareja Sartre-Beauvoir. Lucirá su fotogenia juvenil en el Nobel 1957 y morirá con 46 años en un coche estrellado. El existencialismo sostiene la prioridad de la existencia sobre la esencia, más allá de la metafísica, pero es autoexigente con el compromiso solidario. Mejor un donativo, un voluntariado, que aplausos y cantos a las 19:00h para apaciguar la nueva peste Wuhan.
Habrá que releer el inicio tan actual de “El extranjero” para tener culpa de la manera anónima y rápida con que hemos despedido a toda una generación de rebeldes, muchos de ellos que huyeron del pobre Sur, son ahora desaparecidos sin funerales, sin campanas, sin responsos litúrgicos hacia la Nada existencial. También Camus recogió ya la tensión árabe-francesa, tan actual, en el asesinato del argelino en la playa. Camus el hijo de un viticultor y una sordomuda menorquina, murió de súbito como muchos ahora con la pandemia, ni protegerse pudo.
Queda ahora buscar en el fondo del armario -jerseys negros, de cuello alto, gabardinas- y releer a Camus para revalorizar nuestra frágil existencia, y “cultivar nuestro jardín”, como Voltaire recomendó, protestando contra una clase política que nos lleva a la ruina colectiva y envenena nuestra coexistencia como individuos que se pretenden libres. Puede que sea esta una moda más sana que quemar contenedores ante el pasmo policial o refugiarse en silenciosos templos. Las ideologías políticas al tamiz, que fuera de Ortega, Unamuno, y otros pocos; la filosofía hispana, no ilumina y sigue en la zona de bajura intelectual. Hay que mirar aún por encima de los Pirineos, para mejorar, seguro. III