Lluis Mª Estruch

Los corrigendos

Lluis M Estruch | Viernes 07 de mayo de 2021
La más dura agrimensura era la de medir, corriendo, las dimensiones de una cancha deportiva hormigonada -vuelta a vuelta- en cumplimiento del castigo que el Prefecto salesiano imponía por faltas diversas; en número variable y en tiempo de recreo.

Mientras todos jugaban, el pelotón de castigados -los corrigendos- echaban el bofe corriendo, hasta el final del cumplimiento de las 50 a 100 vueltas, por sus desvíos menores: mentir, masturbarse, blasfemar, desaseo, peleas, gritar, hablar en clase o en misa…

De 1950 a 1970 la incipiente clase media enviaba sus cachorros a los internados religiosos de pago, que enseñaban y disciplinaban: era el justificante. Era cierto que las instalaciones eran superiores a las de la escuela pública. Los padres, se mostraban siempre conformes y aplaudían el rigor directivo con castigos incluidos, hasta con la pedofilia latente.

Habían vivido una dura postguerra y largo tiempo en filas, muchos; la sociedad sesentera era la del despegue económico, de fuerte inmigración y enriquecimientos rápidos. En ella la indisciplina, la pereza y la apatía en el estudio no cabía.

En nuestras actuales sociedades europeas con fuertes problemas de integración, recordar estos “flashes” del pasado resulta extraño.

Sin embargo, muchos colegios privados anglosajones continúan mezclando la excelencia académica, el deporte y un rigor disciplinario sin palmeta de castigo, ahora. Aún más, el modelo colegial asiático, de enorme éxito actual, no desdeña la sobrepresión, el uniforme y un devoto respeto al maestro.

Nada a ver con la situación actual de la enseñanza primaria y secundaria en nuestras permisivas sociedades occidentales.

El éxito de la escuela concertada y su apoyo social tiene que ver con su mayor exigencia formal que la ayuda a resistir. Francia y Alemania con dos poderosos sistemas de enseñanza pública, asisten confundidas a la degradación de sus aularios. Macron plantea un tipo de “mili” o servicio social para reforzar los valores republicanos, que la escuela gala ya no garantiza. La dejadez intelectual y la falta de civismo, van de la mano muchas veces. Nadie añora la disciplina cuartelera, pero en la actualidad, sin los movimientos “Scouts”, las débiles secciones juveniles de partidos y sin “mili”, solo nos quedan -la familia y la escuela- para “socializar” a la juventud y los resultados son modestos. Tanto es así que la UE protesta nuestro fracaso escolar y nuestro 40% de paro juvenil; estamos aún en el pelotón europeo de corrigendos, con polémicas y últimas reformas incluidas. III