La batalla global contra el cambio climático ultrapasa las grandes actuaciones y se está convirtiendo cada vez más en una lucha cuerpo a cuerpo, en la que los más débiles -personas mayores, niños y enfermos crónicos- tienen casi siempre las de perder. Y es que estos tres grupos son especialmente sensibles a las temperaturas extremas y a los golpes de calor, dos fenómenos cada vez más frecuentes. Para plantar cara a estos episodios climatológicos intensos y dañinos, el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) ha señalizado este verano una red de refugios climáticos. Es decir, un conjunto de espacios de fácil acceso que proporcionan confort, descanso y seguridad a quien más lo necesite.
Los 20 oasis térmicos que conforman la malla metropolitana están repartidos por diferentes parques públicos y equipamientos de Castelldefels, Cornellà, L’Hospitalet, Sant Boi y Viladecans. Y, pese a que los colectivos vulnerables tienen preferencia de uso, están abiertos a toda la población. Las instalaciones de rescate, que compatibilizan sus usos y las funciones habituales con este servicio extra durante los episodios de temperaturas extremas, son de dos tipologías: los interiores (como bibliotecas y centros cívicos) y los exteriores (parques y espacios verdes de ámbito metropolitano).
Los refugios climáticos indoor están equipados con un sistema de refrigeración, de forma que “garantizaran unas condiciones adecuadas para apaciguar el fuerte calor, con una temperatura que se mantiene alrededor de los 26°C”, destacan fuentes del AMB. Los cobijos de tipo outdoor son más sostenibles pues consiguen crear un ambiente más fresco mediante una regulación térmica natural, derivada de la presencia de agua, vegetación arbórea densa y terrenos permeables.
En un contexto de incremento de las olas de calor, disponer de un espacio público que sirva como refugio es fundamental para salvaguardar la salud y el bienestar de las personas”, sostienen fuentes metropolitanas. La palma se la llevan los espacios verdes en los que la temperatura es inferior a la de otros entornos urbanos, lo que genera un efecto refrescante que se extiende por su entorno próximo.
En general, los espacios verdes con una presencia de vegetación moderada pueden tener una diferencia de unos 2º o 3°C durante el día respecto a las zonas sin vegetación. Esta diferencia de temperatura se incrementa aún más después de la puesta de sol, especialmente en los rincones menos húmedos, donde el termómetro puede caer hasta 5° C y, en algunos casos, hasta 6,5 °C.
No todos los parques sirven como escondites climáticos: hace falta que dispongan de una buena densidad de árboles caducifolios, que son los que ayudan a rebajar la temperatura, y que dispongan de láminas de agua (lagos, estanques o balsas). Los refugios no están activos durante los episodios oficiales de ola de calor (periodos de más de tres días seguidos de temperaturas extremas), sino también durante el resto de días calurosos.
El objetivo es que el sistema de refugios climáticos se extienda por toda el área metropolitana el próximo verano para que cualquier vecino del territorio tenga uno a mano a menos de diez minutos a pie desde su casa. Actualmente, el 72% de la población del territorio cumple este requisito porque se han indexado 330 refugios interiores potenciales y otros 990 exteriores, aunque todavía no están integrados en la red.
En los últimos 36 años se han contabilizado diez olas de calor en el territorio metropolitano, lo que significa que el fenómeno se repite, al menos, cada cuatro años. Pero si se estudian las cifras con más detenimiento se comprueba que siete de estas oleadas se han producido en últimos 16 años, lo que reduce la frecuencia de repetición de este tipo de episodios a uno cada dos años. La última ola de calor extrema veraniega se produjo entre el 25 y el 29 de junio de 2019, cuando se alcanzaron los 36º C en Viladecans y 43,5 ˚C en Castellbisbal.
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