El actual brazo cuadrangular de la Vidala se rectificó artificialmente a finales de los 60. El humedal de Viladecans se hizo profundo y rectilíneo para permitir la práctica deportiva. El proyecto para los fallidos JJOO de 1972 incluía un puerto en la desembocadura
Muy probablemente, solo los más viejos del lugar lo recuerden pero Viladecans aspiró en su día (y de eso hace más de medio siglo) a convertirse en una potente sede olímpica. El sueño comenzó a labrarse en 1965, cuando la Barcelona del crecimiento económico y del desarrollismo del alcalde Porcioles, con su emergente empresariado, ideó presentar a la ciudad como candidata para acoger los Juegos Olímpicos de 1972. En esos años de las postrimerías del franquismo no había Consejo Superior de Deportes (CSD). Lo más parecido era la figura del Delegado Nacional de Educación Física y Deporte, que por aquel entonces ostentaba el falangista de origen vasco José Antonio Elola-Olaso, quien también presidía el Comité Olímpico Español (COE). Y a su despacho que fue una comitiva barcelonesa a presentarle el proyecto.
A Elola-Olaso le gustó la idea olímpica barcelonesa, pero no que se impulsara desde la capital catalana. Es más, pensó que el glorioso acontecimiento deportivo podría hacer feliz al Caudillo, pero solo si se organizaba en Madrid. Y decidió unánimemente (consigo mismo) robar el proyecto a los porciolistas y servirlo en bandeja a los capitalinos de la Puerta del Sol. La decisión provocó un enfado estratosférico en Barcelona, de tal magnitud que el régimen -partidario de la aventura olímpica- se avino a pactar un win-win: los deportes terrestres, junto al Manzanares; y los náuticos, junto al Llobregat.
Por aquellos días despuntaba en la práctica del esquí náutico (en España e internacionalmente) un deportista barcelonés enorme, polifacético y competitivo: Víctor Palomo. El catalán, que fue Campeón del Mundo de esquí acuático en la modalidad de eslalon en 1970 y también Campeón de Europa de motociclismo de 750 cc en 1976, apuntaba a medalla segura (España no había conseguido todavía inaugurar su botín olímpico). Así que se decretó construirle un canal a medida para que arrasara en unos futuribles JJOO Madrid-Barcelona 1972.
Se buscaron emplazamientos para la instalación deportiva y los expertos encontraron una perfecta: la (entonces) pequeña y sinuosa laguna del Remolar (con menos agua que ahora y mucha más vegetación), en su mayor parte dentro del término municipal de Viladecans. Para adaptarla a las necesidades de Palomo se dragó una parte del lago, se extrajeron sedimentos, se ensanchó hasta los límites con el desaparecido cámping el Toro Bravo y el brazo de la Vidala (estrecho y retorcido) se reconfiguró de forma rectilínea para uso y disfrute de los esquiadores náuticos. Los Juegos finalmente se celebraron en la ciudad alemana de Munich, pero el canal de esquí acuático hizo las delicias de los aficionados -y sobre todo de sus practicantes- durante buena parte de la década de los 70, aunque hubo algún que otro accidente.
El resto del complejo para los Juegos Olímpicos no llegó a construirse tras la nominación de la capital bávara y los planos se apolillan desde entonces en un cajón, pese a que el proyecto era de gran calado. Incluso planeaba construir un puerto deportivo -al estilo de Ampuriabrava- en la desembocadura del propio Remolar, muy cerca de donde actualmente asoman la cabeza desde la superficie de la laguna las luces de balizamiento de la tercera pista del aeropuerto de El Prat.
No es el único proyecto faraónico que ha planteado reconvertir el humedal, que es una reserva protegida desde 1987. Durante la Segunda República, al principio de los años 30, se planeó convertir los terrenos en una Ciudad del Descanso (con equipamientos deportivos para que las clases trabajadores disfrutaran del merecido esparcimiento). Y hasta un aeropuerto internacional para dirigibles. Eran otros tiempos. III