De todo, Con mayúsculas. No solo de la actualidad informativa, los sobresaltos mediáticos, el trabajo, la rutina, los estudios, la sobrecarga ideológica de la caja tonta en todas sus dimensiones y el agitprop. Hasta de la mismísima realidad si hace falta, teletransportándonos a un universo paralelo. Y es que llegamos a las postrimerías de un curso político-escolar, especialmente duro, extenuante y plomo, con las baterías de litio completamente agotadas. No queda otra. Hay que cargar las pilas, pese a la subida de la factura eléctrica edulcorada a medias con una bajada, a priori imposible, del IVA.
Aviso. Reponer fuerzas, vitaminarse, mineralizarse y cerrar los ojos durante algunos días, mientras se nos broncean los pensamientos, no significa claudicar, hincar la rodilla o rendirse. Nada de eso. Tampoco es un reset o un indulto a las vergüenzas de cada uno, ni una vacunación generalizada, inyectada con ruedas de molino, ante los desvaríos de los del ático, esos que se llenan la boca con la inmunidad de rebaño, porque así nos ven; como un dócil y manipulable rebaño.
Por eso apremia darse con urgencia un respiro de tanta indigestión de políticas de gestos (que no conduce a nada que no sea la decadencia), de gobernantes que reman en favor de la poltrona y las siglas y no de sus conciudadanos (aquí que cada uno ponga el nombre y los apellidos que guste), y de menosprecios metonímicos a la ciudadanía que no se adhiere de forma inquebrantable a las nuevas tendencias de la trapisonda oficial, ya sea la barra libre de la ruleta del cambio discrecional de sexo/sexa/sexe, el cuestionamiento y la demolición de la división de poderes o el asalto a la propia Ley, pero por la puerta de atrás, que es más democrático, por mencionar tres. Porque hay más.
En fin, borrón y cuenta nueva, que ya no hace falta llevar mascarilla en el exterior (tampoco se demostró nunca que sirviera para gran cosa) y han vuelto abrir las discotecas, los pubs y los bares musicales, esa recua propiciatoria de antros con propietarios arruinados que carga el mismísimo Diablo vírico, dicen. Aunque las nuevas variantes del covid-19 (como la Delta) donde están haciendo una escabechina es en los botellones (antes llamados ilegales) que emanan hasta de debajo de las piedras. Y es que, de tanta manga ancha, no hay quien los pare. Como a los okupas. Secuelas de hacer demasiado la vista gorda. Al cabo de la calle, la miopía y el astigmatismo la nublan y se acaban dando palos de ciego y culpando a los otros, que siempre hay algún inocente dispuesto a hacerse cargo de las responsabilidades de quienes no quieren asumirlas para no renunciar al maná de la sopa boba.
Precaución, amigo conductor. Despacito y buena letra. Que vienen curvas. Hay que abrir el verano como un melón, exprimirlo, sacarle jugo: en la playa, en la montaña o en nuestras propias ciudades, que tienen mucho que ofrecer. Si antes de que nos demos cuenta ya será septiembre y tocará tomar una decisión política sobre la ampliación del Aeropuerto Josep Tarradellas de Barcelona-El Prat, volveremos a estar empalagados de las mesas de diálogo arbitrarias y de otras piruetas monclovitas aún por diseñar.
Nosotros, que tenemos la suerte de vivir en L’Hospitalet y el Baix Llobregat, vamos a sacar rédito del amplio abanico de alternativas turísticas de kilómetro cero que nos brinda el territorio sin que haya que moverse en demasía; las cuevas de Montserrat de Collbató, los parques naturales del Garraf y la reserva del Delta, las estribaciones de l’Ordal, los arenales dorados de El Prat, Viladecans, Gavà y Castelldefels (que este año incorpora a su portfolio un centro de interpretación de la piratería), los chiringuitos, los buenos restaurantes y la buena cocina, Cataluña en Miniatura, las rutas en bicicleta… No nos falta ‘de ná’. Así que, lo dicho: a desconectar al 100% y ¡Felices vacaciones a todos! Es la hora de disfrutar. III