Aunque la basura se esconda debajo de la alfombra ahí sigue, imperecedera. Como los viejos rockeros, los lixiviados y el biogás, nunca mueren.O tardan muchos años en hacerlo. Hace exactamente 15 años que cesó la actividad del vertedero metropolitano de la Vall de Joan, enclavado en el corazón del Parc Natural del Garraf, a caballo entre Begues y Gavà. Pues ni siquiera tres lustros de inactividad han bastado para que el basurero, gestionado por el Área Metropolitana de Barcelona (AMB), haya dejado de envenenar las entrañas del macizo y amenaza con contaminar también la atmósfera que lo envuelve, haciéndola irrespirable.
El macizo calcáreo del Garraf “es como un queso de gruyère”, explica Josep Maria Comas, vocal de la sección Natura de la Unió Muntanyenca Eramprunyà (UME). Está lleno de simas y de grutas que se extienden bajo la superficie de la montaña como un laberinto. “El vertedero de la Vall de Joan nunca debió abrirse. Los lixiviados y los gases que produce la basura en descomposición se cuelan por las grietas del subsuelo y lo contaminan todo como un río subterráneo que acaba en el mar. Ya lo dijimos entonces (se inauguró en 1974), pero nadie nos hizo ni caso”, se lamenta Comas, portavoz de varias entidades ecologistas -como la Federació Catalana d’Espeleologia, el Grup Ecologista Quercus o el Centre d’Estudis Beguetans- contrarias al vertedero metropolitano desde su primigenia concepción.
Quien pensaba que cerrando el vertedero se acabaría el problema se equivocaba. El perro ha muerto, pero la rabia sigue. Han pasado 15 años desde que se colgó el cartel de cerrado y se inició la restauración del sector (para intentar devolverlo a algo parecido a su estado original) pero casi nada ha cambiado más que superficialmente. De hecho, la situación ha empeorado en los últimos meses y amenaza con hacerse crítica.
Según un estudio recién presentado de la Federación Catalana de Espeleología, el Consell Català de l’Esport, las universidades de Barcelona y Almería y el Instituto Geológico y Minero de España) la contaminación del aire en las simas ha empeorado en el último año a causa de los gases generados por el vertedero. Josep Maria Comas denuncia que “la atmósfera interior de las cavidades se ha empobrecido. Muchas de ellas son letales, por la elevada presencia de metano o por falta de oxígeno. No se puede entrar”. El peligro de muerte no es un farol ecologista. Es real. “Es extremadamente peligroso hacer espeleología en el Garraf”, advierte Comas.
Para evitar que el gas que emana de las basuras formara una nube tóxica se implantó una compleja red de tuberías y un sistema de aspiración bajo los desechos que recoge el biogás que es convertido en energía eléctrica en una central próxima. Pero el entramado de pozos, tubos y bombeo se ha demostrado insuficiente.
La idea original era restaurar el vertedero y que se integrara en el parque natural como si no hubiera pasado nada. Pero nada es tan bucólico como se soñó hace 15 años. Los terrenos se han vuelto inestables y las filtraciones de lixiviados son constantes. Tan dramático es el panorama que se ha descartado la recuperación y se ha optado por sellar todo el recinto del vertedero. “No se podrá pisar en los próximos 30 años, que es lo que se calcula que tardarán en descomponerse los residuos y se volverán inofensivos”, subraya el vocal de la UME.
Y en este cambio de planteamiento es donde, al parecer, radica el origen del empeoramiento. La clausura total en marcha comporta cubrir toda la superficie del viejo vertedero con una lámina impermeable. Pero al instalarse esta coraza aislante, se han detenido las obras de canalización del biogás y es posible que ahora las emanaciones tóxicas se estén filtrando por las grietas y cavidades del Gruyère y salen al exterior.
“Hay tanto CO2 acumulado que llega a la superficie a través de las bocas de las simas y esto es grave porque, en función de las condiciones atmosféricas, el viento lo lleva hacía un lugar u otro. No sabemos qué puede ocurrir si este fenómeno continúa, porque todo se asienta sobre un valle”, alerta Comas. No son especulaciones. Hay días que en Gavà y Castelldefels huele a gas. Y es un gas que a su vez huele a chamusquina. III